Las vacas
LUIS GARC?A MONTERO
El asunto de las vacas locas es inevitablemente una noticia rumiante. La masticamos todas las ma?anas con nuevos detalles, informes secretos y declaraciones que van a?adiendo dudas y manchas negras al blanco lechoso de nuestra inocencia. ?Qu¨¦ sabe uno! ?C¨®mo sentirnos seguros ante la sospecha que circula por las praderas, los mataderos, las carnicer¨ªas y los rincones m¨¢s desprevenidos de nuestro cuerpo? Esta ubre no tiene fondo, es un largo mugido, una sucesi¨®n imparable de afirmaciones y desmentidos, de palabras tranquilizadoras y realidades inquietantes. Hemos llegado a un punto en el que la pesadilla se muerde la cola, porque la informaci¨®n crea de un modo objetivo alarma social. Aquellos que piden informaciones transparentes para evitar el miedo de la poblaci¨®n conservan todav¨ªa un optimismo voluntarioso, tan ciego como la vaca de Maragall (el poeta). La realidad se denuncia a s¨ª misma y cada nuevo dato empeora las cosas. La ruina de las vacas tiene la gravedad de un espejo roto, de un s¨ªmbolo partido por la mitad.
La abuela de un compa?ero del colegio ten¨ªa una vaquer¨ªa muy cerca del Campo del Pr¨ªncipe. Las vacas estaban en la ciudad de un modo natural, como estaban el campo y las alamedas del Genil, el tranv¨ªa de la Sierra y los secaderos de tabaco.
La Granada de los a?os sesenta manten¨ªa en el aire un sabor provinciano, se juntaban los edificios modernistas de finales del XIX y las huellas de una vida rural, el asfalto y el esti¨¦rcol, la especulaci¨®n de los constructores y los burros cargados de arena o de cascajo. Los ni?os de entonces tard¨¢bamos poco en comprobar con nuestras manos que era cierta la simbolog¨ªa pac¨ªfica de las vacas lecheras, su mansedumbre de verdad natural, de infancia perpetua, que se extend¨ªa al resto de las vacas para definir una imagen ordenada del mundo. El barco sobre la mar, el cami¨®n naranja del butano en las calles y la vaca en la pradera. A esta literatura infantil de bondad y pureza deb¨ªa a?adirse la medalla cient¨ªfica de una lucha humanitaria contra la enfermedad. Como se estudiaba en el libro de Ciencias Naturales, vacuna viene de vaca, porque el doctor Edward Jenner descubri¨® que el contacto con estos animales era el mejor preservativo contra la viruela. En la campana de la vaca y en su paso tranquilo por la hierba hab¨ªa toda una lecci¨®n de beneficiencia. Realmente la vaca era el sustituto vegetariano de los ni?os de San Ildefonso.
Pero nuestra sociedad est¨¢ acostumbrada a corromper sus s¨ªmbolos. Una vaca carn¨ªvora, obligada a comer piensos de origen animal, parece una met¨¢fora rota, una paloma convertida en halc¨®n, un ni?o asesino, adulterado por los videojuegos. La distancia que existe entre una vaca sana y una vaca loca es la misma que hay entre una sociedad libre y las democracias actuales. La especulaci¨®n ha estallado en manos de los ricos. Parece que los pobres se morir¨¢n antes, pero comer¨¢n mejor. Europa ha inventado un chiste para empezar el siglo XXI. El buen filete ser¨¢ exportado al tercer mundo y en los restaurantes europeos se servir¨¢n p¨ªldoras higi¨¦nicas.
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