La exhibici¨®n de la derrota
A menudo la magnitud de las derrotas pol¨ªticas depende de c¨®mo las vive el perdedor y de c¨®mo las percibe la opini¨®n p¨²blica. Desde que Mas gan¨® la batalla a Duran y consigui¨® que Pujol le invistiera como heredero, se sab¨ªa que Duran lo hab¨ªa encajado muy mal. Con su dimisi¨®n se confirma este extremo. Para el com¨²n de los mortales, que el heredero de Pujol en la coalici¨®n nacionalista fuera un hombre del partido mayoritario -el convergente Mas- entraba perfectamente en la l¨®gica de las cosas. Duran ha querido que todo el mundo sepa una verdad que de otro modo hubiese quedado para el peque?o grupo de los enterados: que perdi¨® y que la derrota le ofendi¨® profundamente.
Costar¨¢ saber la letra peque?a de esta historia, hecha de conversaciones en la cumbre convergente, con pocos testigos y muchas medias palabras, y fruto de unas largas relaciones fraternales llenas de los despechos y resentimientos que se acumulan en la vida familiar. En cualquier caso, Duran ha construido su irritaci¨®n sobre un malentendido, sobre promesas que ¨¦l crey¨® haber o¨ªdo y que Pujol piensa que nunca hizo.
La dimisi¨®n de Duran prolonga la sensaci¨®n de estado de crisis en la coalici¨®n nacionalista. Si Pujol pensaba que declarando ganador a Mas resolv¨ªa la crisis de decadencia, se equivoc¨®
En la ¨²ltima campa?a electoral, Duran tuvo una participaci¨®n muy destacada. En Converg¨¨ncia reconocen que su papel fue probablemente decisivo para que la derrota en votos fuera suficientemente peque?a para salvar la victoria en esca?os. Duran asumi¨® con profesionalidad y energ¨ªa el papel de ariete de la campa?a de Pujol. Y aqu¨ª se forj¨® el malentendido. Pujol transform¨® el reconocimiento al trabajo de Duran en la soluci¨®n salom¨®nica de dotar al Gobierno de dos n¨²meros dos, lo cual equival¨ªa a reconocerles a ambos la condici¨®n de aspirantes. As¨ª lo entend¨ª¨® Duran. Convencido de que un duelo con Mas, en que los dos partieran en igualdad de oportunidades, lo ganar¨ªa de calle. Duran probablemente sobrevalor¨® sus fuerzas. Los sondeos de opini¨®n no dieron en ning¨²n momento una valoraci¨®n tan superior de su parte que obligara al otro contendiente a rendir armas. Pero sobre todo Duran quiso olvidar las relaciones de fuerza de partida: el muy superior peso de Converg¨¨ncia sobre Uni¨® en la coalici¨®n, que hac¨ªa que la supuesta igualdad de oportundidades fuera s¨®lo una fantas¨ªa.
El primer a?o de la legislatura pas¨® con los dos consejeros mir¨¢ndose de reojo, los dos partidos jugando sus bazas y la oposici¨®n contemplando una pelea que cuanto m¨¢s se alargaba m¨¢s letal era para la coalici¨®n nacionalista. La coalici¨®n estaba en estado de crisis latente permanente. Y Pujol entendi¨® que no pod¨ªa seguir as¨ª si no quer¨ªa acabar como en sus peores pesadillas. El ¨¢rbitro no era neutral. Y otorg¨® a Mas un penalti que Duran entendi¨® que era decisivo. Se va sin siquiera intentar detenerlo. Deja la porter¨ªa y da la mano al ¨¢rbitro porque da por perdida la primera fase. Al dimitir le otorga definitivamente al conseller en cap el t¨ªtulo de campe¨®n del torneo de apertura. Queda por ver si habr¨¢ torneo de clausura.
Duran nunca ha manifestado una gran vocaci¨®n de gobierno. En realidad, siempre hab¨ªa eludido entrar en los gabinetes de Pujol, porque entend¨ªa que, por lo menos hasta el momento de aspirar a la suprema unci¨®n, su lugar estaba en el partido. Vuelve de este modo a su estado natural: a la pol¨ªtica de partido. Desde ella se construy¨® un nombre, se perfil¨® una figura. Para ello cont¨® con la ayuda muy valiosa de socialistas y populares, que no dejaron de cortejarle nunca pensando que de este modo sembraban la discordia en Converg¨¨ncia. Los pol¨ªticos son tan aficionados a las elucubraciones sobre la contradicci¨®n principal y la contradicci¨®n secundaria como ¨¦ramos hace treinta a?os los j¨®venes althusserianos.
Despu¨¦s de las ¨²ltimas auton¨®micas, Duran fue consejero por c¨¢lculo t¨¢cito. Entendi¨® que aceptar, por fin, un puesto en el Gobierno era condici¨®n necesaria para poder aspirar: un gesto de solidaridad con la coalici¨®n y un signo a la opini¨®n p¨²blica de que ¨¦l tambi¨¦n es capaz de gestionar. Desvanecido el objetivo, perdida la carrera por la sucesi¨®n, la tarea de gobierno le resultaba perfectamente prescindible. Y toma distancia: se va al partido -su casa- a reflexionar, hacer planes de futuro y definir la estrategia despu¨¦s de haber sido pillado durante un a?o con el pie cambiado.
La dimisi¨®n es evidentemente un puntillazo al conseller en cap. A Pujol no le ocurr¨ªan estas cosas, dir¨¢n algunos, porque en la medida en que todo el mundo ve al presidente camino de la salida, las culpas de que las cosas vayan mal ser¨¢n de Mas. Mas habr¨¢ aprendido que no le queda un camino f¨¢cil. Y que una vez se ha deshecho de Duran, para completar su jugada debe salirse de la tutela de Pujol y caminar a su aire. La pasada semana, el presidente Pujol se fue a Madrid a presentar a Mas en sociedad. ?Un conseller en cap del Gobierno catal¨¢n necesita introductor en la corte? No es precisamente as¨ª como Mas se labrar¨¢ una imagen de autonom¨ªa y personalidad propia. Y es dif¨ªcil compaginar el mensaje convergente de cambio de ciclo: ni Pujol ni Maragall, Mas es la nueva generaci¨®n, si el hijo no ha podido emanciparse de la tutela del padre. Muchas herencias se perdieron en este pa¨ªs por esta raz¨®n.
La dimisi¨®n de Duran prolonga la sensaci¨®n de estado de crisis en la coalici¨®n nacionalista. Si Pujol pensaba que declarando ganador a Mas resolv¨ªa la crisis de decadencia, se equivoc¨®. Estas crisis no se resuelven hasta que la sucesi¨®n ha sido efectiva y hay un nuevo l¨ªder con autoridad y sin tutelas. Y para que esto ocurra tienen que pasar muchas cosas todav¨ªa. De momento, lo que ha ocurrido es que Pujol ya lleva dos cambios de gobierno en un mes y a¨²n le falta un tercero: la sustituci¨®n de Vilajoana.
Sin embargo, Duran tiene un margen de maniobra limitado. Mientras la crisis de la coalici¨®n se mantenga viva, Duran seguir¨¢ existiendo pol¨ªticamente. Habr¨¢ muchos espont¨¢neos dentro y fuera de la coalici¨®n dispuestos a ayudarle en esta tarea. Pero tendr¨¢ que medir muy bien sus gestos, porque si se le fuera la mano, si se dejara seducir por las propuestas de flirteo de los populares y de los socialistas, podr¨ªa pagarlo muy caro: un electorado tan conservador como el catal¨¢n no perdona a traidores. Duran vuelve a la acumulaci¨®n primitiva: sumar fuerzas desde su partido, reconstruir la imagen despu¨¦s de la derrota y esperar una coyuntura favorable. De momento, habr¨¢ que ver c¨®mo responde Converg¨¨ncia a su golpe de fuerza: si se ablanda en las negociaciones sobre el futuro de la coalici¨®n o, al contrario, endurece su postura ante el desaire. Lo cierto es que para Uni¨® dif¨ªcilmente hay salvaci¨®n fuera de la coalici¨®n. Otra cosa ser¨ªa para Duran a t¨ªtulo estrictamente personal. Quiz¨¢ ahora se arrepienta de no haber aceptado la oferta de Aznar para ocupar la cartera de Exteriores. Entendi¨® que era un pulso demasiado fuerte hacia Pujol y no acept¨®. Y, sin embargo, ha perdido el pulso con Mas.
Desde la oposici¨®n se jalea el espect¨¢culo de la crisis de la coalici¨®n nacionalista. Y se celebra que Mas se estrene recibiendo un golpe de su adversario. Todo parece confirmar la idea de que el tiempo de Converg¨¨ncia i Uni¨® se est¨¢ acabando. Maragall da por supuesto que no tiene que hacer otra cosa que esperar a que la fruta caiga en sus manos. Y si las cosas siguen as¨ª, no va a necesitar grandes esfuerzos para ganar. Pero en pol¨ªtica los excesos de confianza se pagan. Mas tiene todav¨ªa tiempo por delante. Tampoco Pujol por carca y Aznar por necio, les llegaban, seg¨²n dec¨ªan los socialistas, ni a la suela de los zapatos: Pujol lleva 20 a?os gobernando, Aznar, 5.
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