La mano misteriosa
La del domingo fue una de las noticias m¨¢s misteriosas de los ¨²ltimos tiempos. Clint Hallam, receptor del primer transplante de mano del mundo, se ha quedado manco de nuevo. Y ha sido por su propia voluntad. El s¨¢bado, tras numerosos ruegos e intentos fallidos, Hallam consigui¨® que en un hospital brit¨¢nico le extirparan la mano que con tantos esfuerzos le implantaron hace tres a?os en un hospital de Lyon.
Cuando en 1998 le transplantaron a Clint Hallam la mano de un hombre fallecido en accidente de moto, la noticia debi¨® de causar un especial revuelo y estupefacci¨®n entre los providencialistas en general y en particular, entre algunos fundamentalistas. No era para menos porque Hallam hab¨ªa perdido su mano derecha mientras trabajaba con una sierra mec¨¢nica en una c¨¢rcel de Nueva Zelanda, donde cumpl¨ªa condena por fraude. 'Si perdi¨® la mano, castigo divino', pensar¨ªan los unos. 'Antes del accidente hab¨ªa que hab¨¦rsela cortado, por ladr¨®n', se dir¨ªan los partidarios de una ley hoy s¨®lo en vigor entre los fundamentalistas isl¨¢micos y algunas tribus africanas, pero que aqu¨ª a¨²n estaba vigente durante el famoso siglo XV valenciano, cuando Ausi¨¤s March ten¨ªa jurisdicci¨®n civil y criminal en Beniarj¨®, lugar de moros con los que no tuvo demasiados miramientos a la hora de decretar semejante condena.
As¨ª que para aquellos que creen en la inexorabilidad de los designios de la Divina Providencia, la amputaci¨®n de esta segunda mano de Hallam no dejar¨ªa de ser una noticia reconfortante, una suerte de restituci¨®n del Orden Supremo. Por el contrario, para las mentes positivas, dispuestas a rebelarse no s¨®lo frente a hipot¨¦ticas condenas celestiales, sino tambi¨¦n ante las m¨¢s ciertas y reales del azar y de los caprichos de la naturaleza, esta segunda amputaci¨®n no deja de ser un peliagudo enigma sobre los misterios que envuelven el alma humana.
Desde que en diciembre de 1967 el doctor Christian Barnard realiz¨® el primer transplante de coraz¨®n humano, este tipo de intervenciones se han ido consolidando y sin embargo, no se tiene noticias de que ning¨²n paciente, absolutamente ninguno, haya pedido que se lo extirpen. Se dir¨¢, certeramente, que tal hip¨®tesis es delirante, pues sin mano se puede vivir y no sin coraz¨®n. Pero, podemos convenir, que alg¨²n despechado podr¨ªa, al menos, haber manifestado su descontento con su nuevo ¨®rgano como lo ha hecho Clint Hallam con su transplantada extremidad. No hay la m¨¢s m¨ªnima noticia de ello.
Durante el primer a?o con su nueva mano, Hallam consigui¨® sujetar una taza, lavarse los dientes y lo que es m¨¢s importante, sentirse un hombre completo. Pero luego las cosas cambiaron. 'He llegado a un punto en que no puedo m¨¢s, mi cuerpo y mi mente est¨¢n hartos de esta mano y ahora soy yo el que la rechaza', declar¨® para justificar su decisi¨®n. M¨¢s ancha y larga que su mano izquierda, explican los cronistas, la trasplantada se hab¨ªa llenado de costras y sol¨ªa ocultarla para no ser mirada con horror. A partir de estas afirmaciones, la ¨²nica explicaci¨®n veros¨ªmil es que el rechazo de Clint estuviera motivado por el horror de la mirada ajena sobre su mano, una mano vista a los ojos de los dem¨¢s como extra?a y con la interiorizaci¨®n de esa mirada, cada vez m¨¢s, tambi¨¦n, como una intrusa por ¨¦l mismo. As¨ª las cosas habr¨¢ que concluir que la nueva mano de Hallam no ha sido v¨ªctima de ning¨²n designio de los cielos, sino de ese infierno que son los dem¨¢s.
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