Aldecoa
Acaba de reeditarse Gran Sol, la magn¨ªfica novela de Ignacio Aldecoa (Alfaguara). El libro soportaba desde hace a?os una dif¨ªcil navegaci¨®n por subterr¨¢neos circuitos editoriales, de modo que su reedici¨®n es una recuperaci¨®n. Coincide ¨¦sta con la publicaci¨®n de una lista de las mejores novelas en lengua espa?ola del siglo XX. Curiosamente, Gran Sol no figura en la lista, ni ninguna otra obra de Aldecoa.
Alguien ha hablado del da?o que ha hecho Harold Bloom a la literatura con sus c¨¦lebres listas. La intenci¨®n de Bloom (recordar al p¨²blico norteamericano que la literatura occidental descansa en pilares s¨®lidos) ha sido trivializada y traicionada. Desde su libro sobre el canon vienen proliferando las listas y los errores. Aqu¨ª y fuera de aqu¨ª. (Pero las listas s¨®lo valen como juego intelectual, como juego est¨¦tico. Esta es su ¨²nica justificaci¨®n. Hacerlas con otros prop¨®sitos requiere de m¨²ltiples y complejos instrumentos.) El error Aldecoa, su omisi¨®n en cualquier lista de buenas novelas espa?olas del siglo, es particularmente grave. M¨¢xime cuando en los ¨²ltimos a?os se ha producido una notable labor de recuperaci¨®n de su legado. Se ha publicado as¨ª una edici¨®n aumentada de sus cuentos completos, se ha reeditado Parte de una historia y se ha vuelto a imprimir el magistral y semidesconocido Neutral Corner. Todo esto en Alfaguara. Mientras tanto, Planeta contin¨²a reimprimiendo El fulgor y la sangre y Con el viento solano. Y otras ediciones de sus cuentos siguen en los cat¨¢logos editoriales con resultados aceptables.
El error Aldecoa, su omisi¨®n en cualquier lista de buenas novelas espa?olas del siglo, es particularmente grave
En estas circunstancias, la omisi¨®n de Aldecoa en una colecci¨®n destinada al gran p¨²blico y que se presenta, velis nolis, como ejemplar, o con voluntad de ejemplaridad, no deja de suscitar perplejidades. Uno no quiere polemizar con nadie (m¨¢xime en un pa¨ªs donde a menudo la pol¨¦mica se confunde con el insulto), pero s¨ª quiere dejar constancia, en nombre de la dignidad de la narrativa espa?ola, de que la ausencia de Aldecoa en cualquier repertorio de este tipo es un atentado contra aqu¨¦lla. Fue un cuentista formidable, quiz¨¢ el mayor cuentista espa?ol del siglo XX, y dej¨® cuatro novelas que son, seguramente, s¨®lo un mu?¨®n de su talento, pero un mu?¨®n glorioso. Ning¨²n lector de novelas riguroso puede olvidar la angustiosa espera y la cr¨®nica sentimental de las mujeres de los guardias civiles en El fulgor... (Aldecoa era tan poco sectario que hizo de la Guardia Civil un tema humano y no pol¨ªtico). Ning¨²n lector atento de novelas puede olvidar la persecuci¨®n del gitano Sebasti¨¢n por los campos de Castilla, herido por 'el viento solano'. Nadie con buenos t¨ªtulos de lector olvidar¨¢ la talla humana de Sim¨®n Orozco con su barco en el Gran Sol de la vida y de la muerte. En fin, ?qui¨¦n podr¨¢ no recordar las ensimismadas meditaciones del protagonista de Parte de una historia?
Aldecoa muri¨® con 44 a?os, cuando estaba por dar lo mejor de s¨ª mismo. Pero dio, y mucho. Dio f¨¢bulas grandes y menores (por su extensi¨®n), dio un estilo prodigioso: su castellano de vascuence es un deslumbramiento de sintaxis, im¨¢genes y ritmo. Una amplia bibliograf¨ªa cr¨ªtica as¨ª lo acredita.
Este a?o, en que se cumplen 32 de su muerte, una de sus mejores novelas ha vuelto a navegar con su idioma de oro y su carga de titanes. El suyo ser¨¢ un nuevo periplo de fortuna literaria donde los j¨®venes lectores podr¨¢n acercarse a uno de los universos m¨¢s personales de la narrativa espa?ola del siglo XX.
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