Un autonomista respetuoso y cort¨¦s
'La Constituci¨®n de 1978 es una obra humana y, por lo tanto, perfectible', pero siempre a partir de un consenso tan amplio como el registrado durante la transici¨®n pol¨ªtica
'Es posible hablar de Espa?a sin ser tildado de centralista', escribe Eduardo Zaplana. Y, desde luego, demuestra que es posible simular un discurso autonomista pleno sin molestar lo m¨¢s m¨ªnimo al Gobierno central.
El Partido Popular encomend¨® a Zaplana hace apenas dos a?os que saliera a la palestra y anunciara un modelo de financiaci¨®n auton¨®mica interesado capaz de seducir tanto a los nacionalistas catalanes como a los socialistas andaluces. El modelo Zaplana, dibujado por Juan Costa, entonces secretario de Estado de Hacienda, se formul¨® en plena precampa?a de las elecciones auton¨®micas de 1999 y contribuy¨® a desplazar definitivamente a los inc¨®modos socios regionalistas que el PP valenciano arrastr¨® durante su primera legislatura al frente de la Generalitat.
La jugada tambi¨¦n permiti¨® al PP amortiguar el discurso reivindicativo de sus socios catalanes en el Congreso de los Diputados y sugerir una novedosa vocaci¨®n autonomista planteada por uno de los j¨®venes valores de un partido identificado tradicionalmente con la derecha espa?olista. Eran los tiempos del poder valenciano y de los barones emergentes desde la periferia.
Pero la mayor¨ªa absoluta del PP, tanto en la Comunidad Valenciana como en el Estado, han cambiado las tornas. Ahora es el Gobierno central el que genera los futuros barones, en lugar destacado Jaime Mayor Oreja y Josep Piqu¨¦. Ahora son los ministros de Administraciones P¨²blicas y de Hacienda los que llevan las riendas de los escarceos previos al inminente debate sobre el modelo de financiaci¨®n auton¨®mica. Ahora, en fin, ya no se habla de poder valenciano y las reflexiones de un presidente auton¨®mico sobre el modelo de Estado se presentan, en primer lugar, en la Villa y Corte.
Pero Zaplana mantiene un poderoso olfato pol¨ªtico y ha sabido vestir el encargo original para plasmar por escrito las l¨ªneas esenciales de un modelo de financiaci¨®n auton¨®mica con ropajes propios de aspirante a estadista.
Las reflexiones que Zaplana plasma en El acierto de Espa?a, la vertebraci¨®n de una naci¨®n plural son las de un autonomista respetuoso y cort¨¦s. Responden a un esquema tan ambiguo, al menos, como la redacci¨®n del T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n de 1978, una ambig¨¹edad que ha permitido el desarrollo efectivo del Estado de las Autonom¨ªas durante los ¨²ltimos 22 a?os.
Zaplana sugiere que el proceso de descentralizaci¨®n se ha cerrado a falta de que las comunidades sujetas al r¨¦gimen general asuman las ¨²ltimas transferencias pendientes, esencialmente en materia de Sanidad. Y sostiene que la ambig¨¹edad con que los padres constituyentes definieron el modelo de Estado fue un acierto. M¨¢s a¨²n, alude en dos ocasiones a Jordi Sol¨¦ Tur¨¢ -padre de la Constituci¨®n como representante del extinto PSUC- para defender la potencia que a¨²n entra?a la Carta Magna como fuente de descentralizaci¨®n y autogobierno.
Zaplana cumple las exigencias del gui¨®n impuesto por su partido cuando demoniza a Miguel Herreno de Mi?¨®n -tambi¨¦n padre de la Constituci¨®n por Alianza Popular-, y rechaza tajantemente toda aspiraci¨®n soberanista de los territorios forales inspirada en una lectura flexible de la disposici¨®n adicional primera de la Carta Magna.
Pero tambi¨¦n se permite varias alegr¨ªas respecto a su partido, cuyas siglas s¨®lo se citan una vez a lo largo de m¨¢s de 200 p¨¢ginas. Zaplana insiste en reclamar sus or¨ªgenes como militante del Partido Dem¨®crata Liberal del Pa¨ªs Valenciano, posteriormente integrado en la Federaci¨®n de Partidos Dem¨®cratas y Liberales y, a la postre en Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico. No es menos significativo que el pr¨®logo sea obra de Adolfo Su¨¢rez, tan citado a lo largo del texto como el propio Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
Zaplana supera todos las restricciones cuando exige que los presidentes auton¨®micos tengan peso real en la construcci¨®n europea; cuando reivindica la capacidad de encauzar, por ejemplo, proyectos regionales de investigaci¨®n al margen del Estado; y cuando sugiere una relectura de la Carta Magna: 'La Constituci¨®n de 1978 es una obra humana y, por lo tanto, perfectible', pero siempre a partir de un consenso tan amplio como el registrado durante la transici¨®n pol¨ªtica.
Pero la disciplina se impone. La apuesta por la corresponsabilidad fiscal, la suficiencia financiera de las comunidades aut¨®nomas y la voluntad de acordar un modelo definitivo para distribuir los fondos p¨²blicos supone la culminaci¨®n del proceso abierto en 1978 y el encumbramiento de la simetr¨ªa del Estado.
El modelo de financiaci¨®n tiene resonancias federales y es te¨®ricamente muy similar al que defienden, por ejemplo, los socialistas catalanes. Pero con un matiz, mientras el PSC exige la reforma del Senado para convertirlo en aut¨¦ntica c¨¢mara territorial, Zaplana apenas propone una descafeinada Conferencia de Cooperaci¨®n Auton¨®mica.
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