La tina y el departamento
El poeta mexicano Jos¨¦ Emilio Pacheco, que une a la genialidad de su poes¨ªa la habilidad para concitar en su torno casualidades que parecen accidentes, viaj¨® hace a?os a Madrid y se aloj¨® en un hotel c¨¦ntrico; quiso darse un ba?o y descubri¨®, para su horror, que ya Espa?a le recib¨ªa con un accidente dom¨¦stico: no pod¨ªa llenar la ba?era, all¨ª no funcionaba nada, no sal¨ªa agua de las ca?er¨ªas. Con su voz suave, educada y tranquila, llam¨® por tel¨¦fono al recepcionista, uno de esos muchos espa?oles que habla golpeado, como si en el otro tuvieran un contrincante. Por encima de esa voz, Pacheco susurr¨® en el aparato: 'Se?or, ?me puede enviar un plomero que no me funciona la tina?'. '?Qu¨¦ dice, usted est¨¢ borracho!'. El poeta le explic¨® al espa?ol golpeado con otras se?ales el verdadero centro de su drama, y entonces el gram¨¢tico madrile?o entendi¨® al fin y le reconvino: '?Pero hable usted como es debido! Lo que le pasa es que se le ha roto el grifo y necesita un fontanero para que tenga agua en el ba?o'.
Los espa?oles golpeados, que no somos m¨¢s de 40 millones, nos pasamos sonriendo cuando estos mexicanos, que son m¨¢s de 100 millones, dicen departamento en lugar de piso, o cuando otros latinoamericanos decimos guagua en vez de autob¨²s. Enfrentados a la vieja dominaci¨®n de la lengua que se habla en Madrid y sus aleda?os, los mexicanos, y los otros latinoamericanos, empezar¨¢n a poner en sus diccionarios los espa?olismos frente a los americanismos ante los que nosotros sonre¨ªmos como si estuvi¨¦ramos oyendo a una legi¨®n de supuestos borrachos reclamar un plomero.
El espa?ol que hablamos en Espa?a no es el espa?ol que hablamos en el mundo; ¨¦sta es una lengua que ser¨¢ mestiza o no ser¨¢. Metido entre sus diccionarios, obsesionado por otras gram¨¢ticas, consultando obras de L¨¢zaro Carreter o de Grijelmo, el escritor colombiano Fernando Vallejo escribe en M¨¦xico una obra literaria que ya es de cualquier parte pero que primero descubrieron, traducida, los franceses. Un editor espa?ol, hace a?os, rechazaba las obras de Julio Cort¨¢zar porque escrib¨ªa en argentino. Durante las primeras impresiones del boom le¨ªamos a los latinoamericanos como si nos estuvieran descubriendo otra lengua, y a lo mejor lo que hac¨ªan -y esto lo dec¨ªa Carlos Fuentes, el otro d¨ªa, en la ciudad de M¨¦xico- era descubrir el espa?ol que viene; en definitiva, como ¨¦l mismo dice, ensanchaban el territorio de La Mancha dominado hasta entonces por la suficiencia golpeada de la meseta. Cr¨ªticos o lectores autosuficientes desde?an la escritura local latinoamericana como si Cervantes no hubiera escrito tambi¨¦n un espl¨¦ndido poema local, la historia de una locura que despu¨¦s han escrito, de otra manera, el propio Fuentes, Cort¨¢zar, Rulfo, Garc¨ªa M¨¢rquez, Onetti, Vargas Llosa, Mutis, Monterroso o Cabrera Infante.
Lo dec¨ªa tambi¨¦n Fuentes reci¨¦n regresado de Los ?ngeles, donde ha puesto im¨¢genes a la versi¨®n cinematogr¨¢fica de Aura: muchos hablar¨¢n espa?ol, Estados Unidos es cada vez m¨¢s un territorio de nuestra lengua com¨²n, se hablar¨¢ espa?ol en Brasil (se hablar¨¢ el espa?ol de Am¨¦rica Latina) y, como dice Fernando Rodr¨ªguez Lafuente, el director del Instituto Cervantes, ¨¦ste ser¨¢ no s¨®lo el gran idioma de cultura que es, sino que por eso mismo ser¨¢ tambi¨¦n un lenguaje de comercio... Pero no ser¨¢ s¨®lo el espa?ol de Espa?a el que va a hablarse, se hablar¨¢ un espa?ol mestizo que pasa por esta vasta, extraordinaria riqueza de los acentos y los t¨¦rminos que fueron -como escribi¨® una vez el historiador brit¨¢nico John H. Elliott- de un sitio a otro con la generosidad con que se comunica el aire... El espa?ol que viene est¨¢ en el aire.
Por esa misma vereda del espa?ol diverso lo dec¨ªa Fuentes: cada a?o, cuando se da el Cervantes, en Madrid se pone en marcha un encuentro desigual: la literatura de un pa¨ªs, Espa?a, contra la literatura de 20 pa¨ªses. ?Puede haber peor manera de reconocer la variedad de la cultura escrita en espa?ol? Un d¨ªa este espa?ol que reclama un plomero para la tina no ser¨¢ s¨®lo mexicano o guatemalteco y lo entender¨¢n tambi¨¦n en Madrid o en Nueva York. Y no hablar¨¢n el mismo idioma que hablan hoy, hablar¨¢n el espa?ol que viene.
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