El 'reaganismo' resucita en Washington
Las ideas del ex presidente Reagan, con 90 a?os y enfermo de Alzheimer, vuelven al centro de la escena pol¨ªtica con Bush
Cuando sus ideas vuelven a marcar la agenda pol¨ªtica de Washington, se habla de poner su rostro en los billetes de 10 d¨®lares y los historiadores le sit¨²an como uno de los m¨¢s grandes presidentes de la historia estadounidense, Ronald Reagan no recuerda que ¨¦l fue durante ocho a?os la persona m¨¢s poderosa del planeta. A veces, ni tan siquiera se acuerda de que se llama Ronald Reagan. Mientras George W. Bush refresca su programa con propuestas como una reducci¨®n de impuestos y un refuerzo militar que incluya la guerra de las galaxias, Reagan ha cumplido 90 a?os aquejado por el mal de Alzheimer y recuper¨¢ndose de la rotura de cadera.
El pasado martes, d¨ªa de su 90? cumplea?os, Nancy Reagan le organiz¨® al ex presidente republicano una cena familiar en su casa de Los ?ngeles. Reagan, seg¨²n Nancy, disfrut¨® mucho del pastel de chocolate, su favorito. En ese mismo momento, en el otro extremo del pa¨ªs, cientos de personas celebraban ese aniversario en el m¨¢s flamante de los edificios federales de Washington, el Ronald Reagan Building. En la cena de gala estaba la flor y nata del Gobierno de Bush, que ya trabaj¨® con Reagan y vuelve a promover sus ideas desde la capital del imperio.
Como Reagan, Bush es tranquilo, m¨¢s afable que sabihondo, m¨¢s directo que intelectual, m¨¢s jefe de equipo que metomentodo
Esa noche, Bush II, correligionario de Reagan e hijo del que fue su vicepresidente, difundi¨® un mensaje que dec¨ªa: 'Usted vino a Washington en un momento en que nuestro pa¨ªs necesitaba confianza. Nos dijo que podr¨ªamos volver a ser fuertes dentro y fuera. Y cuando usted se march¨®, as¨ª era. Usted vino a la Casa Blanca cuando la guerra fr¨ªa era real. Nos dijo, aunque pocos le creyeran, que el imperio del mal caer¨ªa y triunfar¨ªa la libertad. Y su determinaci¨®n hizo que eso ocurriera'.
M¨¢s que como su padre, el norte?o, fr¨ªo y aristocr¨¢tico vencedor de la guerra del Golfo, Bush gobierna EE UU como Reagan. Como el hombre que fue socorrista de playa y actor secundario de Hollywood antes de entrar en pol¨ªtica, Bush hizo sus primeras armas como gobernador de un Estado meridional (Tejas, en su caso; California, en el de Reagan). Pero las semejanzas no se detienen ah¨ª. Como Reagan, Bush es de temperamento tranquilo, m¨¢s afable que sabiondo, m¨¢s directo que intelectual, m¨¢s jefe de equipo que metomentodo. Como el tambi¨¦n ranchero y tambi¨¦n subestimado Reagan, Bush se trabuca con las palabras, es incapaz de dar clases magistrales, se empe?a en disfrutar de sus ratos libres y prefiere dejar los detalles de la gesti¨®n gubernamental a sus colaboradores.
Es significativo que el tiroteo del mi¨¦rcoles frente a la Casa Blanca sorprendiera a Bush haciendo gimnasia a las once y media de la ma?ana, mientras su vicepresidente, Dick Cheney, despachaba los asuntos cotidianos. Y tambi¨¦n que su primera salida al extranjero, la del pr¨®ximo viernes, consista en unas horas en el rancho del mexicano Vicente Fox, para irse corriendo al suyo propio, en Crawford (Tejas) y pasar all¨ª el fin de semana. Pero Bush sabe que en la Reserva Federal est¨¢ el republicano Alan Greenspan, que fue nombrado por Reagan, y en el Gobierno velan tipos como Cheney, Colin Powell, Donald Rumsfeld y Paul O'Neill, veteranos todos de los equipos republicanos de Richard Nixon, Gerald Ford, Reagan y el primer Bush.
Con la Casa Blanca y el Congreso dominados por los republicanos, el vencedor real de las extra?as elecciones del a?o 2000 fue, si se piensa bien, Reagan. Mientras ¨¦l se ha convertido en el tercer ex presidente de EE UU que alcanza los 90 a?os (los dos anteriores, John Adams y Herbert Hoover, ya no superaron esa cifra), su programa reverdece en Washington. Bush present¨® el jueves un proyecto de recorte de impuestos para reactivar la econom¨ªa, cuyo ¨²nico precedente es el impulsado con ¨¦xito por Reagan a comienzos de los ochenta. Y el tejano quiere construir el escudo contra misiles que el californiano no pudo ver. Y tambi¨¦n quiere aplicar medidas claramente reaganianas como la privatizaci¨®n parcial de las pensiones de jubilaci¨®n o la concesi¨®n de cheques escolares para que los padres env¨ªen a sus hijos a escuelas privadas si las p¨²blicas son malas.
Reagan ser¨¢ recordado 'como el presidente m¨¢s importante desde Franklin Roosevelt', escribe Chicago Tribune. Ese diario cita sus mayores errores: el esc¨¢ndalo Irangate, en el que su Gobierno negoci¨® con Ir¨¢n pese a la palabrer¨ªa de dureza contra el terrorismo, y los niveles descomunales alcanzados por el d¨¦ficit presupuestario y la deuda nacional durante su estancia en la Casa Blanca. Pero le contrapone la reconstrucci¨®n militar de EE UU, que le permiti¨® superar el s¨ªndrome de Vietnam, una reactivaci¨®n econ¨®mica de la que el pa¨ªs ha vivido las ¨²ltimas dos d¨¦cadas y su enfrentamiento al comunismo, simbolizado en la frase que pronunci¨® en Berl¨ªn: 'Se?or Gorbachov, ?tire ese muro!'.
El agridulce sabor dejado por Clinton, genial pol¨ªtico pero personaje escandaloso, contribuye al culto a Reagan. 'Reagan hac¨ªa lo que dec¨ªa y el contraste con un pol¨ªtico reciente ha trabajado en su favor', dice Michael Deaver, que fue su ayudante. No paran de salir libros sobre el 40? titular de la Casa Blanca -dos, uno con cartas de amor y otro con sus discursos escritos a mano, son de inminente aparici¨®n- y de rend¨ªrsele homenajes. Su rancho californiano fue comprado hace tres a?os por la conservadora Fundaci¨®n de la Joven Am¨¦rica para convertirlo en un templo del reaganismo. Y en la masiva cena washingtoniana del martes estuvo presente Grover Norquist, un conservador que dirigi¨® la exitosa campa?a para rebautizar el principal aeropuerto de Washington como Ronald Reagan National Airport.
Ahora, Norquist ha emprendido una cruzada para reemplazar el retrato de Alexander Hamilton por el de Reagan en los billetes de 10 d¨®lares. No es una tarea imposible. Para frustraci¨®n de los progresistas de EE UU y el resto del mundo, que lo minusvaloraban y detestaban, el Gran Comunicador es aplaudido por la cr¨ªtica y el p¨²blico. 'No hay modo de quitarle a Reagan una considerable influencia en el final de la guerra fr¨ªa', dice Lou Cannon, autor del libro President Reagan: the role of a lifetime. 'El ¨²nico debate est¨¢ en saber si ¨¦l aport¨® el 47% y Gorbachov el 53%, o viceversa'.
As¨ª que, en la reaganofilia que inunda Estados Unidos, la ¨²nica voz discordante es la del congresista dem¨®crata por Massachusetts Barney Frank. Seg¨²n ha declarado Frank al diario The New York Times, el principal legado de Reagan es 'la continua lucha de nuestra naci¨®n contra la pobreza urbana, los sin techo y el sida'. Pero el propio Clinton, del que Frank fue gran valedor durante el caso Lewinsky, ya dio la raz¨®n a Reagan cuando, en su m¨¢s importante declaraci¨®n de pol¨ªtica interior, proclam¨® ante el Congreso: 'La era del gran Gobierno ha terminado'.
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