Cumbre de la guitarra flamenca
La guitarra de Manolo Sanl¨²car, su m¨²sica, ocupa una situaci¨®n aparte en el panorama del flamenco actual. A su bondad intr¨ªnseca absoluta, incuestionable, Sanl¨²car incorpora la autoestima de un hombre que reivindica desde hace muchos a?os un mayor respeto hacia el flamenco. Sanl¨²car ha contribuido decisivamente, antes que nada con su propia m¨²sica, a que el flamenco vaya adquiriendo una dignidad pareja a la de cualquier m¨²sica culta. Este concierto, que ¨¦l dividi¨® en tres momentos correspondientes a otras tantas etapas de su carrera art¨ªstica, fue una buena oportunidad para transmitirnos toda la grandeza y la belleza de una m¨²sica que naci¨® al calor de lo popular -lo popular en su dimensi¨®n m¨¢s noble, enti¨¦ndaseme-, desde las alegr¨ªas iniciales hasta la complejidad conceptual de la ¨²ltima creaci¨®n de Sanl¨²car, Locura de brisa y trino, de la que interpret¨® varios temas.
Sanl¨²car viene de aquello primero, esto debe quedar claro, de o¨ªr cuando era ni?o a¨²n la modesta guitarra de su padre en las reuniones de cabales, pero a medida que fue profundizando en el conocimiento del flamenco fue creciendo su propia exigencia, con ¨¦l mismo antes que con los dem¨¢s. Y as¨ª pudo crear ese personal mundo musical que se distingue de cualquier otro por una dignidad en la forma acorde con la seriedad creativa.
Perfeccionista hasta la exasperaci¨®n, las ¨²ltimas obras de Sanl¨²car tienen la virtud de abrir posibilidades al flamenco sin perder su cualidad fundamental de lo jondo. Parte de una de estas obras, Tauromagia, ocup¨® el momento central del concierto. Algunos de sus temas fueron de los m¨¢s bellos, por la emoci¨®n y el sentimiento del toque en solitario de Sanl¨²car, y otro -por buler¨ªas- en que Di Geraldo brill¨® con su gran arte en las percusiones.
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