Por el marketing al poder
Dec¨ªa Williams James que todo lo que funciona sirve, y en esa tradici¨®n de utilitarismo anglosaj¨®n hay que plantearse las relaciones de capacidad de incidir en el poder de un Estado. Porque aqu¨ª de lo que se trata es de saber si los valencianos tenemos la capacidad de articular nuestra Comunidad con los mismos recursos por habitantes que las dem¨¢s autonom¨ªas. No consiste en plantear el tema en t¨¦rminos insolidarios o hacer el t¨ªpico discurso nacionalista de yo me merezco tal cosa porque mis se?as de identidad son de esta manera y tengo que presionar al gobierno central para que me d¨¦ lo que creo que en justicia me corresponde. Es ¨¦se un discursos que no lleva m¨¢s que a ser pla?ideros con la consiguiente retah¨ªla de que otros tienen m¨¢s o consiguen por medios espurios una mejor posici¨®n en el conjunto de Espa?a. Por eso cuando se habla del poder valenciano, refiri¨¦ndose al Estado, hay que analizar qu¨¦ se est¨¢ demandando. Si ello consiste en querer tener una capacidad de influencia en los ¨®rganos pol¨ªticos de Madrid para conseguir tal o cual infraestructura o para aumentar las prestaciones de los servicios se est¨¢ proponiendo el mismo m¨¦todo que se denuncia al pretender obtener determinadas concesiones por el sistema de la presi¨®n, y a la postre eso significa articular un sistema caciquil o de lobby que proporcione lo deseado.
Curiosamente desde la revoluci¨®n liberal del siglo XIX y hasta los primeros albores del siglo XX los valencianos han tenido un poder considerable en la estructura del Estado. El marqu¨¦s de Campo, Navarro Reverter, Cirilo Amor¨®s, el golpe de Estado dado en Sagunto en 1874 que iniciar¨ªa la Restauraci¨®n, como ha estudiado J. A. Piqueras, son ejemplos de nuestro poder ejercido por m¨¦todos de influencia econ¨®mica y social. Aqu¨ª la burgues¨ªa no necesitaba crear una imaginer¨ªa nacionalista porque ten¨ªa ese poder que ahora se reclama.
En esta situaci¨®n lo que se tratar¨ªa es de conseguir lo m¨¢ximo del gobierno de Espa?a, y as¨ª el sistema de las autonom¨ªas funcionar¨¢ siempre en t¨¦rminos de tensi¨®n y da igual que vayamos hacia el federalismo (que no acabo de entender en qu¨¦ se diferencia de las autonom¨ªas) o a la consagraci¨®n del federalismo asim¨¦trico que algunos plantean, lo que supondr¨ªa la ruptura de un modelo de Estado que la Constituci¨®n ha consagrado y que en t¨¦rminos generales ha ido funcionando.
En este sentido el libro de Zaplana pone por escrito lo que un l¨ªder de un partido pol¨ªtico piensa sobre la realidad y cu¨¢les son sus propuestas de transformaci¨®n de la misma en aquellas parcelas que puede considerarse fundamentales para obtener lo que en 'justicia nos pertenece'. No me interesa si el autor lo ha hecho por una operaci¨®n de marketing que le abra las puertas al poder del Estado. En pol¨ªtica es dif¨ªcil juzgar intenciones y por tanto ¨¦se es un campo que pertenece a la Psicolog¨ªa que me siento incapaz de aplicar. En todo caso cada uno utiliza los recursos que posee. Al menos ha tenido el buen gusto de no citar a Ortega, al que generalmente se acaba aludiendo cuando alguien quiere hacer carrera en la villa y corte: Madrid es una ciudad-capital en la que al final de cada conversaci¨®n siempre sale Ortega, como si s¨®lo existiera en cien a?os un solo intelectual espa?ol de referencia que fija y da esplendor. Lo de Silvela como gran autonomista me parece una broma (pg. 27) y la utilizaci¨®n en exceso de adjetivos y adverbios (extraordinario, importante, enormemente, etc) proporcionan al texto una literatura grandilocuente, pero en conjunto se lee con facilidad.
La propuesta sustantiva que hay que considerar es la de la financiaci¨®n, porque, a la postre, resulta la clave de lo que recibe cada autonom¨ªa por habitante en funci¨®n de los servicios que se presta. As¨ª Galicia recibe 154.000 pesetas por habitante, Andaluc¨ªa 139.000, Catalu?a 127.000 siendo la media espa?ola de 134.000, mientras que Valencia tiene 117.000 pesetas. Es decir, un valenciano recibe menos que un andaluz, un gallego o un catal¨¢n, para atender a los mismos servicios que gestiona la autonom¨ªa. Y si nos remontamos a 1996, Galicia ten¨ªa 112.000 pesetas por habitante mientras que Valencia por la misma fecha 91.000, ahora comparando ambas autonom¨ªas las diferencias han pasado del 22,8% al 31,5%. Y en esa estamos. ?C¨®mo alcanzar al menos la media espa?ola? Zaplana nos propone la cesi¨®n de tributos. ?Ser¨ªa una soluci¨®n para paliar el d¨¦ficit y el endeudamiento? ?Habr¨¢ que asumir que hay que poner un precio a esos tributos para alcanzar el techo de financiaci¨®n deseado? Y eso en la pr¨¢ctica ?no supondr¨¢ un aumento de los impuestos para los valencianos, lo que no parece factible en la din¨¢mica de la actual pol¨ªtica econ¨®mica? ?La cesi¨®n de tributos ser¨¢ solidaria con el resto de Espa?a, por cuanto el Estado necesita tambi¨¦n unos recursos para su funcionamiento o para la compensaci¨®n interterritorial que tienen que aportar los espa?oles? ?No llevar¨¢ la cesi¨®n de tributos a que los servicios sean iguales al coste y permanezcan inalterable las cantidades que recibe la Comunidad Valenciana?
Por ello el poder valenciano se demostrar¨ªa consiguiendo que la Comunidad adquiriera por los servicios que realiza al menos la cantidad media espa?ola por habitante. No es tanto un problema de presi¨®n como de racionalidad financiera. En caso contrario estamos como siempre, utilizando la capacidad de relaciones personales para solucionar un problema de Estado. El mecanismo del poder valenciano no es usar la influencia individual que tengamos en la intermediaci¨®n con el gobierno de turno -eso ser¨¢ coyuntural-, sino en proponer un sistema que sea equitativo, coherente y solidario para todos.
Javier Paniagua es profesor de Historia Social y del Pensamiento Pol¨ªtico de la UNED.
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