Epidemiolog¨ªa del alarmismo
A fines del a?o pasado particip¨¦ en un tribunal encargado de juzgar una tesis doctoral que versaba sobre cine de terror y sociedad del riesgo. Y cuando le toc¨® intervenir a un catedr¨¢tico senior bien conocido por su cosmopolitismo, que est¨¢ especializado en historia de la teor¨ªa social, se limit¨® a dictaminar: 'La sociolog¨ªa del riesgo es una estupidez, y Ulrich Beck, su m¨¢ximo profeta, un aut¨¦ntico idiota'. Su narcisismo debi¨® quedar satisfecho, si es que padece una neurosis tan gratificante, pues inmediatamente un rumor colectivo inund¨® el Sal¨®n de Grados, sacudido por tan inesperado esc¨¢ndalo. Chapeau.
Como se sabe, el soci¨®logo alem¨¢n de moda, Ulrich Beck, se ha hecho famoso popularizando una versi¨®n extremada y reducida al absurdo de la hip¨®tesis weberiana de la jaula de hierro: el exceso de racionalismo y modernizaci¨®n s¨®lo conducir¨ªa a un infierno inhumano. Y donde Weber hablaba de consecuencias no queridas o efectos perversos (concepto acu?ado por Goethe en su Fausto), Beck predica la proliferaci¨®n de peligros emergentes: incertidumbre, inseguridad y riesgo. Es la quintaesencia de la ret¨®rica reaccionaria tan querida por el pensamiento conservador, que, al decir de Hirschman, en el cambio social s¨®lo sabe advertir no el progreso evidente, sino tan s¨®lo su peligrosidad o jeopardy. Sus argumentos son los consabidos lugares comunes sobre las presuntas patolog¨ªas yatrog¨¦nicas que causar¨ªa el desarrollo cient¨ªfico-t¨¦cnico del capitalismo: desempleo cr¨®nico, desorganizaci¨®n familiar, destrucci¨®n del medio ambiente y creaci¨®n de nuevos desastres causados por el exceso de codicia o ambici¨®n. Y la respuesta a tanto alarmismo tambi¨¦n es conocida: el cambio social genera mayor incertidumbre, pero ¨¦sta es de naturaleza j¨¢nica o bifronte, puesto que tanto representa un riesgo como su contrario, una oportunidad.
No crecen los riesgos reales, sino la contagiosidad del miedo a los percibidos o imaginarios
La originalidad de Beck residir¨ªa en la proposici¨®n de dos axiomas probablemente falsos. El primero es que la tasa neta de riesgos estar¨ªa creciendo a nivel global, cuando todos los indicadores sociales de calidad de vida y desarrollo humano, con la longevidad en primer t¨¦rmino, lo desmienten categ¨®ricamente. El segundo es que los nuevos riesgos espec¨ªficamente modernos ya no son naturales sino artificiales, en el sentido de que surgen como subproducto social. Pero esto no es nada nuevo. Hace doce mil a?os, los cazadores preagr¨ªcolas extinguieron la megafauna del pleistoceno. Hace diez milenios, la revoluci¨®n agr¨ªcola invent¨® las epidemias contagiosas al crear las ciudades-estado neol¨ªticas. Hace tres o cuatro milenios, los grandes imperios hidr¨¢ulicos transformaron los cursos fluviales induciendo cambios clim¨¢ticos. Hace medio milenio, los agricultores feudales y los constructores de barcos destruyeron el bosque europeo y diezmaron la poblaci¨®n amerindia, contagiada por letales virus mediterr¨¢neos. Y hace doscientos a?os se invent¨® el capitalismo industrial, con su catarata de efectos colaterales. Todos esos riesgos creados fueron imprevistos y quedaron sin control. Mientras que ahora, en cambio, ya sabemos preverlos, asegurarnos contra ellos y controlarlos cada vez m¨¢s.
Pero si la tesis de Beck es falsa, ?por qu¨¦ ha tenido tanto ¨¦xito entre los soci¨®logos m¨¢s c¨¢ndidos o cr¨¦dulos? Pues porque el miedo es emocionante, como descubri¨® el cine de terror, y el alarmismo se vende muy bien. Pero ?miedo a qu¨¦?: ?al cient¨ªfico loco, que enloquece a las vacas convirti¨¦ndolas en carn¨ªvoras, seg¨²n la vieja met¨¢fora f¨¢ustica del aprendiz de brujo que se convirti¨® en un h¨ªbrido de Pigmali¨®n y Frankenstein? No, miedo a nosotros mismos. Lo que demuestra el ¨¦xito del libro de Beck no es que crezcan los riesgos reales, pues decrecen objetivamente, sino que crece la contagiosidad del miedo a los riesgos percibidos o imaginarios. Nuestra sociedad es cada vez m¨¢s densa, dada la multiplicaci¨®n de nuestras redes de interconexi¨®n: es la densidad moral de D¨¹rkheim. Y eso hace que los p¨¢nicos, financieros o sociales, se multipliquen instant¨¢neamente, en cuanto suena una voz de alarma aparentemente autorizada. ?Puro irracionalismo patol¨®gico, s¨®lo entendible como freudiana psicolog¨ªa de las masas? Quiz¨¢, pero el comportamiento colectivo no es irracional.
Se trata, como apunta Jean-Pierre Dupuy, de la mano invisible de Adam Smith, que igual sirve para crear un orden autom¨¢tico, nacido por generaci¨®n espont¨¢nea del intercambio agregado, que para crear desorden aleatorio, tambi¨¦n nacido del mero intercambio propagado por mimetismo. Si la competencia se transmite por imitaci¨®n, tambi¨¦n el p¨¢nico se contrae por contagio. De ah¨ª que se establezcan ciclos de oscilaci¨®n pendular como en las modas o en los negocios, que fluct¨²an del orden al desorden, del riesgo a la seguridad, de la reactivaci¨®n a la recesi¨®n y de la euforia al p¨¢nico, en movimientos colectivos que se realimentan a s¨ª mismos por pura causalidad circular, trazando c¨ªrculos ora virtuosos ora viciosos. Y aqu¨ª no importa demasiado el origen del riesgo que pueda encender el p¨¢nico, pues, una vez iniciado por causas imaginarias o reales, enseguida cobra vida propia, pasando a autorreplicarse por contagio como hacen los virus epidemiol¨®gicos. Es la reproducci¨®n mim¨¦tica de los memes de que habla Richard Dawkins, en todo paralela a la de los genes, que se transmiten y replican por contagio cultural. Y entonces el miedo al riesgo circula por doquier, hasta inundar todos los canales de la sociedad-red.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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