Cuatro crisis en una
Crisis de gobierno, de mayor¨ªa parlamentaria, de sistema institucional y de r¨¦gimen. Si crisis es el punto de inflexi¨®n entre una situaci¨®n y otra diferente, la situaci¨®n del Gobierno de Converg¨¨ncia i Uni¨® en las ¨²ltimas semanas presenta todos los rasgos de una cu¨¢druple crisis. En primer t¨¦rmino, crisis de gobierno. El nombramiento de Mas y la dimisi¨®n de Duran no constituyen una mera reestructuraci¨®n del Gabinete. No estamos ante un simple reshuffle ministerial, seg¨²n la terminolog¨ªa inglesa tomada del cambio de cartas en un juego de naipes. Aqu¨ª no se ha dado una simple redistribuci¨®n de carteras. Ha habido alteraci¨®n cualitativa en la relaci¨®n entre los socios de la coalici¨®n gobernante. El l¨ªder del socio menor de la coalici¨®n ha dimitido declarando un desacuerdo pol¨ªtico sustantivo con el presidente. En otros t¨¦rminos, se han modificado los equilibrios internos de poder. Es la crisis m¨¢s importante por las que ha atravesado la alianza CiU: lo ha se?alado el propio Jordi Pujol, aunque no en sede parlamentaria como correspond¨ªa. Una evidente crisis de gobierno, pues, administrada a inc¨®modos plazos por quien lo preside.
Por su parte, el PP -tercer y decisivo socio de una inestable mayor¨ªa parlamentaria- da se?ales de clara impaciencia. Su tutela sobre la pol¨ªtica del Gobierno de CiU se ejerce f¨¦rreamente. No es extra?o que el PP se sienta seriamente incomodado cuando el Ejecutivo de Pujol intenta sustraerse a dicha tutela. Las votaciones y las intervenciones parlamentarias del 8 de marzo constituyen una se?al aparatosa de que los gestos de rebeld¨ªa del Gobierno de CiU no quedar¨¢n sin respuesta. La mayor¨ªa CiU-PP que concedi¨® a Pujol la investidura como presidente y que le ha sostenido hasta hoy entra tambi¨¦n en crisis: el pacto que sustentaba la mayor¨ªa se encuentra ahora en revisi¨®n.
En tercer lugar, crisis de sistema institucional. La designaci¨®n de un conseller en cap ha modificado la estructura del Ejecutivo catal¨¢n. Se redefine el ejercicio de la funci¨®n presidencial. Se desdobla dicho ejercicio mediante una aparentemente amplia delegaci¨®n de funciones. Esta delegaci¨®n del presidente en un consejero plantea dudas legales, disminuye la capacidad de control sobre el Ejecutivo y perjudica la eficiencia de su actuaci¨®n. Los primeros pasos -reuniones del Consell, declaraciones cruzadas entre sus miembros, rectificaciones del presidente a iniciativas de pol¨ªtica sectorial adoptadas por alg¨²n consejero- alimentan las perplejidades sobre el efectivo reparto de papeles entre el presidente-delegante y el consejero-delegado. Hay crisis, pues, del presidencialismo de hecho practicado por Pujol y no se alcanza a ver qu¨¦ ventajas comporta este nuevo dise?o institucional de factura bastante tosca.
Finalmente, crisis de r¨¦gimen. Dos d¨¦cadas de autogobierno han configurado un r¨¦gimen pol¨ªtico que combina instituciones, sistema de partidos, legitimidades y liderazgos. Los cambios de las ¨²ltimas semanas confirman lo que las elecciones auton¨®micas de 1999 anunciaron, cuando CiU perdi¨® por vez primera la mayor¨ªa electoral. A los 15 meses de aquel resultado, se desvela la crisis de r¨¦gimen. Se agota la hegemon¨ªa de una propuesta pol¨ªtica, confortablemente situada en el escenario de la pol¨ªtica catalana. Se disipa la confusi¨®n entre la legitimidad del autogobierno y el apoyo al Gobierno en ejercicio, una confusi¨®n que tanto ha beneficiado a CiU. Quienes est¨¢n embarcados en la nave de CiU discrepan -y no poco- sobre el rumbo que el capit¨¢n quiere seguir. Buena parte de la mayor¨ªa social que hab¨ªa confiado en su proyecto sustituye el conformismo de conveniencia por las dudas sobre el futuro de dicho proyecto. Con ello pierde eficacia el empe?o constante de CiU por trasladar su hegemon¨ªa institucional al tejido social, cultural o econ¨®mico del pa¨ªs, que ya no le otorga cr¨¦dito. Algunos sectores sociales incondicionales empiezan a sacudirse la pesada tutela a que se les hab¨ªa sometido o que hab¨ªan aceptado por propio inter¨¦s. Liderazgo vacilante, incertidumbres institucionales, legitimidades cuestionadas, reforma del sistema de partidos, consolidaci¨®n de una alternativa efectiva, cre¨ªble y din¨¢mica: todo ello confirma que el r¨¦gimen entra en una innegable fase de transformaci¨®n.
Cuatro crisis, pues, que se acumulan. La crisis de por s¨ª no deber¨ªa preocupar: la nueva situaci¨®n que se entrev¨¦ puede reforzar la cohesi¨®n social del pa¨ªs y su presencia activa y solidaria en los escenarios espa?ol y europeo. Hay que temer, sin embargo, que el agotamiento de quienes tienen en este momento la responsabilidad de gobernar intente retrasar la salida de la crisis.
Si esto ocurre, acabaremos dejando al pa¨ªs en peores condiciones para enfrentarse a tantos y tan importantes retos como hoy se le plantean: el declive demogr¨¢fico, la acogida de la inmigraci¨®n necesaria, la incorporaci¨®n de nuestros j¨®venes a la sociedad del conocimiento, la solidaridad efectiva con la tercera edad, la alternativa constructiva al neocentralismo espa?olista o la participaci¨®n catalana en la Europa del siglo XXI. Mucho trabajo pendiente para resignarse a contemplar c¨®mo un Gobierno con complejo de interinidad gasta m¨¢s energ¨ªas en sobrevivir que en gobernar.
Josep M. Vall¨¨s es miembro de Ciutadans pel Canvi y diputado del Grupo Socialistes-Ciutadans pel Canvi.
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