La sucia guerra
'Argelia no posee Ej¨¦rcito, pues... es el Ej¨¦rcito el que posee Argelia', seg¨²n Habib Soua?dia, un ex teniente paracaidista que vivi¨® la guerra sucia que se ha librado en Argelia en los ¨²ltimos nueve a?os y que, ahora exiliado en Francia, ha contado en parte su visi¨®n de lo ocurrido en un libro espeluznante. La sale guerre (La D¨¦couverte, 2001) confirma lo que, m¨¢s que una sospecha, era ya una tesis: el terrorismo que ha vivido ese pa¨ªs desde el golpe militar que interrumpi¨® en enero de 1992 un proceso electoral que iba a ganar el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (FIS) no ven¨ªa s¨®lo de los grupos armados islamistas, sino que era inducido desde el Ej¨¦rcito, en una clara estrategia de tensi¨®n. Otro libro de la misma colecci¨®n, Qui a tu¨¦ ¨¤ Bentalha?, de Nesroulah Yous, es el relato desde el punto de vista de un ciudadano antiislamista que asiste at¨®nito a c¨®mo las Fuerzas Armadas se quedaron de brazos cruzados ante la matanza supuestamente obra de terroristas islamistas en 1997.
El proceso que relata Soua?dia, que se vio abocado contra su voluntad a actos de guerra sucia y posteriormente, por su actitud de resistencia, tuvo que purgar cuatro a?os en prisi¨®n, es el de una represi¨®n a partir de 1992 que se convirti¨® en 'm¨¢quina de fabricar terroristas' islamistas, a la vez que las fuerzas especiales practicaban su propio terrorismo en acciones posteriormente atribuidas a islamistas. Tambi¨¦n en algunos casos armaban a los terroristas o a grupos de civiles. Europa, y especialmente Francia, prefiri¨® mirar para otro lado, cuando no apoyar abiertamente el golpe.
Soua?dia recoge la no por conocida menos espantosa instrucci¨®n del general Lamari: 'Los islamistas quieren ir al para¨ªso. Que los lleven all¨ª, y pronto; no quiero prisioneros. Quiero muertos'. Y los ha habido, entre 100.000 y 200.000, incluidos los millares de desaparecidos, en una guerra en la que, como dec¨ªa el poder, 'no se puede luchar contra el islamismo con la Declaraci¨®n de Derechos Humanos en la mano', lo que resume casi todo. Casi, pues el otro aspecto que tambi¨¦n pone de relieve Soua?dia, aunque al hacerlo parezca caerse del guindo, es que 'estos generales han declarado la guerra a todo el pueblo argelino, y no a los islamistas, una guerra sucia, de intereses para defender su poder y su dinero, el del petr¨®leo, que roban desde hace a?os a los argelinos y quieren transmitir a sus hijos'. La sucia guerra no ha sido s¨®lo contra los islamistas, sino contra todos los adversarios del sistema. ?sa es la tragedia de Argelia: una lucha encarnizada al menos en una parte -pues terrorismo isl¨¢mico, evidentemente, lo ha habido-, obra de una oligarqu¨ªa militar-econ¨®mica que no quiere ceder su poder. Contra ese muro ha chocado el actual presidente, Buteflika, pese a las esperanzas despertadas por su elecci¨®n, pero que en dos a?os poco ha hecho. La guerra ha disminuido de intensidad, pero prosigue, sin que nunca se sepa a qui¨¦n corresponde de verdad la autor¨ªa ¨²ltima de los cr¨ªmenes. En estos nueve a?os, el poder ha conseguido desactivar al FIS como fuerza pol¨ªtica. Tras lo ocurrido, no puede haber democracia sin islamistas, aunque ¨¦stos no sean dem¨®cratas. Y pese a una cierta modernizaci¨®n econ¨®mica, todos los ingredientes que llevaron a la victoria, truncada, del FIS siguen presentes en Argelia. Pues, como indica Soua?dia, el problema de Argelia 'no es la religi¨®n, no es el islam. Es la injusticia'.
Tras el caso Pinochet, la revisi¨®n del pasado de las Juntas Militares argentinas y otras revisiones de pasados atroces, lo ocurrido en Argelia, pese a la supuesta distancia cultural, est¨¢ mucho m¨¢s cerca de nosotros y debe ser investigado por una comisi¨®n internacional independiente. Quiz¨¢s estos libros pueden ayudar a ver lo ocurrido en Argelia desde un prisma m¨¢s veraz, y no olvidar. Pues muchos argelinos deben pensar lo mismo que la cita que abre La sale guerre: 'Quiero pasar p¨¢gina, pero antes quiero leerla'.
aortega@elpais.es
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