Dec¨ªamos ayer
El regreso de Gran Hermano ha servido para comprobar lo r¨¢pido que pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando Tele 5 present¨® la joya de su parrilla, un h¨ªbrido entre sensacionalismo y concurso, sociolog¨ªa de mir¨®n y documental, retrato deforme de una Espa?a te?ida de rubio en la que las madres coraje resultaron ser chicas de alterne y los h¨¦roes de Bosnia carne de culebr¨®n, leg¨ªtimo anzuelo para colocar toneladas de anuncios sin que se note demasiado.
Esta segunda parte, sin embargo, nos pilla m¨¢s curtidos. A nosotros y a los concursantes, perfectamente conscientes de las secuelas que puede generar su participaci¨®n en el invento. Mercedes Mil¨¢ se ha serenado, aunque no puede evitar que asome su peleona tendencia al entusiasmo, un defecto para muchos pero tambi¨¦n la cualidad que la ha mantenido, pese a meter la pata de vez en cuando, en primera l¨ªnea. Lo de ayer le sirvi¨® para refrescarnos la memoria y abrumarnos con muchos datos y la promesa de unos secretos h¨¢bilmente dosificados para mantener el inter¨¦s. ?Novedades? Un huerto, una sauna, p¨¢jaros en lugar de gallinas y la guarrer¨ªa de unos peces en la ba?era, de esos que si el abominable I?igo estuviera en la casa, se los comer¨ªa crudos, rehogados en salsa de mocos.
En la emboscada inaugural de esta larga batalla, que durar¨¢ 101 interminables d¨ªas, las primeras l¨¢grimas tardaron en aparecer casi tanto como la verg¨¹enza ajena. El programa, l¨®gicamente, se centr¨® en presentar a los concursantes y familiares con un lujo de detalles que huele o a relleno o pista falsa. Algunos, por cierto, parecen m¨¢s concursantes de El bus que de Gran Hermano. Ser¨¢, digo yo, el cambio generacional. ?Lo que m¨¢s promete? El piercing en la lengua de Eva, la pol¨ªglota locuacidad de Fayna, el macarrillismo cheli de Emilio y la sinceridad del extreme?o Fran, que confes¨® ser ganadero de vacas y guarros, dos especies muy mal vistas en estos tiempos de infectados reba?os (por cierto: mi lado femenino opina que ganar¨¢ ?ngel, el guaperas aspirante a inspector de polic¨ªa; mi lado masculino intuye que ganar¨¢ Marta, la superactiva y colchonera empresaria, mientras que mi lado gay opina que ganar¨¢ Kaiet, el gastron¨®mico chicarr¨®n del norte).
Alrededor de la casa, se mont¨® el circo de rigor. Los milagros cat¨®dicos tienen sus propios peregrinajes, y las apariciones de estos futuros santos o demonios tambi¨¦n generan tumultos y desmayos, tan intenso como cuando se produjo la entrada de las gallinas del Gran Hermano fet¨¦n, primer reemplazo de este cuartel de lujo. Pero volvamos al exterior: pancartas, chillidos y una est¨¦tica a medio camino entre el club de fans y la jura de bandera con Fernando Acaso controlando el desfile de publicidad est¨¢tica en el que se convirti¨® la llegada de los concursantes.
Como dato inquietante, destacar las declaraciones de Carlos, que, en plan Estopa, afirm¨® que las redactoras le hab¨ªan dado mucho cari?o. El primer problema con el que se encontraron los concursantes: s¨®lo hay 11 camas para 12 personas. Uno tendr¨¢ que dormir en un camastro o, si son tan modernos como aparentan, dos en la misma cama.
El sonido fue, en algunos momentos, malo. Supongo que en los res¨²menes pondr¨¢n subt¨ªtulos para entender los apasionantes di¨¢logos que se fraguar¨¢n en este transparente santuario del ocio remunerado. Buena suerte a todos, pues. La van a necesitar. Mejor dicho: la vamos a necesitar.
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