Un guerrillero en El Corte Ingl¨¦s
El 'subcomandante' Marcos revela que trabaj¨® en los almacenes y que fue despedido por rebajar los precios
La forja revolucionaria del subcomandante Marcos, el pensamiento cr¨ªtico que le lleva a distinguir con precisi¨®n entre el chorizo de mondongo y el embutido de bellota, no comenzaron en las selvas de Chiapas, sino en una tasca espa?ola y en El Corte Ingl¨¦s. En esos establecimientos fue activista contra el orden y los precios establecidos, y una vez despedido, prosigui¨® de andar¨ªn y rompiendo platos por Espa?a. 'Me echaron de El Corte Ingl¨¦s porque vend¨ªa m¨¢s barato de lo que pon¨ªan las etiquetas, y de la tasca, porque me empe?¨¦ en bailar flamenco', revel¨® a Concha Garc¨ªa Campoy en su programa Hoy es domingo, de Onda Cero.
Asumiendo la veracidad de sus ¨²ltimas declaraciones, qued¨® de manifiesto la existencia de un tramo madrile?o, sevillano y barcelon¨¦s en la vida del rebelde del pasamonta?as, su peripecia como vendedor ambulante en la Cibeles, su entusiasta adscripci¨®n al baile espa?ol, al cochinillo de C¨¢ndido en Segovia, al jam¨®n de pata negra y a la tortilla de patata 'con poca cebolla'. El l¨ªder del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN), sublevado en enero de 1994, escribi¨® poemas en los ba?os de los bares, 'nunca obscenidades', y no entr¨® en detalles sobre las fechas en que fue insurrecto en El Corte Ingl¨¦s para no dar pistas, porque si no 'van a buscar en la n¨®mina y van a saber qui¨¦n soy realmente'.
El mexicano identificado en 1995 por el Gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) como Rafael Sebasti¨¢n Guill¨¦n, profesor universitario, de 47 a?os, tampoco precis¨® los mecanismos utilizados para reducir los beneficios del capitalismo, ni c¨®mo pudo eludir los severos controles de las cajas registradoras de los grandes almacenes. 'Cambi¨¦ las etiquetas de los art¨ªculos', admiti¨®. Evit¨® tambi¨¦n abundar sobre el incidente del mes¨®n donde se empecin¨® en arrancarse por buler¨ªas contra el criterio de la direcci¨®n del local. El inmigrante, cuya domiciliaci¨®n insurgente en el empobrecido sur nacional data de principios de los a?os ochenta, declar¨® haber regresado de Espa?a a Am¨¦rica 'huyendo del due?o de El Corte Ingl¨¦s, que me estaba cobrando lo que hab¨ªa dejado sin pagar'. Pronto se quitar¨¢ el pasamonta?as, prometi¨® a Concha Garc¨ªa Campoy.
Su adicci¨®n al embuchado ib¨¦rico no es noticia, pues ya el escritor Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n recibi¨®, en dos ocasiones, el encargo de procurarle una provisi¨®n de chorizos catalanes. La primera entr¨® en Ciudad de M¨¦xico, probablemente de matute, el pasado a?o, y de all¨ª viaj¨® hacia la selva Lacandona, en los altos de Chiapas. Cuando el escritor se reuni¨® por segunda vez con Marcos en la capital federal, hace una semana, ¨¦ste inquiri¨® por las carnes. El autor se disculp¨® argumentando que no las trajo porque no quiso actuar como quinta columna dentro del zapatismo transmitiendo la fiebre aftosa.
El anclaje espa?ol del subcomandante no se agota en su conocimiento de las delicias gastron¨®micas peninsulares. Durante la caravana zapatista hacia el Congreso se acompa?¨® de un ejemplar de El Quijote, de Miguel de Cervantes; el Romancero gitano, de Garc¨ªa Lorca, y poemas de Miguel Hern¨¢ndez. Concuerdan esos gustos literarios con los mencionados por sus compa?eros de escuela en Tampico, poblaci¨®n natal de Rafael Sebasti¨¢n Guill¨¦n. Ely Hoz le recuerda leyendo de todo: desde Antonio Machado y Le¨®n Felipe a Francisco Rojas y Mario Vargas Llosa.
El Marcus eroticus todav¨ªa intriga. Emparejado ahora, exhibiendo una alianza en la mano izquierda, la coalici¨®n capucha-causa hizo estragos durante a?os en el imaginario femenino. 'Esa pipa no es pipa, es un fetiche, es un s¨ªmbolo de poder, es lo que el habano a Clinton, lo que el cigarrillo a Marlene Dietrich; es la proyecci¨®n de sus pulsiones m¨¢s intensas', escribi¨® alguien. 'La muerde, la chupa, la succiona, la prende y la apaga a su antojo. ?Cu¨¢ntas no desear¨ªan consumirse en su aliento afrodisiaco y ser liberadas como humo'. Siempre desdibujada la l¨ªnea entre la realidad y la ficci¨®n, periodistas que se dicen testigos aseguran haber visto a varias dispuestas a esa liberaci¨®n guardando turno en La Realidad, cuartel general del EZLN. 'Eran las amazonas de Marcos'.
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