Gente corriente
Vi¨¦ndoles en la televisi¨®n haciendo frente al dolor y a la cobard¨ªa, venciendo el miedo con un coraje ejemplar, me pregunto una y otra vez de d¨®nde salen esos hombres y, sobre todo, esas mujeres, alcaldesas o concejalas del PP o del PSOE, cu¨¢l ha sido su escuela, por qu¨¦ su tenacidad frente al mal, d¨®nde encuentran las palabras para expresarse o cu¨¢l es la fuente del valor de su conducta. Y descubro at¨®nito que eso que veo es algo que conoc¨ª y me ense?aron a admirar desde ni?o pero que raramente he podido apreciar en la realidad de la vida, de modo que si la lengua castellana tiene la palabra 'h¨¦roe', en pocas ocasiones su uso estar¨¢ m¨¢s justificado.
1. Entre los antiguos paganos, el nacido de un dios y de una persona humana, por lo cual le reputaban m¨¢s que hombre y menos que dios, como H¨¦rcules, Aquiles, Eneas. 2. Var¨®n ilustre y famoso por sus haza?as y virtudes. Eso dice el Diccionario de la Real Academia acerca del 'h¨¦roe'. ?Qu¨¦ transforma a un simple hombre en un semidi¨®s? ?Qu¨¦ haza?as o virtudes son esas? 'Yo he nacido de mi dolor', dec¨ªa Artaud, y del sufrimiento, justamente de aquello que a los dem¨¢s nos derrota, deben haberse alimentado, haciendo de la necesidad virtud y fuerza de la debilidad. Pues si es cierto, como nos ense?aron Holderlin y Freud, que 'all¨ª donde est¨¢ el dolor, est¨¢ tambi¨¦n lo que salva', para ello uno debe asumir el dolor ajeno y eso requiere empat¨ªa, compasi¨®n y piedad, virtudes que quiz¨¢s eran comunes antes pero que el odio sembrado en Euskadi ha aniquilado. Ellos acreditan que, frente al inter¨¦s o la dureza de coraz¨®n, el altruismo forma parte del arsenal del alma humana, que odia la injusticia y se rebela naturalmente contra la tiran¨ªa.
Pero eso significa que estos Aquiles o Eneas vascos no s¨®lo soportan el horror; lo han elegido voluntariamente burlando al destino al hacer de ¨¦l decisi¨®n personal. Como los dem¨¢s, pod¨ªan continuar tricotando en el parque, cuidando los ni?os o mirando desde la ventana la manifestaci¨®n contra el ¨²ltimo asesinato que desfila a escasos metros, para lanzar a lo sumo una mirada de disgusto y retirar la vista r¨¢pidamente, como quien escapa de una pesadilla. Ellos no desv¨ªan la mirada. Al contrario, miran de frente al monstruo que se sienta a su lado y que puede haberles delatado ya (?Dios m¨ªo, qu¨¦ Pa¨ªs Vasco en el que hasta los payasos imparten muerte!) e incluso dan su vida para que pueda hablar quien s¨®lo pide su muerte.
Pero son h¨¦roes sobre todo porque est¨¢n expiando responsabilidades colectivas. La Real Academia olvida que la haza?a del h¨¦roe moderno es asumir como propio el inter¨¦s general del que los dem¨¢s se desentienden, hacer suya la culpa colectiva. Est¨¢n solos ante el peligro porque han sido abandonados por aquellos cuya libertad y dignidad defienden, incluso contra su indiferencia o menosprecio. Abandonados por buena parte de la ciudadan¨ªa, atenazada por el ego¨ªsmo o el miedo e incapaz de reaccionar. Abandonados por sus representantes, que tienen el deber de defenderlos, como nos recuerda Gil-Robles en su informe. Abandonados incluso por el Estado de la naci¨®n, que -como se?ala Gil Robles- 'debe tambi¨¦n adoptar o reforzar las medidas necesarias para garantizar los derechos fundamentales de todos los ciudadanos vascos'. De modo que hemos dejado que crezca un agujero de impunidad en el que estos hombres y mujeres deben construir su destino asumiendo el nuestro. Malos tiempos aquellos en que la libertad exige hero¨ªsmo.
Vayan pues estas l¨ªneas como homenaje a quienes a diario y a cara descubierta, alcaldes, concejales, profesores de universidad, periodistas, polic¨ªas, intelectuales, pol¨ªticos, o simplemente hombres y mujeres, unos 3.000 directamente amenazados seg¨²n Gil-Robles, mantienen la dignidad atenazados por el miedo, tiemblan ante cada llamada de tel¨¦fono que puede ser heraldo de una nueva tragedia y defienden nuestras libertades sabiendo que a cada paso, en la escalera de su casa, bajo su coche, en el despacho de su Facultad o al doblar la pr¨®xima esquina, les puede esperar la muerte.
e.lamo@iuog.fog.es
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