El mediador que vino del fr¨ªo
Robert van Schendel, a quien hoy lloramos, segu¨ªa unos cursos en la Universidad de Valladolid all¨¢ por los cincuenta y le chocaban sobremanera dos cosas: el veto oficial e inclusive acad¨¦mico para una construcci¨®n pol¨ªtica europea que ¨¦l en medios belgas viv¨ªa con toda naturalidad y pronto animar¨ªa como secretario general del Movimiento Europeo, y la incomunicaci¨®n, entre temerosa y obstinada, entre los dem¨®cratas y europe¨ªstas del interior y del exilio.
Robert era realista y sab¨ªa que ni ¨¦l ni el Movimiento Europeo iban a poder influir en la evoluci¨®n de la dictadura hacia unas m¨ªnimas cotas, no ya de civilidad, de simple humanismo que permitiese su aproximaci¨®n a Europa.
Y sab¨ªa que las democracias europeas no iban a renunciar en su exigencia de que el club de que formaban parte se compusiese tan s¨®lo de socios de su misma condici¨®n democr¨¢tica.
Pero sab¨ªa Robert que era llegada la hora de que las dos 'medias naranjas' espa?olas de que habl¨® Madariaga, el europe¨ªsmo emergente y acosado del interior y el ya activo a trav¨¦s del Consejo Federal Espa?ol del Movimiento Europeo en el exilio, se encontrasen de una vez y, a trav¨¦s del di¨¢logo y la voluntad de reconciliaci¨®n, demostrasen ser capaces de ofrecer un proyecto viable de ingreso de Espa?a en la Comunidad Europea.
El hombre que, viniendo del fr¨ªo bruselense, puso todo el calor de su energ¨ªa optimista para que, prohibida por don Camilo la proyectada reuni¨®n en Baleares, una ciudad europea acogiese el primer encuentro serio entre interior y exilio, ese hombre convoc¨® la reuni¨®n de M¨²nich y, m¨¢s importante, medi¨® aquellos d¨ªas de junio del 62 para vencer temores y recelos, y medi¨® para que el 'contubernio' no quedase en mero gesto.
A su mediaci¨®n, discreta e inteligente, se debi¨® que lleg¨¢semos a aprobar un¨¢nimemente un texto que -a algunos les parecer¨¢ jactancia, pero as¨ª es- conten¨ªa en sus cortas l¨ªneas toda la asignatura de la transici¨®n. Que, sobre todo, anticip¨® de lleno el ¨¢nimo de concordia que se ha se?alado como el gran m¨¦rito de esa etapa de la historia espa?ola.
Y ese servicio de mediaci¨®n fue un regalo para Espa?a y un regalo para ¨¦l mismo, m¨¢s all¨¢ de su contrito sentimiento de responsabilidad por las represalias del r¨¦gimen contra los 'contubernistas', por encima tambi¨¦n de los insultos y calumnias que la propaganda franquista le dedic¨® a ¨¦l.
As¨ª cabe explicarse que el Van Schendel que hab¨ªa participado en tantas tareas y logros de la construcci¨®n europea, el Van Schendel m¨¢s tarde importante hombre de negocios, el Van Schendel m¨¢s que estimable artista, dijese 25 a?os despu¨¦s del Contubernio, de forma p¨²blica, y sabemos que sincera: 'Para m¨ª, el haber contribuido algo personalmente en ese prolongado movimiento de ideas y de sentimiento de reconciliaci¨®n entre espa?oles, y el ingreso de Espa?a en la Comunidad, representa el honor de mi vida'.
Los pocos que, entre los asistentes a aquella reuni¨®n de M¨²nich, podemos a¨²n contarlo, y para los que tambi¨¦n ha sido un honor haber gozado largos a?os de su amistad, quisi¨¦ramos que a este recuerdo agradecido se uniese el de los espa?oles que, quiz¨¢ sin saberlo, son deudos de este amigo belga que nos ha dejado.-
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