A la caza del incauto
Hurtos en veh¨ªculos, prostituci¨®n masculina y mirones abundan en El Saler con la llegada de la primavera
Dos tipos abren el port¨®n trasero de una caravana; uno de ellos entra mientras su compa?ero vigila. A los pocos segundos ambos se montan en un Hyundai deportivo azul oscuro con una bolsa que han sustra¨ªdo del interior del veh¨ªculo y huyen a toda pastilla. El propietario de la caravana, un alem¨¢n de turismo por Espa?a, toma el sol a escasos cien metros de donde se produce el robo, en la playa de El Saler. Unas dunas impiden que el turista se percate de lo que ocurre en la explanada donde ha aparcado. Cuando el confiado alem¨¢n regresa al remolque, observa at¨®nito el estropicio. Su primera reacci¨®n es de sorpresa; mira en derredor y s¨®lo ve unos cuantos autom¨®viles cuyos propietarios se encuentran a¨²n en la playa, enfrente del lujoso hotel Sidi Saler, a 12 kil¨®metros de Valencia.
Esta escena se repite frecuentemente durante los meses de oto?o y primavera, cuando el trasiego de veraneantes desciende. Matrimonios jubilados, estudiantes y turistas aprovechan la bonanza del clima mediterr¨¢neo para pasar el d¨ªa en la playa de El Saler. Desconocen que los cacos son implacables durante estos meses y campan a sus anchas aprovechando varias circunstancias: el traj¨ªn de gente disminuye tras el verano, los gorrillas desaparecen de las explanadas que sirven de aparcamiento cuando finaliza agosto y la presencia de patrullas policiales escasea. Este panorama se repite con la llegada de la primavera, antes de Semana Santa, cuando los apartamentos reciben de nuevo la visita de sus due?os.
Como los edificios de apartamentos est¨¢n lejos de la playa, los ladrones act¨²an con tranquilidad. El Saler es, ahora, un para¨ªso para ellos. Llegan con sus autom¨®viles, esperan el momento oportuno, fuerzan la cerradura y en un santiam¨¦n roban lo que se encuentran: dinero, ropa, tarjetas de cr¨¦dito... Despu¨¦s, desaparecen. Como la mayor¨ªa de afectados no presenta denuncia al tratarse de robos de peque?a cuant¨ªa, el traj¨ªn de ladrones es continuo. 'Hace unos a?os vi desde la terraza del apartamento c¨®mo un tipo sal¨ªa de un BMW y abr¨ªa un coche con una facilidad pasmosa. Cog¨ª los prism¨¢ticos y apunte la matr¨ªcula para denunciarle. Al cabo del tiempo me llamaron para declarar y el tipo lleg¨® incluso a amenazarme antes de entrar en el juicio. Pasados unos meses volv¨ª a verle robar en el mismo aparcamiento', afirma un vecino, ya jubilado. 'Como me paso el d¨ªa en la terraza, enfrente del Sidi Saler, veo un robo tras otro', dice otro vecino.
Los hurtos se producen principalmente en los aparcamientos cercanos a la playa, ya que tanto el hotel Sidi Saler como los edificios de apartamentos cuentan con vigilancia. Aun as¨ª, de vez en cuando los cacos dejan su huella en los aparcamientos de los apartamentos, sobre todo por las noches, cuando los conserjes han finalizado su jornada laboral. 'Por aqu¨ª aparecen coches abiertos a menudo. Parece que conozcan nuestros horarios, porque los robos suelen ocurrir a mediod¨ªa, cuando estamos comiendo, o por la noche', cuenta uno de los porteros de las torres de apartamentos siadas enfrente del Sidi Saler.
Palos y piedras
Los ladrones pasan inadvertidos. Conducen buenos coches y su presencia no llama la atenci¨®n, entre otras cosas porque el ajetreo durante estos meses es nulo. Este diario, que fue testigo del robo a una caravana danesa, habl¨® al d¨ªa siguiente con un polic¨ªa local que patrullaba por la zona y a ¨¦ste no le constaba ninguna denuncia. Pero s¨ª conoc¨ªa el asunto. 'Los fines de semana, algunos j¨®venes que est¨¢n de fiesta en las discotecas de Pinedo, vienen a la playa cuande se les acaba el dinero y tratan de obtener alg¨²n bot¨ªn para continuar la juerga. Sus v¨ªctimas preferidas son las roulottes de los extranjeros, que suelen ser bastantes confiados', explica este agente.
La discreci¨®n que ofrece El Saler, sobre todo la carretera paralela al Sidi Saler, a la altura de los apartamentos Aparwaks, tambi¨¦n es frecuentada por homosexuales y mirones. La actividad es incesante durante todo el a?o. Los voyeurs se ceban con las parejas que acuden a El Saler, alrededor del lago artificial, enfrente de la Albufera, aprovechando la tranquilidad y supuesta intimidad que ofrecen los descampados y aparcamientos de gravilla que abundan en esta zona. Este diario tambi¨¦n fue testigo de c¨®mo un mir¨®n se enfundaba un mono de mec¨¢nico azul marino y se acercaba agazapado a un autom¨®vil hasta asomarse a los cristales y observar lo que ocurr¨ªa en el interior. El grito de un paseante acab¨® disuadiendo al mir¨®n, que huy¨® corriendo hacia su coche. Alejandro V., abogado, a¨²n recuerda el susto que le dio un tipo mientras dorm¨ªa pl¨¢cidamente la siesta frente a la playa en su Talbot Samba: 'Estaba pegado al cristal de mi coche y toc¨¢ndose los genitales. Tuve que salir con una barra para que se fuera'.
Es conocido tambi¨¦n entre los veraneantes de El Saler el llamado n¨²cleo gay, una pinada donde la prostituci¨®n masculina est¨¢ a la orden del d¨ªa. Durante un tiempo, una pandilla de j¨®venes atemoriz¨® a los homosexuales que frecuentaban la zona. Acud¨ªan all¨ª por las noches armados de palos y piedras. Cuentan los vecinos que en alguna ocasi¨®n fueron los agresores quienes salieron escaldados.
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