EE UU recorta el poder del dinero en las campa?as electorales
El Senado reformar¨¢ por ley los aspectos m¨¢s corruptos de la financiaci¨®n pol¨ªtica
El peso del dinero no va a desaparecer, pero s¨ª una de sus formas m¨¢s corruptas y escandalosas, el llamado soft money. Para decirlo en una cifra, si la ley del senador republicano McCain hubiera estado vigente en las elecciones del pasado a?o, los candidatos a la presidencia y al Congreso no hubieran podido gastarse un total de 500 millones de d¨®lares. Es el total que republicanos y dem¨®cratas, a partes iguales, recaudaron en concepto de soft money, nombre que recibe el truco empleado para superar las limitaciones legales a la financiaci¨®n impuestas en 1974, a ra¨ªz del caso Watergate.
Aquel esc¨¢ndalo no s¨®lo revel¨® que Richard Nixon espiaba a sus adversarios; tambi¨¦n sac¨® a la luz que, durante las campa?as, particulares, empresas y grupos de presi¨®n entregaban directamente sumas colosales a los candidatos a cargos p¨²blicos. Para atajarlo se aprob¨® una ley que limitaba a 1.000 d¨®lares (unas 180.000 pesetas) la cantidad que pod¨ªa donarse a una candidatura concreta, el llamado hard money. Pero como eso no es suficiente para pagar los inmensos costes de las campa?as publicitarias en televisi¨®n apareci¨® el soft money. ?ste es el dinero sin l¨ªmites que empresas, sindicatos, grupos de presi¨®n y particulares millonarios entregan a los partidos pol¨ªticos para que, en teor¨ªa, lo dediquen a sus 'gastos generales'. En la pr¨¢ctica, ese tesoro financia buena parte de las campa?as a la Casa Blanca y al Congreso.
Bill Clinton pas¨®, literalmente, la mitad de las horas de trabajo de sus ocho a?os en la presidencia recaudando soft money. Pero, adem¨¢s de participar en almuerzos, cenas y fiestas, tambi¨¦n alquil¨® el dormitorio Lincoln de la Casa Blanca a rumbosos contribuyentes a las arcas del Partido Dem¨®crata. Ah¨ª estall¨® el esc¨¢ndalo que puso a McCain en la v¨ªa de la cruzada reformista y que llevar¨¢ al Senado a votar ma?ana la ley que prohibe radicalmente el soft money y tambi¨¦n los anuncios de intenci¨®n pol¨ªtica que difunden por su cuenta sindicatos, empresas y todo tipo de organizaciones ciudadanas.
Harakiri pol¨ªtico
La medida es importante. La clase pol¨ªtica norteamericana se hace un harakiri parcial, como denuncia el senador republicano Mitch McConnell, que ha librado una feroz batalla para que sus colegas no aprueben el proyecto de McCain. 'Lo que vamos a hacer', dice McConnell, 'es asombrosamente est¨²pido'.
Lo mismo piensan los grupos de presi¨®n, desde las centrales sindicales pr¨®ximas a los dem¨®cratas hasta la muy conservadora Coalici¨®n Cristiana, que se oponen a la eliminaci¨®n de esa palanca de influencia en Washington que es el soft money. Esos grupos denunciar¨¢n ante el Tribunal Supremo de EE UU la ley de McCain, que consideran una violaci¨®n del derecho constitucional a la libertad de expresi¨®n.
Contra McConnell y el mismo George W. Bush ha triunfado en el Senado una coalici¨®n de republicanos y dem¨®cratas. El pacto decisivo lo rubricaron McCain y el l¨ªder dem¨®crata Tom Daschle. A cambio de prohibir el soft money, el Senado autoriza que se doble, hasta 2.000 d¨®lares, el hard money, la cantidad que se entrega abiertamente a una candidatura.
Perdedores son por igual republicanos y dem¨®cratas. Clinton, a trav¨¦s de Terry McAuliffe, actual presidente del Comit¨¦ Dem¨®crata Nacional, cre¨® en los noventa una gran red de cosecha de soft money. Hollywood le entregaba millones, porque lo consideraba menos favorable a la censura de sus productos que los republicanos, y lo mismo hac¨ªan los colegios de abogados, porque los dem¨®cratas se oponen a dificultar la presentaci¨®n de demandas civiles contra las empresas. Wall Street y Silicon Valley, felices con el apoyo de Clinton y Al Gore a la nueva econom¨ªa, tambi¨¦n soltaban fortunas. Y la ex esposa del fugitivo Marc Rich regal¨® m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares, presumiblemente para conseguir el indulto que Clinton firm¨® el ¨²ltimo d¨ªa de su mandato. Prueba de la eficacia de esa red es que Hillary Clinton, en su conquista de un sill¨®n en el Senado por Nueva York, cosech¨® 9,6 millones de d¨®lares en soft money.
Pero las viejas empresas petroleras y tabacaleras, las compa?¨ªas de seguros m¨¦dicos y la Asociaci¨®n Nacional del Rifle eran igualmente dadivosas con los republicanos. Y muchos otros, como Microsoft, ten¨ªan cuidado en donar cantidades semejantes a unos y otros. Como denunciaba McCain, la pol¨ªtica estadounidense estaba claramente en las manos de los 'intereses especiales'. As¨ª que, como afirma Scott Harshbarger, de Common Cause -un grupo que milita contra la corrupci¨®n provocada por este sistema-, al aprobar el proyecto de McCain, el Senado va a aplicar 'un torniquete para detener la hemorragia'.
Pero los estadounidenses se oponen a la plena financiaci¨®n p¨²blica de la vida pol¨ªtica y las cadenas de televisi¨®n se niegan a regalar espacios gratuitos. Los candidatos tendr¨¢n que buscar nuevos trucos. Dos siguen siendo legales. Cualquier millonario puede gastar su dinero intentando lograr un cargo p¨²blico. Poniendo 60 millones de d¨®lares de su fortuna, el dem¨®crata Jon Corzine sac¨® el pasado a?o un esca?o en el Senado por Nueva Jersey. Eso es legal, como tambi¨¦n lo es entregar directamente -2.000 d¨®lares a partir de ahora- un donativo a cualquier candidato. La pol¨ªtica estadounidense seguir¨¢ oliendo a podrido, pero menos.
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