Un individualista con olfato
El paisaje del f¨²tbol le debe mucho a Ram¨®n Mendoza, presidente del Real Madrid durante diez a?os que fueron significativos en todos los aspectos. Mendoza fue testigo y actor del radical giro que tom¨® un deporte que abandon¨® su vieja familiaridad para convertirse en una parte sustancial de la industria del espect¨¢culo. Ese cruce de ¨¦pocas provoc¨® sacudidas que alcanzaron a la gesti¨®n del presidente del Real Madrid, hombre de talento, intuitivo como pocos, individualista. Demasiado individualista quiz¨¢ para los tiempos que le toc¨® vivir al frente de una de las principales instituciones deportivas del mundo.
Lo que nunca le falt¨® fue la convicci¨®n de que el Madrid demanda grandeza. Cuando se hizo cargo de la presidencia, el club ven¨ªa de una profunda depresi¨®n. La muerte de Bernab¨¦u alter¨® la mirada que ten¨ªa el Madrid de s¨ª mismo. Fueron a?os introvertidos, de tono bajo y muchas dudas. A?os de un cierto estancamiento y sequ¨ªa de t¨ªtulos. El Madrid, que hab¨ªa dominado sin apenas oposici¨®n el f¨²tbol espa?ol durante tres d¨¦cadas, se encontr¨® en una situaci¨®n desconocida. Irrumpieron los equipos vascos, con cuatro t¨ªtulos de Liga entre 1981 y 1984, y tom¨® impulso el Barcelona, que contrat¨® a las dos grandes estrellas de aquellos d¨ªas: Maradona y Schuster.El Madrid no encontraba una respuesta.
La mayor virtud de Mendoza fue acabar con aquella etapa de pesimismo. Vital y expansivo por naturaleza, traslad¨® su personalidad a la manera de conducir el club. Alcanz¨® la presidencia en 1985. Inmediatamente vio que aquel equipo cuestionado era una mina. Mendoza no s¨®lo crey¨® en las posibilidades de la Quinta del Buitre, sino que hizo de aquellos jugadores una bandera. No se equivoc¨®. El Madrid gan¨® cinco Ligas consecutivas, y alrededor del equipo se gener¨® un entusiasmo social s¨®lo comparable a los efectos que tienen las grandes modas. La Quinta fue al Madrid lo que la movida a la capital. El estadio se llen¨® cada domingo porque acudir al f¨²tbol no s¨®lo era divertido: estaba bien visto. Mendoza, siempre atento a esa periferia del juego, cuid¨® a la Quinta como el principal patrimonio de la instituci¨®n. Sab¨ªa del impacto de aquella generaci¨®n en un f¨²tbol cambiante, donde aparec¨ªan magnates, donde la televisi¨®n comenzaba a echar sus redes, donde los jugadores eran estrellas del pop, donde todo val¨ªa mucho dinero. El f¨²tbol familiar hab¨ªa llegado a su fin. Con la derogaci¨®n del derecho de retenci¨®n, cambi¨® definitivamente el marco laboral de los futbolistas. Mendoza interpret¨® inmediatamente los efectos y mantuvo a sus estrellas, con unos contratos que entonces causaron asombro.
Pero la situaci¨®n compromet¨ªa cada vez m¨¢s al Madrid y a su principal dirigente. Si los cinco primeros a?os de Mendoza fueron espectaculares, los cinco siguientes tuvieron un car¨¢cter turbulento. Aunque atento a los cambios, proced¨ªa de la vieja cultura del f¨²tbol, lo que abonaba sus tendencias presidencialistas, su individualismo feroz. Quiz¨¢ la marcha de Mart¨ªn V¨¢zquez signific¨® el punto de inflexi¨®n de su carrera como dirigente. Por primera vez, no pudo contener el ataque del mercado italiano. Por primera vez, se abri¨® una fisura en el equipo y en el club. El Madrid quer¨ªa preservar la grandeza, pero no dispon¨ªa de los recursos econ¨®micos suficientes. Esa dial¨¦ctica implacable presidi¨® la segunda etapa de Mendoza, llena de convulsiones. Para entonces el f¨²tbol hab¨ªa cambiado definitivamente. Mendoza se resisti¨® a la marea hasta 1995, hasta que se hizo evidente la soledad de un hombre controvertido pero referencial en la historia del f¨²tbol espa?ol.
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