Hablamos, pues, del nacionalismo
?Fue Roland Barthes quien, en su 'grado cero de la escritura', habl¨® del sentido de los conceptos m¨¢s all¨¢ del sentido que les damos? Sea como sea, es evidente que las palabras tienen alma propia, alma cargada de mucho uso, mucha historia, mucha densidad. Podemos asumirlas, modificarlas, completarlas, pero nunca podemos pretender que lleguen v¨ªrgenes a nosotros, como si fueramos sus primog¨¦nitos y no sus simples consumidores. Ni los escritores, esos arquitectos privilegiados de la palabra, consiguen depurarla de su ind¨®mita carga de significado. Doy la lata as¨ª de entrada -cual latoso 'abuelo Swartz', que dir¨ªa M¨¢ximo-, quiz¨¢ para justificar la reflexi¨®n que pretendo plantear. ?Tiene sentido positivizar el concepto nacionalista, incluso cuando se hace con buen¨ªsima e izquierdosa intenci¨®n? Es decir, a estas alturas de la vida me parece evidente que no es lo mismo un planteamiento democr¨¢tico y abierto del nacionalismo, que las corrientes de pensamiento nacionalista que tan pesada carga -y a menudo sangrienta- han representado en la historia reciente. Como no es lo mismo defender los intereses colectivos de un pueblo -aunando sus derechos nacionales a sus derechos sociales-, que defender exclusivismos esencialistas de dudosa intenci¨®n.
La lucha por mantener la cultura, la lengua de un pueblo forma parte de la lucha por la democracia. Es una lucha progresista, y s¨®lo desde el progresismo es fiable
Alguien teoriz¨® una vez que hab¨ªa dos tipos de nacionalismo: el defensivo -propio de naciones no resueltas- y el agresivo -es decir, el estatal-. Ciertamente, los Estados, especialmente los de ra¨ªz imperial, tienden a desarrollar una prepotencia colonial que se parece muy mucho a un agresivo nacionalismo institucional. S¨®lo que no se les nota; puesto que el nacionalismo de Estado se respira con el aire, es un elemento m¨¢s del paisaje colectivo. ?Qu¨¦ hay m¨¢s natural que sentirse orgullosamente holand¨¦s en Holanda? ?Qu¨¦ hay m¨¢s natural, debe de pensar nuestro Cid Aznar, que sentirse orgullosamente espa?ol en Espa?a? En cambio, lo catal¨¢n, lo vasco..., conceptos esencialistas para tocar las narices. Si intimara con el catal¨¢n nos lanzar¨ªa la palabra: 'torracollons', eso somos... Sin embargo, lo sostengo: la lucha por mantener la cultura, la memoria, la lengua de un pueblo forma parte de la lucha por la biodiversidad del planeta, por la democracia. Es una lucha progresista y s¨®lo desde el progresismo es fiable. Contrariamente, esos nacionalismos de derechas, que levantan banderas cuatribarradas para defender bolsillos privilegiados, nunca lo son. Vamp¨ªricos y prepotentes, se parecen a esas marcas de tabaco que, mientras hinchan de nicotina los cigarrillos del Tercer Mundo para garantizarse millones de enganchados, te aseguran que dedican el 0,7% a solidaridad. ?Valiente cara dura!
Pero dicho todo, creo que no sirve. No vamos a conseguir, por mucho desga?ite, que el concepto pierda su lado perverso y quiz¨¢ lleg¨® el momento de decir que el concepto nacionalista nunca estar¨¢ limpio de su carga hist¨®rica. Es decir, Barthes dixit, nunca ser¨¢ virgen. Por tanto, nunca ser¨¢ ¨²til en la defensa de los intereses catalanes. Tres son, desde mi punto de vista, las tres pesadas losas que lo inutilizan para un planteamiento racional y sobre todo solidario. Primera losa: la carga hist¨®rica. ?Alguien pretende volver a reinventar, sano y puro, un concepto que ha marcado la historia m¨¢s tr¨¢gica de Europa? Por mucha positivizaci¨®n, por mucho victimismo, por mucha honestidad que una le ponga, el nacionalismo es lo que es, y en su expresi¨®n m¨¢s p¨²blica ha matado mucho, ha ensuciado mucho, ha sangrado mucho. ?Que somos otra cosa, que distintos, que buenos y dem¨®cratas, que...? Miren, si aqu¨¦llos eran nacionalistas, ya podemos inventarnos el vocabulario de nuevo, que el viejo se mantendr¨¢ con espantosa resistencia. No puede haber un nacionalismo malo y uno bueno si lo malo ha pesado tanto. Sin duda, tenemos que inventarnos otra cosa.
Pero hay dos losas m¨¢s, quiz¨¢ de uso m¨¢s ¨ªntimo. Pesada carga es tambi¨¦n lo que significa incluso cuando es bueno y dem¨®crata. A diferencia del independentismo, el autonomismo, el federalismo y etc¨¦tera, que son expresiones de objetivos estrat¨¦gicos y no ideolog¨ªas m¨¢s o menos sentimentales, el nacionalismo tiene mucho de sentimental y hasta algo de ideol¨®gico, s¨®lo que configura la ideolog¨ªa en una triple base: un territorio, un pueblo y una idiosincrasia. Es decir, la ideolog¨ªa no es un modelo social, sino un entramado de emociones, ergo, su base no es la gente, sino la tierra. M¨¢s una geograf¨ªa que una demograf¨ªa, por muchos seis millones que nos publiciten. De ah¨ª nacen luego los conceptos homogenistas, los exclusivismos, los miedos at¨¢vicos, porque para tener sentido el nacionalismo necesita de un pueblo definido, y no de un conjunto de gente en movimiento. A una tierra, una lengua, unos trazos, una ¨²nica memoria, hasta una religi¨®n. Cuando ello falla es cuando el nacionalismo presenta su cara m¨¢s antip¨¢tica, ?Ferrusolas y Barreras en la memoria!... ?Ah!, y siempre, siempre, necesita una historia a la que engancharse, porque el nacionalismo, por pura supervivencia, mira mucho m¨¢s al pasado que al futuro. Necesariamente rom¨¢ntico, ¨¦pico, antimoderno. ?Puede, por tanto, configurar una ideolog¨ªa renovadora lo que basa su cuerpo ideol¨®gico en una opaca red de emociones, lo que es pura esencia? Desde mi punto de vista, nunca. El nacionalismo no renueva la historia, intenta perpetuarla.
La tercera losa: el autismo. No hay aislante m¨¢s eficaz de los flujos comunicativos que el nacionalismo. Expresi¨®n de reafirmaci¨®n interior, obligatoriamente pone en guardia el exterior y complica la resoluci¨®n de los conflictos. Al no ser un planteamiento racionalista de los problemas, sino una expresi¨®n sentimental, tiene muchas m¨¢s posibilidades de intentar resolverlos por la v¨ªa violenta que por la dialogada. Es pasi¨®n, no palabra; memoria, no presente; homogeneidad, no heterodoxia; autismo, no vecindaje, y se alimenta del conflicto, porque lo necesita para tener sentido.
Por ello y mucho m¨¢s, que no cabe en estos l¨ªmites sobrecargados, creo que el nacionalismo no sirve para encarar la modernidad, y hubo un tiempo en que Catalu?a eso lo supo. Por ejemplo, ?Companys era nacionalista? En absoluto. Era un hombre de izquierdas que defend¨ªa Catalu?a, algo que no tiene nada que ver. Sin embargo, lo que nos ha gobernado s¨ª lo ha sido, por ello ha usado lo sentimental y no ha servido a lo social... Ha perpetuado el conflicto y no lo ha encauzado... Ha alimentado la frustraci¨®n y no la ha neutralizado. La necesitaba...
A favor de Catalu?a, no al nacionalismo. ?Planteo una contradicci¨®n? No, planteo una salida del t¨²nel.
pilarrahola@hotmail.com
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