Canarios
Con la ilustre excepci¨®n del Alav¨¦s, un tigre disfrazado de pantera rosa, los equipos espa?oles vuelven de Europa con diversos s¨ªntomas de torrija primaveral: desde la empanada gallega del Depor hasta la rosquilleta valenciana, todos ellos, seg¨²n los casos, padecen un s¨ªndrome caracterizado por la desorientaci¨®n, la modorra y la mandanga.
Puesto que nuestros muchachos son list¨ªsimos, es evidente que se trata de un desmayo cuyas causas hay que buscar en la cabeza tanto como en el coraz¨®n. Los madridistas, por ejemplo, ofrecieron la versi¨®n castiza del Mal de Stendhal, cierto arrechucho que los expertos sit¨²an entre el merengue tradicional y la rosquilla tonta: volvieron a mirar a su alrededor, se extasiaron ante tanta belleza y, encantados de haberse conocido, sufrieron el oportuno desmayo. Ahora reaparecer¨¢n ante el animoso equipo de Las Palmas, uno de los fen¨®menos m¨¢s excitantes de la Liga y, por tanto, ante Jorge y Guayre, dos de los jugadores m¨¢s atrayentes. Mientras descubrimos si se trata de un trastorno pasajero, es oportuno que miremos hacia el Archipi¨¦lago por si estamos asistiendo a la resurrecci¨®n del f¨²tbol canario.
Porque la visi¨®n de Jorge y Guayre nos ha tra¨ªdo el recuerdo de Guedes y Germ¨¢n, dos de los mejores futbolistas espa?oles de todos los tiempos. Es grato recordar que ambos formaron, con el central Tonono, el eje de simetr¨ªa de la vieja Uni¨®n, y que eran la patente de una ¨¦poca en la que el f¨²tbol de las Islas ten¨ªa un inconfundible reflejo brasile?o. Por detr¨¢s de ellos, Tonono cumpl¨ªa la delicada misi¨®n de bajar la temperatura del equipo contrario. Due?o de una chocante figura de stopper n¨®rdico, rubio, sereno y preciso, controlaba la pelota sin la m¨¢s m¨ªnima exaltaci¨®n, y luego la entregaba a Guedes, que inmediatamente conectaba con Germ¨¢n. Desde ese momento, el partido evolucionaba con una hora de adelanto: sufr¨ªa una repentina transformaci¨®n y se convert¨ªa en un producto el¨¢stico. Era aquel memorable f¨²tbol de goma.
Hace s¨®lo unos d¨ªas, en el Camp Nou, Guayre recibi¨® un pase de tr¨¢mite, calcul¨® tiempos y distancias, amag¨® hacia la izquierda, y de pronto, nadie sabe c¨®mo, hizo un gesto y dej¨® a la defensa con el paso cambiado. Se fue hacia la derecha, meti¨® un globo del mismo material que descubri¨® Guedes, y marc¨® uno de los goles del a?o.
Aunque en Barcelona eran las siete y pico, el reloj del estadio volvi¨® a marcar, tantos a?os despu¨¦s, una hora menos.
Se detuvo providencialmente en la hora canaria.
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