The Human Heart
Ahora se habla de inmortalidad como algo factible y no a tan largo plazo que no alcancen a beneficiarse las personas todav¨ªa j¨®venes. La cuesti¨®n de la longevidad no goza, sin embargo, del acuerdo un¨¢nime de los cient¨ªficos dedicados a la materia. Unos hablan de vivir cien a?os en buenas condiciones, otros se alargan a los 125, un n¨²mero menor nos promete 150. Seg¨²n la opini¨®n mayoritaria, la inmortalidad, si llega, tendr¨¢ que esperar. Curiosamente, este asunto no excita ni mucho ni poco al censo. Indago y me responden que alcanzar los 85 a?os con una aceptable salud f¨ªsica y un buen estado mental es suficiente. Algunos quieren llegar a los 90 y un n¨²mero menor, a cien. Coinciden con los hallazgos sociol¨®gicos de Simone de Beauviar, aunque la sociolog¨ªa de la compa?era necesaria de Sartre (el uno y la otra distingu¨ªan entre amores necesarios y contingentes y se apuntaban generosamente a ambos) es bien pintoresca y est¨¢ m¨¢s cerca de la literatura que de otra cosa. Igual te hablaba de la vejez de Gide y de otros de esa cuerda, que de la de los ancianos recluidos en una residencia. No hay virus m¨¢s letal que el de la literatura.
Ya deber¨ªa haber en el mercado, y quiz¨¢ lo haya, un libro sobre la pesadilla que se avecina. La gente I y la gente M. Aunque ahora el asunto suscite poca expectaci¨®n, eso cambiar¨¢ cuando una minor¨ªa, la gente I, pueda alcanzar c¨®modamente el siglo o algo m¨¢s de vida, mientras que la gran mayor¨ªa no pasar¨¢ de la longevidad media actual en los pa¨ªses de vanguardia. Pues durante largos a?os, la regeneraci¨®n de ¨®rganos ser¨¢ una cosa a la que s¨®lo tendr¨¢n acceso los ricachos; tan caro, dicen, resultar¨¢ el tratamiento. Viagra para todos o para nadie, eso es posible. Un h¨ªgado y/o un coraz¨®n regenerado con c¨¦lulas del propio paciente, es otra canci¨®n. Aqu¨ª quiero ver a un nuevo Aldous Huxley. ?Sedes de la industria farmac¨¦utica tomadas al asalto e incendiadas? ?M¨¦dicos acosados? ?Muerte a plazo m¨¢ximo, notario a pie de lecho? Nada de esto es tan absurdo. El 80% de los enfermos de sida est¨¢ en ?frica y all¨ª apenas llegan los antirretrovirales. La minor¨ªa que los puede pagar, no los necesita. Los potentados pueden fornicar con tanta seguridad como algunos misioneros y sin tener que meter a Dios en el ajo. He escrito algunos y no para curarme en salud. ('Pero, Jes¨²s, padre m¨ªo/ y como ol¨¦is a tabaco', dijo la beata).
The Human Heart. El coraz¨®n humano. Ese del que yo siento los latidos en forma de ac¨²feno y el otro, el eufem¨ªstico. Gustavo Adolfo Dom¨ªnguez, m¨¢s conocido por B¨¦cquer, los uni¨® en uno. 'Movi¨¦ndose al comp¨¢s, como una m¨¢quina est¨²pida/ el coraz¨®n...'. Si me lee alg¨²n m¨¦dico, no se d¨¦ por aludido. Figurar¨¢ entre el gran n¨²mero de los abnegados, de los que est¨¢n al d¨ªa, de los que piden un m¨ªnimo de diez minutos por paciente. Pero como en todos los oficios y profesiones, los hay de variopinta catadura; como los que se vendieron a la industria del tabaco y defendieron encarnizadamente que el cigarrillo no era cancer¨ªgeno, a sabiendas de que las pruebas de que lo era ya apenas si pod¨ªan ser m¨¢s concluyentes. En 1982 un m¨¦dico americano, Brendan Phibbs, denunciaba que la mitad de la cirug¨ªa cardiaca llevada a cabo en el pa¨ªs era completamente innecesaria. Lucro. Ilustraba su afirmaci¨®n con ejemplos tan espectaculares como entre nosotros no son superados en ning¨²n campo; y escribo bajo el impacto de esa sentencia seg¨²n la cual los abusos sexuales son menos canallescos si la v¨ªctima no es virgen.
Pero la conducta de ciertos m¨¦dicos son tortas y pan pintado comparada con la de las grandes empresas farmac¨¦uticas. Ahora resulta que ya no podemos fiarnos de lo que dicen las m¨¢s prestigiosas revistas de medicina. The New England Journal of Medicine ha admitido que, inconsciente de ello, ha publicado art¨ªculos de cient¨ªficos con conexiones con la industria farmac¨¦utica. Caray, se le colaron de rond¨®n los intereses esp¨²reos. ?Estar¨¢ tambi¨¦n contaminada la otra gran biblia de la medicina, The Lancet?
Lo que ha sucedido es que la gran industria farmac¨¦utica desplaz¨® hace unos a?os a la universidad como ¨¢mbito de investigaci¨®n m¨¦dica. Ahora, 'la industria emplea m¨¦dicos investigadores propios o bien recurre a una nueva red empresarial, las organizaciones de investigaci¨®n por contrato... y las organizaciones de gesti¨®n de centros, que en apenas diez a?os han creado un nuevo modelo de investigaci¨®n'. Son las lindezas del sector privado. Y por estos pasos se llega al Gran Farma de John Le Carr¨¦, libro del que EL PA?S public¨® un fragmento (14-02-01). Me propuse no adquirir la novela, profil¨¢cticamente.
Del sida le hemos o¨ªdo decir a expertos que puede ser considerada, en nuestros d¨ªas, una enfermedad cr¨®nica; tan larga es la esperanza de vida del enfermo. Para que esto sea as¨ª, sin embargo, tiene que haber una Seguridad Social avanzada o mecanismos de apoyo pecunario al alcance. Pues el tratamiento es car¨ªsimo, de entre un mill¨®n y medio a dos millones de pesetas anuales. Existe una tercera soluci¨®n: el descenso en picado del precio de los medicamentos. Pero con la gran industria farmac¨¦utica hemos topado. Ah, The Human Heart. Verde como el trigo verde, duro como el pedernal. Hablan mal de los gen¨¦ricos, a los que atribuyen una ineficacia imaginaria; presionan a los gobiernos para que mantengan a toda costa unas patentes que ya les han rendido inmensos beneficios. Por fortuna, las ONG y algunos gobiernos han iniciado las hostilidades y pa¨ªses como India y Brasil -informa EL PA?S- se saltan a la torera las patentes y fabrican gen¨¦ricos. De este modo, lo que costaba dos millones se queda en algo m¨¢s de doscientas mil pesetas. Algunas grandes multinacionales se avinieron a abaratar el precio de los c¨®cteles antirretrovirales nada menos que en un 85%, en los pa¨ªses del Tercer Mundo. A¨²n hay grandes resistencias, pero la Comisi¨®n Europea est¨¢ en ello. Caray, no es cosa de mantener la demograf¨ªa a raya a costa de permitir que el sida se lleve por delante a la poblaci¨®n del continente africano.
Yo har¨ªa otra cosa. Devolver la investigaci¨®n a la universidad y dejarle al Estado la comercializaci¨®n de los productos. Bajar¨ªan de precio y a¨²n quedar¨ªan beneficios para que la universidad investigara por todo lo alto, que no todo ha de ser mercado. Ya s¨¦, sue?os de un nost¨¢lgico. The Human Heart.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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