Un ciego en la azotea del mundo
El Everest, la monta?a m¨¢s alta del planeta, con 8.848 metros, contempla desde el 28 de marzo como Erik Weinhenmeyer, un norteamericano de 32 a?os, pasa de ser un puntito lejano a convertirse en un hombre de hielo cargado con una pesada mochila conforme se aproxima a su cima. El que, sin embargo, no contempla al Everest mientras se aproxima a su punto m¨¢s alto es el propio Weinhenmeyer, ciego desde que ten¨ªa 13 a?os.
?l es el primer ciego que intenta llegar al mirador con la vista m¨¢s amplia. Una monta?a m¨ªtica que no presenta ninguna cara amable ni da facilidades a nadie. 'Llegaremos a la cima con el viento pegado a los dientes', dijo Mallory en 1924. No lleg¨® a ella. Los ¨²ltimos cien metros, los que separan la posesi¨®n de la inmensa mole asi¨¢tica del fracaso, son una escarpada pared que s¨®lo admite la posici¨®n vertical, el acceso llamado Khumbu icefall.
'Yo hago cosas con las manos que el resto delega en sus ojos', explica el joven invidente norteamericano, nacido en una de las zonas m¨¢s monta?osas del mundo, Colorado.
El procedimiento de escalada que sigue Weinhenmeyer es simple. Los gu¨ªas que lo acompa?an llevan cascabeles prendidos en la chaqueta. Erik conf¨ªa en su o¨ªdo y reproduce los movimientos de sus compa?eros. Para ello se ayuda de ganchos, cuerdas y el tradicional piolet. Utiliza los cabos fijos y tambi¨¦n se ayuda de las botellas de ox¨ªgeno suplementario cuando la atm¨®sfera se vuelve irrespirable en las zonas m¨¢s elevadas. 'Nadie dir¨ªa que este tipo es ciego', dice uno de los doce sherpas que lo acompa?an en la empresa.
Un sistema intuitivo e individualista para un aventurero solitario que escala desde los 16 a?os, cuando decidi¨® que la naturaleza ser¨ªa su mejor aliada para olvidar la enfermedad degenerativa que le arrebat¨® la vista. Desde entonces se doctor¨® en el McKinley, en Alaska, un pico de 6.960 metros.
La experiencia espa?ola es bien distinta. El grupo de monta?a de la ONCE estudia desde su creaci¨®n, en 1990, cada escalada con lupa. La idea es minimizar riesgos e incluir en las expediciones el mayor n¨²mero de invidentes.
Doscientos cincuenta ciegos han subido en distintas expediciones las cimas del Kilimanjaro, el Aconcagua, el Chimborazo o el Mont Blanc. Y no s¨®lo personas sin visi¨®n. Tambi¨¦n han conseguido ascender a las cumbres m¨¢s elevadas monta?eros como Manuel P¨¦rez Tello, con las dos piernas amputadas despu¨¦s de sufrir un accidente en Los Alpes. La idea es completar las siete cotas m¨¢s elevadas del planeta.
Juan Antonio Carrascosa es el cerebro que se esconde detr¨¢s del ambicioso proyecto. 'Nuestro sistema es un invento revolucionario', dice Carrascosa. El invento revolucionario consiste en una barra pendular compartida por tres personas: un gu¨ªa, una persona con la visi¨®n muy disminuida y un ciego total. De esta guisa pretenden subir tambi¨¦n al Everest, como Wienhenmeyer de quien Carrascosa duda 'de que no vea nada en absoluto'. 'No s¨¦, no s¨¦...', musita incr¨¦dulo.
'A veces es m¨¢s peligroso cruzar la gran ciudad que escalar el Everest', dice Manolo Cepero, un apasionado de la monta?a y pianista ciego que ya conoce el sabor de las nieves del Kilimanjaro. 'Yo huelo el paisaje', asegura; 'no veo, pero s¨ª siento, aunque s¨¦ que nadie lo entiende'.
Cepero se siente identificado con el aventurero norteamericano, pero el sistema de escalada de Weinhenmeyer le parece 'muy arriesgado' y, con voz sentenciosa, espeta: 'Ojal¨¢ lo suba, pero, sobre todo, ojal¨¢ lo baje'.
A mediados de mayo, el invidente norteamericano tiene previsto regresar a Katmand¨², la capital de Nepal y del monta?ismo internacional. No contar¨¢ lo que ha visto, pero s¨ª los cientos de emociones que los otros cuatro sentidos le han revelado sobre los misterios de la azotea del mundo.
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