Abroncado por caballeroso
Manolo, un joven interior izquierda de 21 a?os del filial del Atl¨¦tico de Madrid, se siente confuso, aturdido, descolocado. Manolo no sab¨ªa -hasta ayer- que tirar el bal¨®n fuera para que atiendan a un adversario lastimado era un pecado. 'Una ingenuidad', precisa su t¨¦cnico, Carlos Cantarero. Y es que Manolo, a falta de un minuto para que concluyese el partido que enfrentaba a su equipo con el Mensajero, sin que ninguno de los dos equipos hubiese estrenado el marcador, lanz¨® el bal¨®n fuera del c¨¦sped en vez de meter el bal¨®n franco al ¨¢rea que esperaban sus compa?eros para rematar. Un gol Atl¨¦tico hubiese supuesto la clasificaci¨®n aritm¨¦tica del filial rojiblanco a la liguilla de ascenso a Segunda. Pero Manolo no pens¨® en combinaciones num¨¦ricas, se limit¨® a levantar la cabeza, atisbar a David, un defensor del Mensajero que se revolcaba aparentemente muy dolorido en el ¨¢rea peque?a, y girar la direcci¨®n del cuerpo, que entonces enfilaba la porter¨ªa rival, hacia la grada. Despu¨¦s mand¨® suavemente, despacito, la pelota fuera del campo.
La reacci¨®n de sus compa?eros, su entrenador y el p¨²blico no fue precisamente de aplauso y admiraci¨®n ante la deportividad del joven canterano. 'Que esto no es el partido contra la droga, Manolo', berreaba un espectador indignado, su compa?ero Antonio L¨®pez, m¨¢s resabiado, le recriminaba a gritos su acci¨®n, y su t¨¦cnico, Carlos Cantarero, levantaba la mano en un gesto de exasperaci¨®n mientras mov¨ªa la cabeza con incredulidad. Manolo no comprende estas reacciones: 'No lo entiendo, la verdad, pero yo creo que he hecho lo correcto'.
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