Viejas canciones
El Primero de Mayo es un ayer, un hoy y un ma?ana. El ayer alude incluso a una realidad combativa y solidaria anterior a la era industrial, al Manifiesto Comunista de Marx y Engels, a las internacionales obreras y al car¨¢cter institucional de la misma fecha se?alada. Hubo Primero de Mayo en los levantamientos de esclavos contra los esclavistas en la noche de la historia, y lo hubo en la revuelta de los campesinos contra su se?or de horca, cuchillo y derecho feudal. Injusticia, atropello y opresi¨®n los hubo en las destempladas e insolidarias galeras en que partieron los laboriosos moriscos valencianos, expulsados de su tierra valenciana el siglo XVII; y hubo Primero de Mayo cuando, una d¨¦cada antes, empalaban los conquistadores de tez clara y arcabuces al indio Caupolic¨¢n, levantado en armas con su gente para evitar el exterminio del pueblo araucano.
Un Primero de Mayo de ayer, m¨¢s cercano en el tiempo, evoca las luchas y movilizaciones obreras en los pa¨ªses industrializados, y el combate de los aparceros por reformas agrarias en campos de olivos retorcidos que nunca se llevaron a cabo. Es ese Primero de Mayo cuyas viejas canciones no se perdieron en el recuerdo nuestros abuelos o bisabuelos; eran aquello de 'hijo del pueblo te oprimen cadenas / y esa injusticia no puede seguir'; o el tatarareo de 'lev¨¢ntate pueblo leal / al grito de revoluci¨®n social'. Melod¨ªas ¨¦picas que hablaban de un mundo nuevo y justo que saldr¨ªa del hambre, de la miseria, de la necesidad y de los luchadores por la libertad.
Y cuando naci¨® fue el Primero de Mayo de hoy. Un Primero de Mayo en que millones de ciudadanos sufren la opresi¨®n del cintur¨®n de seguridad y el aumento del precio de los carburantes; unos ciudadanos a quienes les agobia felizmente el atasco y la sensaci¨®n de libertad que ofrece un coche. Pero ciudadanos con pensiones casi garantizadas, con seguro de enfermedad, con jornada laboral aceptable y con vacaciones pagadas. Aunque, claro, tambi¨¦n un Primero de Mayo con miles de conciudadanos que trabajan doce horas diarias, a 300, o 400, o 500 pesetas la hora, en L'Horta Nord, en el campo alicantino, en el Baix Maestrar o en Huelva; conciudadanos que viven como les dio a entender el Dios de la emigraci¨®n y la necesidad, o la picaresca de quienes los utilizan como mano de obra barata, o la desidia de los responsables de que eso no suceda aqu¨ª y ahora, o el oprobio de las mafias que se sustenta con la miseria ajena.
El Primero de Mayo antes y despu¨¦s de Marx y Engels, antes y despu¨¦s de la viejas canciones que llamaban a las barricada y a la solidaridad, tiene sentido. Y lo tiene incluso cuando, por ejemplo, intentamos olvidar que los bisabuelos de much¨ªsimos valencianos de hoy ten¨ªa unas gachas castellanas por cena casi todo el a?o en la ancha Meseta, o farinetes aut¨®ctonas en un pueblecillo de L'Alcalaten de trazado abrupto.
No podemos dejar de interpretar el recuerdo si queremos que prevalezca el Primero de Mayo el siglo XXI y el XXII y los siguientes. Quiz¨¢s ese Primero de Mayo del ma?ana no tendr¨¢ baladas que canten auroras proletarias y ¨¦picas obreras en la barricada. Eso s¨ª, tendr¨¢ casi con certeza arbitrariedades e injusticias, atropellos y disparates sociales como lo tiene el Primero de Mayo de hoy. Y de ello debe hablarse, aunque nos oprima el cintur¨®n de seguridad y el atasco festivo que nos dej¨® felizmente atrapados en la carretera.
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