De Barbate a La Plana
La falta de acuerdo pesquero con Marruecos anuncia una oleada de familias andaluzas hacia el Grau
Miguel lleg¨® de Barbate (C¨¢diz) hace 11 a?os. Se dedicaba a la pesca y las condiciones de Marruecos le obligaron a 'buscarse el pan en otro lado'. Lleg¨® a El Grau de Castell¨®n con su esposa y sus tres hijos. Desde entonces, vive en el distrito mar¨ªtimo de la capital de La Plana y nunca ha dejado de salir al mar.
Como Miguel, m¨¢s de 2.000 personas se trasladaron de Andaluc¨ªa a Castell¨®n, en principio, a la b¨²squeda de un barco que los incluyera en su tripulaci¨®n. A estas alturas, la mayor¨ªa han dejado de salir a faenar. La dura vida del pescador y los exiguos rendimientos econ¨®micos les han obligado a dejar la pesca para entrar en el industrial mundo de las azulejeras o de la construcci¨®n. En muchos casos, muy a su pesar, porque 'la mar tira mucho'.
El flujo migratorio de pescadores de Andaluc¨ªa a Castell¨®n comenz¨® a finales de los 60 y con el paso de los a?os ha ido disminuyendo. Sin embargo, la falta de un acuerdo de pesca con Marruecos desencadenar¨¢ la llegada de una importante oleada de familias. Sobre todo, de Barbate, una poblaci¨®n gaditana en la que el 80% de la ocupaci¨®n depende de una pesca condenada a la desaparici¨®n. Hasta ahora, y mientras se han llevado a cabo las negociaciones con Marruecos, los pescadores han recibido una ayuda mensual. Pero junio se ha marcado en sus calendarios como la fecha fat¨ªdica en la que dejar¨¢n de percibirla. As¨ª, los m¨¢s optimistas conf¨ªan en un acuerdo que les libre de la migraci¨®n. Los m¨¢s afortunados han logrado un puesto en los pocos barcos de arrastre que quedar¨¢n activos en Barbate. Los dem¨¢s, debaten entre quedarse en un pueblo contaminado por el tr¨¢fico de droga o dejar su tierra y su mar a la b¨²squeda de un futuro.
Miguel mantiene contacto diario con Barbate. 'Hace 30 a?os que hay problemas con Marruecos, pero siempre ha habido hombres que han negociado y, al final, hemos podido pescar', relata. 'Ahora, las cosas est¨¢n muy mal', sentencia. 'Hay quince familias que ya est¨¢n preparando sus cosas para venirse', a?ade. Ser¨¢ el mes que viene, cuando el propio Miguel acoja en su casa a un matrimonio con sus dos hijas hasta que encuentren trabajo y vivienda. Llegar¨¢n a una provincia con poco paro, pero 'con muchos problemas para encontrar un casa de alquiler que puedan pagar'.
A Castell¨®n no s¨®lo llegaron barbate?os. Bartolo lleg¨® de Almer¨ªa cuando ten¨ªa 8 a?os. 'Me trajeron mis padres', puntualiza. A los 16 se embarc¨® y, desde entonces, no ha dejado de salir 'a la mar'. Su padre y su abuelo tambi¨¦n fueron pescadores. A Bartolo, pese a mantenerse en el duro mundo de la pesca, no le ha ido mal. Ahora, es el patr¨®n de La R¨¢pida, su propia embarcaci¨®n. Est¨¢ casado, tiene dos hijas, se siente orgulloso de ser almeriense 'pero a m¨ª, El Grau que no me lo toquen'. Le encanta su trabajo, aunque dice que 'no se gana lo suficiente'.
La falta de trabajo en los puertos andaluces ha hecho 'temer', durante unos d¨ªas, que la migraci¨®n no fuera s¨®lo de familias sino de barcos. Sin embargo, la ¨²ltima reuni¨®n de la Asociaci¨®n Espa?ola de Ciudades de la Pesca, en la que est¨¢ incluida Castell¨®n, dej¨® claro que los caladeros en esta parte del Mediterr¨¢neo 'no dan para m¨¢s'. As¨ª, la migraci¨®n se plantea con dos objetivos de empleo, el entrar como tripulaci¨®n en alg¨²n barco de cerco o llegar a Castell¨®n en busca de un empleo en el sector azulejero o de la construcci¨®n. De hecho, localidades como L'Alcora y Onda, concentran a cerca de un centenar de familias procedentes de la Andaluc¨ªa pesquera.
El ejemplo de Pepe es semejante al de muchos andaluces, en general, y barbate?os en particular, que llegaron a Castell¨®n en los a?os 90. Pepe lleg¨® el 21 de septiembre de 1992. Sus cu?ados ya estaban en El Grau. Lo recuerda perfectamente. Lleg¨® con su esposa y dos ni?os, de 6 y 4 a?os. El tercero de sus hijos naci¨® hace tres a?os en Castell¨®n. Hasta 1998 Pepe sal¨ªa a la mar. Desde entonces, ha trabajado en tierra.
Seg¨²n el libro Pesca y sociedad en El Grao de Castell¨®n, obra de Jorge Tejedor y Manuel Llorca, el perfil de los pescadores andaluces que se han dedicado o dedican a la pesca en El Grau es el de un hombre de unos 44 a?os, casado, con tres hijos de promedio, con estudios primarios, unos ingresos mensuales de 80.000 a 100.000 pesetas y piso propio. Una inmensa mayor¨ªa se encuentra satisfecha de vivir en La Plana y son pocos los que anhelan volver. Sin embargo, la experiencia demuestra que, con la jubilaci¨®n, m¨¢s de un barbate?o vuelve a 'su mar'.
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