M¨¢s vale tarde
Las perspectivas de suavizaci¨®n de las tensiones inflacionistas a medio plazo es el argumento que ha utilizado el Consejo del BCE para justificar su inesperada reducci¨®n de tipos de inter¨¦s en un cuarto de punto. Esas perspectivas no son muy distintas a las que cab¨ªa manejar en reuniones anteriores, de ah¨ª que quepa atribuir mayor verosimilitud a aquellas presunciones que sit¨²an el factor sorpresa como principal motivaci¨®n para hacerlo ahora. Ojal¨¢ no sea demasiado tarde.
El equilibrio entre estabilidad de precios y crecimiento econ¨®mico que ahora legitima este abaratamiento del dinero manten¨ªa su vigencia desde hace tiempo. Ahora son mayores las amenazas derivadas de la desaceleraci¨®n de las principales econom¨ªas de la zona que las que pesan sobre la estabilidad de los precios a medio plazo. Los indicadores recientes de la econom¨ªa alemana as¨ª lo ponen de manifiesto. Del impacto marginal que tendr¨ªa la desaceleraci¨®n estadounidense, seg¨²n la doctrina oficial de Francfort, hemos pasado a ver mucho m¨¢s cerca el estancamiento. Desde el Fondo Monetario Internacional a la OCDE, pasando por una amplia mayor¨ªa de analistas privados, se recomendaba hace tiempo la reducci¨®n del precio del dinero. Se?al de que el banco central no estaba ausente de lo que realmente estaba ocurriendo en la econom¨ªa mundial.
Entre los pocos en jalear esa resistencia del BCE estaban las autoridades espa?olas, que trataban de extender al conjunto de la zona euro una disciplina monetaria que supuestamente contendr¨ªa nuestra elevada inflaci¨®n. El presidente del Gobierno y los ministros sectoriales recomendaban la inacci¨®n con el err¨®neo diagn¨®stico de que la tasa espa?ola de inflaci¨®n obedece a un exceso de demanda. La realidad es que nuestro quiste inflacionista permanece a pesar de que el gasto familiar se desacelera. La medicina apropiada no es retrasar la rebaja del coste del dinero, sino actuar sobre los mercados y los sectores que mes tras mes evidencian la ausencia de condiciones suficientemente competitivas. Para reducir la inflaci¨®n a costa de congelar el crecimiento no se necesitan ministerios de Econom¨ªa.
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