Un vistazo a la inmigraci¨®n
En este pa¨ªs tenemos muchos problemas. Uno de ellos es el de la inmigraci¨®n. Como en los dem¨¢s problemas, hay varias maneras de hacerle frente: con ardor, con serenidad, con prisa, con calma, o dej¨¢ndolo de lado y esperando que el tiempo lo arregle.
La inmigraci¨®n es un problema complejo. Lo malo de los problemas complejos es que intentemos entenderlos 'desde mi punto de vista...'. Porque los problemas complejos tienen muchos puntos de vista, y si no se enfocan todos -primero, de uno en uno; luego, todos en su conjunto-, seguramente nuestro an¨¢lisis ser¨¢ equivocado.
Para algunos, la inmigraci¨®n es un negocio: mano de obra d¨®cil (no les conviene armar bulla) y barata (no reclamar¨¢n ni salario m¨ªnimo, ni seguridad social, ni medidas de higiene y salud laboral). Estos empresarios prefieren que haya muchos sin papeles para que no les falte esa mano de obra barata.
'Nuestra comprensi¨®n del problema de la inmigraci¨®n no estar¨¢ completa hasta que nos pongamos en la piel de los inmigrantes y nos preguntemos qu¨¦ har¨ªamos nosotros en su caso'
Pero su estrategia tiene, al menos, tres defectos. Primero: es inhumana. Es verdad que los extranjeros est¨¢n dispuestos a trabajar incluso en esas condiciones (?se imaginan el hambre que deben de pasar en su pueblo?). Desde este punto de vista, esos inmigrantes ilegales salen ganando si alguien les ofrece un trabajo mal pagado y mal tratado. Pero el problema principal de esos que desprecian la dignidad de los dem¨¢s es que son ellos los que se embrutecen, los que aprenden a ser inhumanos.
'S¨ª, est¨¢ bien. Pero es que mi negocio no me permite pagar salarios m¨¢s altos'. ?De verdad? Entonces, lo que usted tiene no es un negocio, sino un chiringuito. Ci¨¦rrelo cuanto antes. Porque el segundo defecto de una conducta laboral inadecuada es que refleja una mala estrategia. Una empresa que en Espa?a, en el siglo XXI, no puede pagar unos salarios decentes no tiene futuro..., ni presente -a no ser que sea un procedimiento para sacar partido de las subvenciones comunitarias, pero eso es tambi¨¦n un chiringuito.
El tercer defecto de esa manera de plantear el negocio es que traslada los costes (seguridad social, vivienda digna, educaci¨®n, etc¨¦tera) al resto de la sociedad, y esto es injusto, no s¨®lo con los inmigrantes, sino tambi¨¦n con esos ciudadanos.
Pero la sociedad no parece dispuesta a hacerse cargo de esos costes sociales de la inmigraci¨®n porque, para muchos ciudadanos, los inmigrantes son s¨®lo gente distinta que llena los barrios marginales, que amenaza la cultura aut¨®ctona, que pueden constituir un peligro para la seguridad ciudadana... 'Si las empresas necesitan inmigrantes', dicen, 'que los aguanten ellas'.
Desde este punto de vista, una soluci¨®n es la inmigraci¨®n selectiva. ?Necesitamos mano de obra cualificada? Pues que vengan inmigrantes cualificados, que no crear¨¢n problemas de convivencia y que tendr¨¢n una aportaci¨®n positiva a la producci¨®n nacional. ?Necesitamos mano de obra barata? Pues que entren los necesarios, con permiso de trabajo previo, y que se marchen cuando ya no hagan falta -o que se queden una vez se haya comprobado que son ¨²tiles, se integran y no crean problemas.
Bonita soluci¨®n. Sobre el papel, claro, porque olvida al menos dos puntos importantes. Primero: al sur de Gibraltar y al otro lado del Atl¨¢ntico hay millones de personas que pasan hambre, que no tienen futuro en su pa¨ªs y que ven en la sociedad europea la soluci¨®n a sus problemas. Y una vez que uno se decide a embarcar en la patera, no lo desaniman ni la Guardia Civil, ni el peligro de naufragio, ni la posibilidad de morir bajo la carga de un cami¨®n que lo transporte a lo que le parece que va a ser su para¨ªso en la tierra. Por tanto, vamos a tener inmigrantes, muchos inmigrantes, legales o ilegales, durante muchos a?os.
Segundo: hay un derecho humano a emigrar, a buscar en otros lugares lo que el propio pa¨ªs le niega a uno: comida, trabajo, seguridad, paz, libertad religiosa o pol¨ªtica, o lo que sea. Nosotros ejercimos ese derecho durante siglos, y muchos de nuestros abuelos o bisabuelos encontraron primero en Am¨¦rica Latina y luego en Europa el trampol¨ªn que necesitaban para elevar su nivel de vida -y el nuestro. Ahora, es l¨®gico que defendamos nuestro cocido, y que no queramos que los inmigrantes deambulen por nuestras calles, ocupen las plazas de nuestros hospitales y estropeen nuestra lengua. Es l¨®gico..., pero s¨®lo hasta cierto punto.
La inmigraci¨®n es una bendici¨®n para unos y una amenaza para otros. La necesitamos, pero no nos acaba de gustar. Bien, pero nuestra comprensi¨®n del problema no estar¨¢ completa hasta que nos pongamos en su piel y nos preguntemos qu¨¦ har¨ªamos nosotros si vivi¨¦semos en un poblado africano o en un suburbio de una gran ciudad latinoamericana, sin trabajo ni perspectiva de tenerlo, sin nada que comer, sin ofrecer a nuestros hijos nada m¨¢s que la prostituci¨®n o la criminalidad. Y que nos preguntemos luego qu¨¦ podr¨ªamos aportar nosotros a la rica sociedad europea, y c¨®mo nos gustar¨ªa que nos tratasen all¨ª... No es su problema: es tambi¨¦n el nuestro.
Antonio Argando?a es profesor en el IESE.
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