Vivienda social
Durante buena parte del pasado siglo XX, uno de los motores esenciales de la evoluci¨®n de la arquitectura y de las ciudades ha sido la vivienda masiva: un proceso que se inici¨® en el periodo de entreguerras con operaciones emblem¨¢ticas como las h?fe de la Viena socialdem¨®crata y las siedlungen alemanas y que tuvo una continuidad pol¨¦mica en las new towns, los grandes ensembles o los pol¨ªgonos. Hacia la d¨¦cada de 1980 el papel representativo de la vivienda social decay¨® frente a la pujanza de tipolog¨ªas consideradas m¨¢s representativas, como los museos y los espacios p¨²blicos, los aeropuertos y los shoppings. Tambi¨¦n el tipo de operaciones cambi¨® de caracter¨ªsticas. Tras la crisis de la prefabricaci¨®n pesada en los a?os setenta del siglo XX y la relevancia de los criterios ecol¨®gicos, las operaciones de vivienda han disminuido en tama?o, se han ajustado m¨¢s a los tejidos urbanos existentes y han intentado renunciar a seguir consumiendo territorio.
La vivienda social no tiene por qu¨¦ ser arquitect¨®nicamente anodina o de baja calidad. En Barcelona hay buenos ejemplos
A pesar de que la sociedad neoliberal se interesa muy poco por la vivienda social y aunque la vivienda de protecci¨®n oficial tiene poca relevancia dentro de las operaciones de promoci¨®n p¨²blica, el habitar en unas condiciones m¨ªnimas sigue siendo una necesidad urgente y prioritaria; un habitar que en Europa tiene mucho que ver con la reforma de los centros hist¨®ricos, para que no se degraden y se mantengan vivos en su multifuncionalidad, y con la actualizaci¨®n de un parque residencial muy deteriorado. La duraci¨®n media de la vivienda masiva es de pocas d¨¦cadas y continuamente debe ser renovado un patrimonio que va quedando obsoleto por su decadencia material (recordemos los problemas de aluminosis en el hormig¨®n armado, por ejemplo), y por los necesarios cambios en la distribuci¨®n de las viviendas que sean acordes con las transformaciones en los modos de vida, la estructura familiar y las prestaciones de instalaciones.
En este sentido, en Barcelona destacan dos tipos de grandes operaciones de vivienda p¨²blica: la paulatina rehabilitaci¨®n de Ciutat Vella, especialmente en torno al Pla Central y al mercado de Santa Caterina, en iniciativas promovidas por Procivesa, y toda la operaci¨®n en curso promovida por el Instituto Catal¨¢n del Suelo (Incasol), que est¨¢ reconstruyendo algunos de los conjuntos residenciales populares peor proyectados y m¨¢s deteriorados: el Polvor¨ªn, Via Trajana, las viviendas del Gobernador, el Tur¨® de la Peira, adem¨¢s de intervenciones en Sant Roc (Badalona), San Cosme (El Prat del Llobregat) y Arrahona (Sabadell). En estas operaciones, las viviendas en peores condiciones de distribuci¨®n y conservaci¨®n van siendo sustituidas paulatinamente por edificios de nueva planta, mediante un cuidadoso y mod¨¦lico proceso de traslado interno de los habitantes y una serie de proyectos clave para mejorar el espacio p¨²blico.
Afortunadamente, entre estos m¨²ltiples ejemplos ya realizados, en construcci¨®n o en proyecto ha habido casos de gran calidad arquitect¨®nica. Entre los ejemplos de Ciutat Vella, promovidos mayoritariamente por el Ayuntamiento de Barcelona, est¨¢n las viviendas en la calle del Carme y d'en Roig de Josep Llin¨¤s, planteadas como una operaci¨®n inicial de prestigio, y la manzana de Ram¨®n Artigas y Ram¨®n Sanabria en las calles dels Metges y del Pou de la Figuera, en el barrio de Santa Caterina.
Entre las intervenciones promovidas esencialmente por la Generalitat de Catalu?a destacan las obras de nueva planta del arquitecto Llu¨ªs Nadal en la reforma de las Viviendas del Gobernador y del pol¨ªgono Sudoeste del Bes¨°s; apasionantes lecciones de c¨®mo construir de manera realista siguiendo los modelos de los arquitectos italianos de posguerra y de la arquitectura mediterr¨¢nea de Jos¨¦ Antonio Coderch.
Entonces, si es posible hacer obras maestras en el terreno de la vivienda social, con unos presupuestos moderados, ya no es admisible que las administraciones promuevan arquitectura mediocre y la ciudadan¨ªa tolere mala arquitectura. Cuando los responsables en las administraciones otorgan confianza a arquitectos dispuestos a experimentar en las distribuciones de las plantas y en los materiales de las fachadas, con voluntad de romper la inercia inmovilista de las soluciones convencionales y cuidando la integraci¨®n con el entorno, se puede llegar a los mejores resultados posibles.
Por tanto, es el momento de efectuar una revisi¨®n y una evaluaci¨®n de las obras ya hechas. Y si construcciones como las que configuran la nueva calle de Maria Aur¨¨lia Capmany poseen un lenguaje anodino y anacr¨®nico, lo cual constituye una ocasi¨®n perdida, o los edificios que se est¨¢n construyendo actualmente en Via Trajana tienen unas distribuciones interiores tortuosas que no aprobar¨ªan ni en la escuela de arquitectura m¨¢s permisiva, es ya hora de tomar las buenas realizaciones como modelo y aprender de los errores. Hay ya un repertorio suficiente de ejemplos para exponer y debatir, estableciendo valoraciones. La colectividad debe exigir que, a partir de ahora, las mismas administraciones que han demostrado que es posible una arquitectura de vivienda social de calidad arquitect¨®nica y material se comprometan en promover s¨®lo buenos ejemplos y en evitar la mediocridad. Debemos exigir el derecho a la cantidad y a la calidad arquitect¨®nica de la necesaria vivienda social.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedr¨¢tico de Composici¨®n Arquitect¨®nica en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.
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