El fiscal tiene un problema
Durante estos cuatro ¨²ltimos a?os el fiscal jefe de la Audiencia de Barcelona, Jos¨¦ Mar¨ªa Mena, y el periodista Arcadi Espada nos hemos dedicado a un mismo trabajo: saber qu¨¦ hab¨ªa sucedido en el llamado caso de pederastia del Raval. El fruto de nuestras investigaciones ha quedado por escrito. Puede consultarse y podr¨¢ consultarse siempre. La fiscal¨ªa ha producido m¨²ltiples documentos que constan en el sumario del caso y en la prensa. Espada ha firmado decenas de art¨ªculos en este peri¨®dico y en el a?o 2000 public¨® el libro Raval. Del amor a los ni?os (Anagrama), que tambi¨¦n consta en el sumario como prueba de la defensa. Entre el considerable aporte de la fiscal¨ªa y el del periodista hay diferencias de estilo y una sustancial diferencia de significado: el relato fiscal es falso y el de Espada se ajusta a la verdad, descontados en uno y otro lado lapsus marginales. Es decir, no voy a negar que en alg¨²n detalle haya errado, como tampoco voy a hacerlo respecto a la posibilidad de que la fiscal¨ªa haya podido incurrir, marginalmente, en la verdad.
El relato fiscal, iniciado en 1997 y concluido en el invierno de este a?o, describe la existencia de una red de pederastia internacional, con sede en el barrio del Raval de Barcelona: 12 personas, todas ellas detenidas, son sus responsables principales. Entre ellas figuran dos pederastas confesos, un concejal socialista del Ayuntamiento de Barcelona, un l¨ªder vecinal, una educadora social, un empresario de origen holand¨¦s y un psic¨®logo mexicano, ¨¦ste ¨²ltimo a¨²n no detenido. Llama la atenci¨®n la existencia de dos matrimonios con hijos -uno vendi¨® al suyo a un pederasta por cuatro millones y otro lo alquilaba, s¨®lo los fines de semana, a raz¨®n de 30.000 pesetas- y de una madre que no s¨®lo vend¨ªa a sus hijos a la red, sino que incluso filmaba las pr¨¢cticas. Las v¨ªctimas, todas ellas ni?os del Raval, llegan al centenar. Las pruebas del comercio carnal se hallan en los miles de fotograf¨ªas y v¨ªdeos incautados a los pederastas, que aparecen, incluso, en muchos de ellos.
El relato de Espada, iniciado tambi¨¦n en 1997, asegura que todo lo antedicho es falso. Y se sustenta en la descripci¨®n de c¨®mo, y a trav¨¦s de qu¨¦ mecanismos, pudieron construir el falso relato la polic¨ªa, la fiscal¨ªa, el juez instructor, los psic¨®logos y los periodistas. En el libro de referencia, donde la pederastia ocupa, deliberadamente, un lugar secundario, se describen las graves pr¨¢cticas ilegales de dos de los inculpados, aunque se subraya su total desvinculaci¨®n respecto a los fundamentos del que fue llamado el caso del Raval: esto es la existencia de una red de explotaci¨®n infantil y de comercio pornogr¨¢fico.
El proceso judicial que se abri¨® en 1997 fue demostrando paulatinamente la falsedad del relato fiscal. Aunque lentamente, salieron de la c¨¢rcel los diversos imputados, que poco despu¨¦s alcanzar¨ªan la exculpaci¨®n. Un auto de la propia Audiencia de Barcelona, del 30 de junio de 1998, dejaba en cinco el n¨²mero de procesados y vert¨ªa cr¨ªticas nada el¨ªpticas a la investigaci¨®n judicial. Durante todo este tiempo ni la fiscal¨ªa ni la polic¨ªa ni el juez instructor pudieron aportar una sola prueba que demostrara la explotaci¨®n comercial de los ni?os: ni entonces ni nunca pudo incluirse en el sumario una sola imagen que presentara a ni?os del Raval manteniendo alg¨²n tipo de relaci¨®n sexual entre ellos o con alg¨²n adulto.
El pasado mi¨¦rcoles, la secci¨®n d¨¦cima de la Audiencia de Barcelona dictaba sentencia, absolv¨ªa a tres de los procesados y condenaba a otros dos. La sentencia reduc¨ªa el imposible caso del Raval a la actividad sexual il¨ªcita de dos pederastas y daba por alojado en el delirio el largo relato fiscal que hab¨ªa dado comienzo cuatro a?os antes.
As¨ª pues, comprendo el problema del fiscal jefe. Hasta hace pocos d¨ªas era la simple observaci¨®n de los hechos la que demostraba que estaba en un error grav¨ªsimo. Ahora es una sentencia. Incluso comprendo que el pasado viernes convocara a las principales v¨ªctimas de su ficci¨®n -los periodistas- para decirles que 'hay m¨¢s implicados en el caso del Raval'. Mal asunto cuando un fiscal debe recurrir a otra boca que no sea la de sus propios textos procesales. Pero debe entenderse que ya no es el fiscal el que habla. Un fiscal tendr¨ªa un cuidado exquisito, democr¨¢tico, republicano, en no herir a las v¨ªctimas, en no proyectar una luz de sospecha sobre las numerosas personas -adultos y ni?os- que estuvieron implicadas injustamente en el proceso. Un fiscal tendr¨ªa el valor moral de reconocer las inquietantes consecuencias que se derivan del an¨¢lisis de la actuaci¨®n de elementos clave del Estado de derecho en el caso del Raval.
Pero no. Cuando un fiscal, despu¨¦s de cuatro a?os, en los que ha habido instrucci¨®n, juicio y sentencia, convoca a la prensa y dice que 'hay m¨¢s implicados', ya no es un fiscal. Es un escritor de ficci¨®n, partidario de los finales abiertos.
Espada se dedica a otra cosa, como usted habr¨¢ podido, dolorosamente, comprobar.
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