'Perplex' y encima autoflagelado
'Creo que la identidad de los valencianos es la exageraci¨®n, compensada c¨ªclicamente por el pasar de todo'. 'S¨ª hubo burgues¨ªa valenciana, lo que pasa es que era una porquer¨ªa impresentable'. '(...) a algunos se le nota un sospechoso inter¨¦s en el AVE, porque muchos de ellos son contratistas'. Todo esto y m¨¢s, le contesto J. V. Marques, a Miquel Alberola (El Pa¨ªs 22 de Abril) con motivo de la reedici¨®n, 28 a?os despu¨¦s, de Pa¨ªs Perplex.
El regusto resultante es la amargura de un cierto progresismo valenciano. Un pesimismo arrastrado a lo largo de tres d¨¦cadas, ?toda una vida!. La tesis del mantenimiento entre nosotros del pasotismo, la cutrez y la generalizaci¨®n de la mercantilizaci¨®n, sigue envolviendo ciertos an¨¢lisis y proporcionando la correspondiente coartada intelectual para el inmovilismo. Sin embargo, racionalmente, resulta dif¨ªcil aceptar, que el debate de nuestro futuro como Pa¨ªs Valenciano no haya cambiado en treinta a?os.
Se nos dice que, como aqu¨ª no funciona, ni lo nacionalista, ni lo espa?olista, no parece que haya salida para nuestra mediocridad. ?Abandonad toda esperanza de crear una sociedad civil valenciana m¨ªnimamente solvente!, parece advertirnos Marqu¨¦s. Si a este discurso se la a?ade la memez del Poder Valenciano, versi¨®n zaplanista del Espa?a va bien, ya me dir¨¢n c¨®mo avanzar en un an¨¢lisis coherente de nuestras posibilidades como pueblo. Para empezar, pongamos fin a tanta autoflagelaci¨®n est¨¦ril.
Hay que parar esta tendencia valenciana de producir tantos ¨¦mulos de Thomas Bernhard, quien adem¨¢s de por sus capacidades literarias, ha pasado a la historia por su odio atroz a Viena, la ciudad en la que viv¨ªa ( 'Mi ciudad es en realidad una enfermedad mortal, cuyos habitantes ya nacen infectados...', para utilizar el p¨¢rrafo de Bernhard, que usa Toni Moll¨¤, para referirse, ¨¦l tambi¨¦n, a una Valencia austriaca, en su Espill d'insolencies).
La insolencia y la autocr¨ªtica son posiciones muy respetables, siempre y cuando no se confundan con la incapacidad pol¨ªtica, la falta de proyecto y el desasosiego que produce entre la progres¨ªa, llegar a los cincuenta y hacer balance.
Pa¨ªs Perplex mas all¨¢ de la nostalgia, fue una obra de juventud, de reivindicaci¨®n, posiblemente mas hija de la coyuntura, que de un trabajo de campo. Un texto sincero y positivo, pero que encerraba un riesgo, que hoy constatamos: una profec¨ªa que se cumpl¨ªa a s¨ª misma. Si estabamos perplejos y nadie nos sacaba de este estado, nuestro ¨²nico destino era el pozo de un pa¨ªs sin futuro. Afortunadamente, intuyo, que ning¨²n pueblo est¨¢ 28 a?os instalado en la perplejidad.
Escribo entre la discrepancia y el desconcierto. Ni en los momentos m¨¢s amargos, he percibido que mi pa¨ªs de adopci¨®n, tuviera la exageraci¨®n y el pasotismo como identidad. Ni siquiera que la burgues¨ªa valenciana, en su totalidad, fuera una porquer¨ªa. Adem¨¢s, no soy c¨®mplice de una panda de contratistas, por estar en la defensa del AVE.
Aunque a la derecha le encantar¨ªa, conviene constatar que no todos los cincuentones han sucumbido al desencanto. Hay mucha gente con canas, quienes superadas las limitaciones de una educaci¨®n en el entorno de una dictadura, y sin haber cumplido todas sus utop¨ªas, no ha llegado a abjurar de determinadas ilusiones sociales, asociadas a un sentimiento nacionalista. En su nombre ha llegado el momento de reclamar algo de optimismo desde posiciones progresistas. Estamos en un entorno dif¨ªcil, pero ni ayuda ni seduce, tanto ejercicio de autoflagelaci¨®n, por brillante y sincero que sea.
T¨®mese nota de la legi¨®n de valencianos que trabajan por la modernizaci¨®n de nuestro tejido social, por la conexi¨®n con Europa, con tratar de tener un cierto peso en la Sociedad de la Informaci¨®n..., y al mismo tiempo piensan que Fuster es una figura que se ha agrandado, a medida que ha sido discutido, y que estamos en condiciones de hablar con Catalu?a y las Islas como primos, ahora que parece que no necesariamente somos hermanos.
La ciudadan¨ªa para cambiar necesita proyectos ilusionantes como colectivo; as¨ª que basta de referencias al n¨²mero de canallas, burgueses o no, que disfrutamos por metro cuadrado y a ponerse el mono de trabajo, con la suficiente inteligencia para superar los restos de perplejidad que nos queden.
Gregorio Mart¨ªn es director del Instituto de Rob¨®tica de la Universidad de Valencia.
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