Algo huele a podrido
Lo peor de la derecha es, sin duda, la capacidad que muestra para envilecer las cosas, para sacar a la superficie las mayores miserias del ser humano. Es cierto que los movimientos progresistas tratan de asumir en su ideolog¨ªa los aspectos ¨¦ticos m¨¢s positivos, contraponiendo la ¨¦tica de los principios a la moral de la eficacia, pero muchas veces el contraste entre esa ¨¦tica de los principios y determinadas conductas termina ocasionando un desconcierto terrible.
Prueba clara de esta afirmaci¨®n la constituye lo ocurrido con el tema de la corrupci¨®n. Siempre se hab¨ªa cre¨ªdo que la asunci¨®n de la ¨¦tica de los principios conducir¨ªa de forma indefectible a que la gesti¨®n p¨²blica de los progresistas iba a ser cien por cien honesta (?se acuerdan de aquello de 'podemos meter la pata, pero no meteremos la mano') y cuando se descubri¨® que algunos hab¨ªan metido la mano en la caja, se origin¨® en el PSOE un desconcierto y una desmoralizaci¨®n tales, que solamente ahora se est¨¢ empezando a salir del hoyo. Ahora bien, no ser¨ªa bueno que ahora el desconcierto surgiera por la sensaci¨®n de que la corrupci¨®n en la izquierda se perdona menos que en la derecha, porque eso no s¨®lo es as¨ª, sino que adem¨¢s deber¨ªamos admitirlo como cierto y nos deber¨ªa llenar de orgullo.
Que los ciudadanos se escandalizan m¨¢s con la corrupci¨®n de los progresistas que con la de los conservadores, es un hecho contrastado por la realidad. No voy a realizar comparaciones, porque el hecho de que alguno de los que se llamaban socialistas fueran corruptos, me llena de una verg¨¹enza tal, que no puede ser mitigada por hechos tales como que, sin ir m¨¢s lejos, en la Comunidad Valenciana la gesti¨®n de algunos miembros del PP haya acabado en querellas ante los tribunales por cuestiones de corrupci¨®n que har¨ªan palidecer todos los fraudes que se hayan cometido en toda Espa?a durante los Gobiernos socialistas. No es cuesti¨®n ni de cuantificar los delitos ni de responder: 'Y t¨², m¨¢s'. El hecho de que otros roben no puede nunca justificar los delitos propios.
Pero, aunque eso sea as¨ª, no deja de sorprender la aparente impunidad que parece imperar en la actualidad, y ello no me preocupa tanto por el hecho de que alg¨²n culpable pueda quedar sin sanci¨®n, como porque denota un adormecimiento de la sociedad y una preocupante inactividad de las instituciones encargadas de perseguir delitos que resultan imperdonables. ?Quieren una prueba de ello? En los d¨ªas pasados se public¨® en un diario de Alicante algo que constitu¨ªa un secreto a voces, pero que nunca hab¨ªa sido puesto negro sobre blanco. Me refiero al aparentemente injustificable incremento del nivel de vida de algunos concejales -y particularmente de su alcalde- del Ayuntamiento de Alicante. Y digo aparentemente injustificable porque ese incremento no parece estar en relaci¨®n con los sueldos declarados, pero puede, estarlo en otras actividades l¨ªcitas o en enajenaciones de patrimonio. Pero si tal es as¨ª, quienes se encuentran en la situaci¨®n que en la prensa se ha denunciado, deber¨ªan sentirse obligados a explicar las razones de esos incrementos. En el caso del alcalde, si sigue manteniendo que es arrendatario de ¨¢ticos o mansiones, deber¨ªa presentar las copias de los contratos de arrendamiento, y argumentar que el precio que paga puede salir de su salario y, adem¨¢s, que es un precio de mercado, m¨¢xime si, como parece, el amigo propietario-arrendador tiene intereses en Alicante y precisamente en el campo inmobiliario. De la misma forma si, como parece, ha realizado a su costa obras en un piso del que es arrendatario, deber¨¢ explicar las razones porque, en caso contrario, se da la apariencia que es ¨¦l el propietario oculto de ese piso. Pero, como digo, lo que me preocupa m¨¢s que el hecho en s¨ª, m¨¢s que los afectados no se sientan obligados a dar explicaciones, es la indiferencia con la que la sociedad alicantina ha recibido la noticia. Que se publique que el alcalde viva de forma sospechosa y los ciudadanos no reaccionen, en el sentido que sea, resulta inquietante. Y si esa indiferencia tal vez se deba a que se ha publicado lo que ya era conocido por muchos, no existe ninguna raz¨®n que justifique la inactividad de quienes parece que tienen la obligaci¨®n de hacer ciertas averiguaciones, por ejemplo las fiscales. El otro d¨ªa un fiscal me comentaba el art¨ªculo y me dec¨ªa que solamente le faltaba el encabezamiento 'al juzgado' para que el texto sirviera como denuncia, y al comentarle que yo cre¨ªa que la fiscal¨ªa actuaba de oficio se despidi¨® dici¨¦ndome algo as¨ª como que las cosas han cambiado mucho. ?Cu¨¢nto han cambiado las cosas para que los jueces y fiscales no se atrevan a incomodar al poder pol¨ªtico, ni tan siquiera ante denuncias tan rotundas!
Pero, con independencia de todo ello, que los ciudadanos sean m¨¢s exigentes en el terreno de la ¨¦tica con los pol¨ªticos de izquierda que con los de derecha, lejos de escandalizarnos, deber¨ªa llenarnos de orgullo. Al pol¨ªtico de izquierda se le percibe como comprometido con ciertos valores ¨¦ticos, desprendido respecto del dinero o los bienes, m¨¢s atento a valores de solidaridad que a los de enriquecimiento personal, y por lo tanto cuando un pol¨ªtico de esa ideolog¨ªa sucumbe a las miserias y se corrompe tiene un plus a?adido de recriminaci¨®n social. Parece como si los ciudadanos votaran a los progresistas presumiendo que son honrados, y por lo tanto exigi¨¦ndoles un grado adicional de honradez, que ni se presume ni se exige a los conservadores.
Pero, naturalmente, el estar comprometido con valores ¨¦ticos no pone a los pol¨ªticos de izquierda a resguardo de sus propias miserias, que son explotadas por la derecha de forma magistral. Y no me refiero s¨®lo al tema de la corrupci¨®n, -aunque bien es cierto que si hay corruptos en la izquierda y en la derecha, los corruptores no son precisamente unos rojos- sino a la capacidad de explotar cuanto de miserable hay en el alma humana, haciendo renunciar a los principios a cambio de una contraprestaci¨®n. Desde la derecha parece transmitirse que todo se compra y todo se vende, y -?ay dolor!- en algunos casos parecen tener raz¨®n. Podr¨ªa referirme al acoso que algunos antiguos socialistas han sufrido para renegar de su partido a cambio de un puesto de trabajo, aunque a quienes han hecho tal cosa por ese motivo les cabr¨ªa la eximente de estado de necesidad, o bien a cambio de algo m¨¢s, y en estos casos no cabr¨ªa tal eximente. Alg¨²n d¨ªa contar¨¦ algunas an¨¦cdotas muy sabrosas que han ocurrido por estas tierras para que se pueda comprobar la capacidad de envilecimiento que demuestran nuestros conservadores, pero el caso ocurrido con el Defensor del Pueblo me parece de por s¨ª, suficientemente significativo. Que se eche a perder toda una trayectoria de defensor de las libertades y los derechos humanos solamente para no resultar molesto al Gobierno, al que debe su nombramiento, me parece mal, pero que se haya llegado al extremo de encargar dict¨¢menes bien retribuidos siempre y cuando la conclusi¨®n a la que se llegara fuera que la Ley de Extranjer¨ªa no era inconstitucional, como ha hecho Enrique M¨²gica, no s¨®lo me parece indigno sino que demuestra que la derecha termina envileciendo a todos los que con ella se relacionan.
Luis Berenguer es eurodiputado socialista.
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