Triling¨¹es
En el Ibilialdia celebrado el pasado domingo, el lehendakari Ibarretxe hizo un alegato a favor del biling¨¹ismo, e incluso del triling¨¹ismo. De sus palabras cabe deducir una doble propuesta. Por una parte, el compromiso firme en defensa del euskera en los distintos ¨¢mbitos de la vida de nuestro pa¨ªs como algo compatible con el reconocimiento del castellano (al menos a este lado de los Pirineos) como lengua tambi¨¦n propia, e importante para el futuro de nuestro desarrollo social. Y por la otra, la necesidad de que nuestros j¨®venes conozcan una tercera lengua (mayormente el ingl¨¦s) para desenvolverse mejor en el mundo en que nos ha tocado vivir.
La defensa y promoci¨®n del euskera no s¨®lo est¨¢ contemplada en nuestro marco jur¨ªdico como consecuencia de su car¨¢cter oficial, junto al castellano, sino que constituye una clara apuesta de la inmensa mayor¨ªa de nuestra sociedad. Y aunque ciertamente queda a¨²n mucho terreno por recorrer, en esto de las lenguas la experiencia aconseja prudencia al manejar los ritmos. Al mismo tiempo, asumir el castellano como una lengua propia de los vascos -?acaso existen los pa¨ªses al margen de los ciudadanos?- no s¨®lo es un ejercicio de cordura sino el reflejo de nuestra realidad social y jur¨ªdica. Por ello, en una sociedad biling¨¹e como la nuestra, y que quiere serlo adem¨¢s de manera efectiva, es reconfortante o¨ªr palabras como las de Ibarretxe el otro d¨ªa. L¨¢stima que algunos sectores sigan empe?ados en borrar el castellano de nuestras calles y carreteras, en una cruzada a favor de un imaginario pa¨ªs monoling¨¹e, s¨®lo equiparable a la que, de signo contrario, lleva a cabo el inefable Miguel Sanz en Navarra. Por ¨²ltimo, apostar por una tercera lengua como el ingl¨¦s representa asumir el futuro con audacia, y preparar a la sociedad vasca no s¨®lo pensando en incrementar sus oportunidades laborales, sino tambi¨¦n su capacidad para entender el mundo desde una perspectiva m¨¢s amplia y universalista.
Aunque se ha dicho muchas veces, la cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica no puede estar al albur de los intereses pol¨ªticos de los partidos, pues se trata de algo que afecta a aspectos clave de nuestra convivencia. Algunos se rasgan las vestiduras porque en un pa¨ªs en el que el euskera es oficial no puedan a¨²n realizar cualquier tr¨¢mite administrativo d¨®lo en esa lengua, sin apreciar el gigantesco avance experimentado en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Otros, por el contrario, consideran secundaria y hasta folcl¨®rica dicha pretensi¨®n, sin comprender un ¨¢pice los derechos que asisten a los vascoparlantes y la necesidad de seguir dando pasos en la protecci¨®n efectiva de los mismos. Y en medio, una inmensa mayor¨ªa apuesta silenciosamente por el biling¨¹ismo, haciendo incluso que sus hijos estudien en euskera pese a que esa no sea la lengua familiar y a sabiendas del enorme esfuerzo y hasta de la frustraci¨®n que supone algo tan sencillo como no poder ayudarles a hacer los deberes en casa. Una mayor¨ªa que quiere preservar y potenciar el euskera sin que ello signifique renunciar al castellano, y a la que le tocar¨¢ decidir poco a poco, en la pr¨¢ctica, los ¨¢mbitos en que cada lengua tendr¨¢ mayor proyecci¨®n. En Holanda, por ejemplo, parte de la ense?anza universitaria se imparte en ingl¨¦s, sin que nadie vea en ello un menoscabo para el neerland¨¦s.
Por ello, asumir que nuestro pa¨ªs tiene poco m¨¢s de dos millones de habitantes y que no puede traducirse al euskera toda la literatura especializada que sale al mercado sobre temas que s¨®lo cursan 15 o 20 estudiantes al a?o, no es renunciar a nada, sino poner unas bases m¨¢s s¨®lidas para nuestro futuro. Con audacia, pero con realismo. A sabiendas de que todo proceso de normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica genera algunas incomodidades, pero evitando que ¨¦stas sean m¨¢s de las necesarias. Lo dicho, triling¨¹es. Pero de verdad.
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