La huerta
Uno de mis t¨ªos paternos se cas¨® con una vecina del camino de Algir¨®s, all¨¢ por los a?os de la posguerra. La familia de la novia se mostraba muy satisfecha de que se uniera en matrimonio a un se?orito de la capital. De este modo, confiaban en que ella perdiera los usos y costumbres de la huerta y en que aprendiera a hablar un castellano fino. Paradojas de la vida, mi t¨ªo Ricardo termin¨® por hablar valenciano. Concentrados en un mismo espacio, la ciudad y su entorno agr¨ªcola han vivido separados por un abismo. Todav¨ªa algunos viejos huertanos hablan de subir a Valencia a comprar. Porque, a pesar de haber sido hasta fechas cercanas una capital agr¨ªcola y comercial, -o quiz¨¢ precisamente por ello- muchos valencianos del cap i casal han dado la espalda a unos labradores que ve¨ªan como tipos gritones y malolientes. Sin ir m¨¢s lejos, varias novelas de Blasco Iba?ez retratan magistralmente esos contrastes entre la capital y la huerta.
Tras siglos de explotaci¨®n de sus alrededores, despu¨¦s de convertir la huerta en un estereotipo para postales, fiestas folcl¨®ricas y juegos florales, las autoridades decidieron que los nuevos tiempos industriales impon¨ªan sustituir los campos de legumbres por f¨¢bricas qu¨ªmicas y bloques de edificios en forma de colmenas. Sin apenas resistencia y con la impunidad que otorga cualquier dictadura, la huerta fue casi borrada del mapa, qued¨® reducida a una imagen para consumo de los forasteros. Pocos agricultores se opusieron entonces, todo hay que decirlo, al empuje de la especulaci¨®n y del dinero f¨¢cil conseguido con las recalificaciones urban¨ªsticas. Pero ahora, en el a?o 2001, ya est¨¢ en juego la pura supervivencia de la huerta. Y aunque no deja de resultar curioso que haya sido un grupo de profesionales y de universitarios -de urbanitas en definitiva- el promotor de la iniciativa, la proposici¨®n de ley reguladora de la huerta de Valencia resucita al fin a una dormida sociedad civil. Miles de personas saldr¨¢n hoy a la calle para impedir que la huerta se convierta en un recuerdo, en una foto sepia en los restaurantes para turistas.
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