Cosm¨®cratas
Que la globalizaci¨®n ha creado sus propios anticuerpos es ya una evidencia. La suspensi¨®n de una reuni¨®n del Banco Mundial en Barcelona, que deb¨ªa haberse celebrado estos d¨ªas, y su traslado a la seguridad del ciberespacio -?qu¨¦ otro lugar hay con mayor impunidad que la virtualidad para una reuni¨®n de cosm¨®cratas, tal como ha llamado Paul Virilio a los managers de la globalizaci¨®n?- son una prueba m¨¢s de que algo tiene ese proyecto megal¨®mano que no gusta nada a bastante gente.
No es ninguna novedad: la concentraci¨®n de poder siempre ha dado miedo. Y eso es lo que se est¨¢ poniendo de relieve desde las m¨¢s diversas, impensadas y originales formas. Tampoco es ninguna novedad la contestaci¨®n, y ahora vuelve la protesta; igual que sucedi¨® a finales de la d¨¦cada de 1960. Nada es casual: el pop est¨¢ de moda; el Beaubourg de Par¨ªs acaba de dedicarle una apasionante exposici¨®n. Lo que sucede ahora mismo es que hoy todo es mucho m¨¢s gigantesco, es decir, global.
Hace muy poco, el superboss del grupo Bertelsmann, Reinhard Mohn, me dec¨ªa que el camino que parece llevarse -y, lo que es peor, tomarse en serio por parte de la cosmocracia- es el de la construcci¨®n de 'la empresa ¨²nica global'. Algo as¨ª como la verdadera Primera Potencia del Poder Global en un mundo en el que los pa¨ªses son, en no pocos casos, menos decisivos que esas grandes corporaciones y holdings econ¨®micos. El soci¨®logo Pierre Bourdieu me se?al¨® hace un tiempo: 'La globalizaci¨®n econ¨®mica, m¨¢s que la utop¨ªa de la dominaci¨®n, parece el delirio de la virilidad machista'. Claro que ya sabemos cu¨¢n provocador es Bourdieu.
Sea como sea que lo describamos, ese enorme poder global que crea una cultura homog¨¦nea y una verdad monol¨ªtica -generalmente basada en el dinero- resulta, como es natural, muy antip¨¢tico en casi todas partes. De paso, acaso por mimetismo, instituciones respetables y plurales como las que forman la Uni¨®n Europea en representaci¨®n de los ciudadanos salen muy mal paradas. Los movimientos antiglobalizaci¨®n, que estos d¨ªas protestan ingenuamente ante la Bolsa de Barcelona, no se andan con demasiadas sutilezas, como tambi¨¦n es natural. Pero el respeto institucional, igual que el de las personas individuales, es algo que se gana cada d¨ªa. Y as¨ª nos enteramos de que la obsesi¨®n del Gobierno italiano y tambi¨¦n del belga, en cuyos territorios pronto se celebrar¨¢n cumbres de cosm¨®cratas de la pol¨ªtica, es encontrar lugares 'aislables'. Mal s¨ªntoma cuando el poder democr¨¢tico tiene que aislarse de la gente. Aislarse 'por razones de seguridad', se entiende. As¨ª la pr¨®xima reuni¨®n del G-8 en G¨¦nova movilizar¨¢ no menos de 18.000 polic¨ªas, pagados, claro, con dinero p¨²blico. Este es nuestro contradictorio mundo.
Los movimientos antiglobalizaci¨®n est¨¢n tambi¨¦n tomando un interesante sesgo cultural: en Francia, uno de los gritos de guerra de los grupos que van contra las marcas comerciales es: 'No al individuo cl¨®nico'. La homogeneizaci¨®n cultural que conlleva el modelo cosmocr¨¢tico a¨²n resulta menos simp¨¢tica y m¨¢s fuera de lugar en un mundo cada d¨ªa m¨¢s humanamente mestizo, mezclado y diverso. Acabo de ver Sagitario, la pel¨ªcula de Vicente Molina Foix, y el clima humano que transmite es tan inquietante como c¨¢lido y, desde luego, expresa una nueva complejidad en las relaciones personales y descubre una interesante generaci¨®n emergente que se encuentra a gusto en la diversidad y hasta en la contradicci¨®n sexual, emotiva, vital. Todo, en lo personal y en lo social, son s¨ªntomas del gran cambio de sensibilidad que ya estamos viviendo sin enterarnos demasiado.
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