Otro Goebbels camina hacia el banquillo
Los c¨®mplices de Milosevic en Bosnia est¨¢n acorralados por la comunidad internacional
Radovan Karadzic, estudiante chivato en su juventud que delataba a los disidentes en la Universidad de Sarajevo, psiquiatra enloquecido que ha buscado excusas intelectuales, culturales y etnol¨®gicas para explicar y justificar la muerte de muchos ni?os, ancianos y mujeres, cuyas cabezas abiertas apestaban el ambiente de la morgue del hospital general de Sarajevo en el verano de 1992, parece ya tener un pie en La Haya. Como el pat¨¦tico Slobodan Milosevic, que respond¨ªa con un 'es su problema' a las preguntas del juez del tribunal de la ONU. Milosevic se equivoca. El problema es suyo. Si no se pone a buscar estratagemas para defenderse de las acusaciones que le acosan y acusan, jam¨¢s volver¨¢ a ser un hombre libre.
La detenci¨®n de Milosevic ha desencadenado una cat¨¢rsis que, muchos no se acuerdan, muchos quieren negar, pero que puede alcanzar a muchos de los asesinos de la ¨²ltima d¨¦cada que a¨²n andan impunes en la regi¨®n. Los primeros en la lista son Radovan Karadzic y Ratko Mladic, los dos grandes responsables, el pol¨ªtico y el militar, de la consumaci¨®n en Bosnia de la mayor matanza de civiles habida desde las masacres nazis en el este de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Malo es sin duda que seis a?os despu¨¦s del anuncio del procesamiento de estos dos siniestros personajes, ambos siguieran en libertad, mejor dicho al libre albedr¨ªo. Porque todos dec¨ªan buscarles. Y nadie los quiso encontrar.
En 1992, Misha Glenny, otrora corresponsal jefe de la BBC, acudi¨® a Knin con este corresponsal de EL PA?S a una entrevista con Mladic, omnipotente jefe militar de la maquinaria entonces exterminadora del ej¨¦rcito serbio en Croacia. Al periodista espa?ol le fue vetada la entrada al cuartel general. Glenny se encontr¨® a las ocho de la ma?ana con el gran general Mladic. ?ste le invit¨® a un aguardiente domacna (casero). Glenny quer¨ªa negarse por la resaca que llevaba desde la noche anterior en Zagreb. Pero acept¨®. Felizmente. Porque lo primero que le dijo Mladic despu¨¦s de beber el insoportable aguardiente fue: 'Habr¨ªa tenido que ejecutarle si hubiera rechazado mi domacna'. Es un hombre campechano este general, cuya hija se suicid¨® en Belgrado al no poder soportar las miserias del padre. Dicen, adem¨¢s, que Mladic est¨¢ dolido por la muerte de la hija que era la ni?a de sus ojos. Las dem¨¢s ni?as no parec¨ªan importarle, bosnias, croatas, musulmanas o kosovares. Ni serbias.
Karadzic fue siempre lo que hab¨ªa sido en un principio, es decir un delator, un hombre obsesionado por sobrevivir a sus incapacidades por los medios necesarios por ruines que fueran y un colaborador servil del poder existente. Lo despreciaron aquellos medios intelectuales de Sarajevo a los que quiso en su d¨ªa pertenecer. No lo perdon¨®. Su odio a la sofisticada sociedad de Sarajevo lo convirti¨® en motor de su ofensiva del medio rural serbio contra las ciudades, Sarajevo, Tuzla, y finalmente Sebrenica.
Mladic era un militar que crey¨® en un principio en el proyecto nacional de unidad serbia, la Gran Serbia, que supon¨ªa el hundimiento de la Yugoslavia federal. Acab¨® matando m¨¢s que el general Yag¨¹e. Sus palabras a los detenidos en Sebrenica, garantiz¨¢ndoles seguridad, cuando sus tropas estaban ya pr¨¢cticamente levantando las fosas comunes para los ocho mil hombres que orden¨® ajusticiar, pasar¨¢n a la historia de la ignominia del Siglo XX. Pero dicen en Belgrado que Mladic se quiere entregar a¨²n m¨¢s que Karadzic, y contar su historia. Para Milosevic, que contaba con sus silencios c¨®mplices, es una mala noticia. Los dos verdugos suced¨¢neos piensan que no tienen otra salida que la rendici¨®n. Es un logro memorable de la comunidad internacional haber convencido a estos personajes de que no tienen opci¨®n.
Ambos, a pocos le quedan muchas dudas al respecto, acabar¨¢n en La Haya en un banquillo. Pocos piensan a su vez que Karadzic, una vez preso, haga declaraciones fulminantes contra su mentor, instigador y organizador de la gran org¨ªa de muerte que fue la guerra en Bosnia. Ahora la org¨ªa de declaraciones parece servida.
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