Un presidente orejero
El presidente que pusieron en el palco para esta corrida con figuras (dos) era un orejero de tomo y lomo. El presidente, en cuanto ve¨ªa pedir una oreja, la conced¨ªa. Cu¨¢ntos pudieran pedirla le daba igual. Se apresuraba a sacar el pa?uelo y santas pascuas. Por este procedimiento concedi¨® tres orejas y a¨²n no se acaba de comprender c¨®mo no lleg¨® a otorgar la media docena.
A los presidentes de la plaza de Pamplona, por lo que se viene observando en este ¨²ltimo cuarto de siglo, las cosas de la fiesta les traen sin cuidado. Principalmente les traen sin cuidado a los responsables de la Administraci¨®n navarra, pues designan para el palco un concejal y lo hacen ir con chaqu¨¦ y chistera.
Guti¨¦rrez / Ponce, Juli, Marco
Toros de Pedro y Ver¨®nica Guti¨¦rrez Lorenzo, grandes y con desarrolladas astas, aunque sospechosos de pitones; flojos; de media casta y aborregados. Enrique Ponce: pinchazo atravesado ca¨ªdo -aviso-, otro pinchazo atravesado ca¨ªdo, rueda de peones y descabello (silencio); pinchazo hondo atravesado, rueda insistente de peones -aviso- y descabello (oreja con escasa petici¨®n, protestada). El Juli: pinchazo y estocada perdiendo la muleta y cay¨¦ndose al suelo (oreja con minoritaria petici¨®n); pinchazo y descabello (oreja con escasa petici¨®n); sali¨® a hombros por la puerta grande. Francisco Marco: tres pinchazos -aviso-, estocada ladeada y descabello (aplausos y salida al tercio); dos pinchazos, media y descabello (silencio). Plaza de Pamplona, 13 de julio. 9? corrida de feria. Lleno.
A muchos la chistera le sienta como un tiro, parece que calan chimenea, pero la ridiculez de su aspecto no es tanta como la ignorancia que demuestran, y da la sensaci¨®n de que se gu¨ªan por el asesor que se sienta a su vera, quien vaya usted a saber.
Despu¨¦s de un siglo de triunfalismos desbocados y clamorosas incompetencias (ya han llovido orejas en su transcurso) la afici¨®n no se f¨ªa un pelo ni de los concejales, ni de los asesores, ni de la banda borracha. Y el ¨²nico recurso que le queda es cabilar a qu¨¦ se pudo deber que el concejal-presidente (en tierras castellanas lo llamar¨ªan el gach¨® de la chistera) concediera con tanta alegr¨ªa dos orejas a El Juli que hab¨ªa solicitado una minor¨ªa, y una a Ponce, que no quer¨ªa casi nadie. A lo mejor es cuesti¨®n de lobbies y su larga mano.
Los lobbies: no conviene olvidar esta figura. Muchos triunfos memorables, muchos monopolios f¨¢cticos, muchas adjudicaciones empresariales, muchas estad¨ªsticas disparatadas s¨®lo se podr¨ªan comprender ech¨¢ndoles un ojo a los lobbies.
Y sin que nada tenga que ver con el anterior discurso, pues ¨²nicamente responde a una fugaz asociaci¨®n de ideas: ?Alguien puede creer que se hayan suspendido 72 festejos en los seis primeros d¨ªas de julio como pretend¨ªa determinado comunicado, cuando nunca en la historia de la fiesta hubo 72 funciones no ya en esos seis dias de julio sino en toda la primera mitad del mes?
Mas est¨¢bamos en lo de las orejas, que cortaron Enrique Ponce y El Juli, por cierto sin torear. Pegando pases s¨ª, muchos; mas torear en sentido estricto, ni se les vio ni puede que tivieran semejante prop¨®sito. Ponce hizo a su primer toro una faena despegada y aburrida, en la que oy¨® un aviso. Y al cuarto, aquejado de invalidez, algo similar, aunque con mayor est¨¦tica, un esmero en las posturas pintureras. Y, desde luego, ninguna ligaz¨®n -?para qu¨¦?- salvo al engendrar sus famosos e in¨²tiles ayudados por bajo finalizada la faena, que ejecut¨® con el adecuado hilv¨¢n. Mat¨® fatal, oy¨® otro aviso y el concejal de la chistera le regal¨® una oreja, que parte del p¨²blico protest¨®.
El Juli fue el torero bullidor presto a animar los tercios, dar largas de rodillas, entrar a quites con variaci¨®n de faroles o lopecinas, banderillear sin arte, muletear sin fundamento aunque con p¨¦ndulos, arrimos y rodillazos, que calan en las galer¨ªas. Y pues mat¨® breve, se llev¨® sendas orejas pedidas sin entusiasmo.
Parecer¨¢ mentira pero la ortodoxia la intent¨® el convidado de piedra, Francisco Marco, sobre todo con el capote, que present¨® en emocionante portagayola, e interpret¨® la gaonera aut¨¦ntica, que no es pegando un recorte montaraz sino toreando de verdad. Mulete¨® voluntarioso, mat¨® mal y se qued¨® sin las orejas que el concejal le habr¨ªa querido regalar. Un suponer, claro, porque es torero modesto y con los modestos no se las suelen gastar igual los gach¨®s de la chistera.
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