Una ventana sobre el mundo
Que la literatura period¨ªstica es un molde o subg¨¦nero consustancial a nuestro primer siglo, eso no creo que haya nadie que lo ponga en duda. Que espec¨ªficamente el tono y el vigor -el estilo, vaya- de los plumillas catalanes enviados al mundo en los a?os 20 es hoy materia de especial recuperaci¨®n y veneraci¨®n, tampoco es tan dif¨ªcil de creer. Aquellos tipos que escrib¨ªan en catal¨¢n pero tambi¨¦n en castellano en la primera hornada de cabezeras aproximadamente modernas fueron pioneros y clavaron su propia pica en los happy twenties. Muy apropiadamente en este cambio de siglo -tan dado a inventarios y balances-, el mundo editorial resucita ahora esos viejos art¨ªculos para comprobar, supongo que sin sorpresa, la vigencia de muchos de las actitudes y los juicios que vehiculan.
Primero fue Eugeni Xammar, con sus cr¨®nicas alemanas recogidas bajo el t¨ªtulo oportuno y sugestivo L'ou de la serp (Quaderns Crema). Ahora les ha llegado el turno a Josep Maria de Sagarra y Josep Pla. Del primero tambi¨¦n Quaderns Crema -on su buen gusto habitual- acaba de sacar una exhaustiva recopilaci¨®n de los art¨ªculos que el prosista, poeta y traductor envi¨® al diario La publicitat entre 1922 y 1929. L'¨¤nima de les coses compila ciento setenta y cuatro art¨ªculos que no hab¨ªan sido recogidos en la antolog¨ªa ya conocida Caf¨¨, copa i puro. Finalmente, la misma editorial anuncia el inminente Par¨ªs, 1940, el dietario de Sebasti¨¤ Gasch en plena ocupaci¨®n hitleriana.
En cuanto a Pla, parece imposible que quede ning¨²n in¨¦dito por publicar. Destino, sin embargo, se ha sacado de la manga una peque?a pero contundente delicia: ha recuperado las cr¨®nicas internacionales que tanto el de Palafrugell como el propio Sagarra enviaron desde distintos puntos de la convulsa posguerra europea para el diario El sol, entre 1920 y 1928. Cartas europeas, que es el t¨ªtulo del volumen, nos retrotrae a esa ¨¦poca dorada en que unos j¨®venes avispados y ya con mucho mundo a las espaldas (o, al menos, con la apariencia cuidadosamente cultivada de mucho mundo), pod¨ªan vivir a todo tren en ciertas capitales europeas enviando un art¨ªculo a la semana, gracias a las fluctuaciones de la moneda. Se comprende entonces que el se?or Pla pasara toda su vida con esta ¨²ltima obsesi¨®n, que era en realidad una nostalgia.
Inmersos en la lectura de estas cr¨®nicas de m¨¢s o menos urgencia, no se sabe qu¨¦ admirar m¨¢s: si la filigrana de un estilo en ambos autores ya perfectamente conformado, la penetraci¨®n observadora o la oportunidad de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Por un lado, a la fina intuici¨®n pol¨ªtica de Pla se corresponde la actidud abierta y curios¨ªsima de Sagarra por cualquier aspecto de la nueva cultura en formaci¨®n. Por otro, es sabido que Sagarra salud¨® prontamente en Pla al autor m¨¢s brillante de su generaci¨®n y eso tiene m¨¦rito, siendo como es usualmente la t¨ªpica apreciaci¨®n que s¨®lo los a?os sedimentan.
Por supuesto, no siempre Sagarra est¨¢ tan fino. Manifiesta, eso s¨ª, entusiasmo por el cine, en un momento en que los apocal¨ªpticos de mesa camilla lo denigran creyendo defender as¨ª al teatro (sic). El autor de La ferida lluminosa, que de escena tambi¨¦n entiende algo, no cree que el auge de lo uno tenga que ver con el descr¨¦dito de lo otro, y naturalmente acierta. En Berl¨ªn, sin embargo, no evita ciertos comentarios despectivos para con los nuevos ismos art¨ªsticos -singularmente el expresionismo. No s¨¦ de d¨®nde se saca el calificativo de 'aberrante', pero por poco m¨¢s a Nietzsche a¨²n le adjudican algunos -pel¨ªn retrasadillos- la calidad de 'ide¨®logo' de Hitler (ver La voluntat de poder, de Ernst Tugendhadt, en el n¨²mero 6 de L'Espill).
Unas palabras, en fin, sobre la mentada intuici¨®n pol¨ªtica de Pla. Es el ¨²nico periodista espa?ol que asiste en directo a la marcha fascista sobre Roma. Supongo que entonces Mussolini, que hab¨ªa dejado de ser socialista para convertirse en fascista, ya deb¨ªa sentir esa propensi¨®n caracter¨ªstica a hacer el mono que todos hemos tenido ocasi¨®n de ver en sus antol¨®gicas actuaciones en blanco y negro sobre el balc¨®n de Piazza Venezia. Pla aplica la distancia que tan buenos resultados le da -a ¨¦l y tambi¨¦n a Sagarra en su periplo alem¨¢n- en todo lugar y ocasi¨®n. Luego, cuando va a Yugoslavia, su juicio no puede ser m¨¢s certero: aquello es un polvor¨ªn de incalculables consecuencias. A su manera, perge?a lo que despu¨¦s Churchill acu?ar¨ªa en una sentencia cl¨¢sica: 'Los Balcanes producen m¨¢s historia de la que pueden consumir'. En medio de aquel zafarrancho, Pla y Sagarra producen exactamente la cantidad de hojas mecanografiadas que les permiten vivir como reyes en el ojo del hurac¨¢n. A todo eso le hemos puesto despu¨¦s, gozosos, la etiqueta de 'literatura y periodismo'. Y aqu¨ª paz, y all¨¢ gloria.
Joan Gar¨ª es escritor.
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