Los Vitini
Todos ustedes han visto mil veces esa fotograf¨ªa de tres guardias de asalto defendiendo la legalidad republicana en las calles de Barcelona: la tom¨® Centelles el 19 de julio de 1936. Lo que casi nadie sabe, en cambio, es que el guardia que apoya su peso en el caballo muerto se llama Vitini, Mariano Vitini. Quien s¨ª lo sabe es Manuela, su hija, una mujer madura, revoltosa y pelirroja con quien estoy tomando caf¨¦ en el bar del Avenida Palace, en Gran Via. Manuela me ha tra¨ªdo fotograf¨ªas, recortes de peri¨®dico, diplomas, documentos: la memoria trunca de la familia. Le pregunto por su padre. 'Muri¨® en el 83', dice. 'Pero nunca hablaba de la guerra'. La familia era de Asturias, y ¨¦l vino a Catalu?a durante la Rep¨²blica. Manuela sabe vagamente que, adem¨¢s de en Barcelona, durante la guerra pele¨® en Valencia y en la Ciudad Universitaria de Madrid. Tambi¨¦n sabe que al terminar pudo quedarse aqu¨ª sin demasiados problemas, que llev¨® una vida silenciosa y amedrentada, que sin demasiados problemas sac¨® adelante a su familia. 'Era un hombre de orden', dice Manuela, un poco burlona, acord¨¢ndose de las broncas que en la d¨¦cada de 1970 le pegaba su padre por meterse en pol¨ªtica, y acord¨¢ndose tambi¨¦n de que cuando ella le replicaba con el recuerdo ¨¦pico de la fotograf¨ªa de su juventud, ¨¦l invariablemente contestaba: 'Eso no tiene ning¨²n m¨¦rito. Los buenos est¨¢n muertos'.
El hombre que en la foto apoya su peso en el caballo muerto se llama Mariano Vitini. Lo cuenta su hija, tomando caf¨¦ en el bar del Avenida Palace
Los buenos eran sus hermanos: Luis y Jos¨¦. La peripecia b¨¦lica de Luis, el m¨¢s peque?o, s¨®lo puede reconstruirse de forma fragmentaria con los papeles de Manuela (Luis hizo la guerra con los republicanos desde el principio, al final huy¨® a Francia, entr¨® en la resistencia y lleg¨® a ser comandante de las Forces Fran?aises de L'Interieur, regres¨® clandestinamente a Espa?a en julio de 1944 y se integr¨® en los maquis; al mes fue detenido en Barcelona: lo fusilaron en el Camp de la Bota en la madrugada del 14 de septiembre de 1944). La aventura de Jos¨¦ es similar, s¨®lo que respecto a ella los papeles de Manuela son m¨¢s precisos; adem¨¢s, acaba de relatarla con minucia Andr¨¦s Trapiello en La noche de los cuatro caminos. Paso a resumirla: Jos¨¦ Vitini ten¨ªa 23 a?os cuando estall¨® la guerra; militaba en el PCE y, como Mariano, era guardia de asalto. Pele¨® en diversos frentes del sector centro y alcanz¨® el grado de comandante. Al acabar la guerra huy¨® por Catalu?a a Francia, estuvo internado en los campos de Argel¨¨s y Septfonds, a inicios de la d¨¢cada de 1940 se sum¨® a la resistencia contra los nazis y, con el grado de teniente coronel y al mando de la 168 Divisi¨®n de las FFI, tom¨® parte en la liberaci¨®n de la regi¨®n del Tarn y del Aveyron, y en la de las ciudades de Albi, Rodez, Carmaux, D¨¦cazeville, Villefranche de Rouerge y Lourdes. Derrotados los nazis, como otros muchos espa?oles Vitini crey¨® que los aliados no permitir¨ªan que el ¨²ltimo dictador fascista de Europa siguiera en el poder, as¨ª que se aprest¨® a prepararles el terreno: dej¨® en Francia a su mujer y a su hija y regres¨® a la Espa?a de Franco para impulsar la resistencia. Aqu¨ª el rastro de Vitini se vuelve confuso. Sabemos que entr¨® en el pa¨ªs en diciembre de 1944, que se refugi¨® fugazmente en casa de Mariano, que lleg¨® a Madrid el 15 de enero de 1945. En la capital organiz¨® el primer n¨²cleo urbano de maquis, que el 26 del mes siguiente atent¨® contra una subdelegaci¨®n de Falange: murieron dos falangistas. El eco del atentado fue mayor del previsto, y al poco empezaron a caer colaboradores de Vitini; el propio Vitini no tard¨® en hacerlo, delatado por uno de los suyos. Lo interrogaron en la Direcci¨®n General de Seguridad, pero la paliza de muerte que le pegaron no consigui¨® que abriera la boca; todav¨ªa incr¨¦dulo, Carlos Conejo, que a la saz¨®n estaba detenido all¨ª, recuerda que, cuando bajaron a Vitini ensangrentado y a rastras a los calabozos, le oy¨® gritar: '??nimo, compa?eros! ?En momentos como estos hay que cantar La internacional!'. Vitini cant¨® La Internacional. D¨ªas despu¨¦s fue a visitarlo la mujer de Mariano; Jos¨¦ le dijo que se fuera: 'Ya no hay nada que hacer aqu¨ª', le dijo, y le entreg¨® lo ¨²nico que le quedaba: el reloj de su madre. Por supuesto, Vitini ten¨ªa raz¨®n: en Francia hubo m¨ªtines, manifestaciones, campa?as de prensa y manifiestos de intelectuales pidiendo el perd¨®n para ¨¦l; no hubo perd¨®n: fue juzgado, condenado a muerte y fusilado con un pu?ado de compa?eros al amanecer del 28 de abril. Omito el relato que algunos testigos hacen de sus ¨²ltimas horas; dir¨¦ que su firma figura junto a su sentencia de muerte, y que es grande.
En el bar del Avenida Palace miramos con Manuela fotos de su padre, de Luis y de Jos¨¦, desfilando en Tarves con su uniforme de teniente coronel de las FFI; tambi¨¦n carteles y sellos franceses con su nombre y su cara. Y dos diplomas id¨¦nticos; traduzco uno del franc¨¦s: 'A M. Jos¨¦ Vitini (muerto por la libertad), que ha servido con bravura en las filas de las FFI en calidad de teniente coronel durante la guerra de liberaci¨®n nacional. Tiene derecho al reconocimiento de la patria liberada'. 'Tiene gracia', dice Manuela. 'En Francia es un h¨¦roe; aqu¨ª sigue siendo un delincuente'. Le pregunto si vive la hija de Jos¨¦. 'Creo que s¨ª', dice. 'Cerca de Toulouse. Pero no la he visto nunca: s¨®lo s¨¦ que no habla una palabra de espa?ol'. Salimos a la Gran Via y Manuela insiste en acompa?arme a la estaci¨®n. No hablamos. 'Por cierto', le digo, justo antes de tomar el tren. '?Qu¨¦ fue del reloj?'. 'Me lo dio mi madre antes de morir', me dice. 'Lo perd¨ª en una mudanza'.
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