Cunde el des¨¢nimo
C¨¢rdenas gana para el Kelme, mientras Armstrong sigue comiendo la moral a sus rivales
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La cadena del Tour: Armstrong desanima a Ullrich; Ullrich le come la moral a Beloki; Beloki se conforma y regula de acuerdo con Sevilla; el Kelme, inasequible al desaliento, gana su etapa -triunfo del colombiano C¨¢rdenas, el tercer hombre, primera victoria de un equipo espa?ol en el Tour 2001-. Y el Euskaltel, llegados los Pirineos, se transforma. Otra novedad. Cambia el macizo monta?oso, cambia el tipo de subidas, cambia el a?o, cambia el tiempo -sol y viento, ayer-, pero la jerarqu¨ªa del Tour se mantiene inmutable. Hoy como ayer, como hace un a?o: Armstrong, Ullrich, Beloki, por ese orden. ?se fue el podio de Par¨ªs 2000, as¨ª entraron en Alpe d'Huez, as¨ª terminaron la cronoescalada de la Chamrousse, as¨ª cruzaron ayer la meta de Bonascre, un puerto peque?o, muy peque?o, que tuvo, sin embargo, efectos devastadores. Las diferencias se contaron en segundos, pero como si fueran horas. Todos los favoritos chocaron con sus l¨ªmites, salvo Armstrong, que viaja en las nubes.
Hay corredores con el pinganillo en la oreja que no se paran ni a orinar si no se lo manda su director. Van ciegos en la etapa. Esperan ¨®rdenes. Las cumplen aunque su efecto sea desastroso. Hay corredores que usan el auricular para o¨ªr y el micr¨®fono para hablar: ven la carrera, discuten, deciden en com¨²n con su coche, son los corredores interactivos. Y est¨¢n los grandes campeones. La raza de los grandes. La raza de Armstrong: la comunicaci¨®n con su director de una ¨²nica v¨ªa. El director conduce y obedece. Decide el l¨ªder. Decide Armstrong.
Armstrong mostr¨® que ten¨ªa equipo, quiso hacer la demostraci¨®n, y mantuvo el orden del pelot¨®n en una jornada que se tem¨ªa pejiguera. Un puerto de primera casi de salida, luego tres subidas menores y final en Bonascre, ocho kil¨®metros solamente, poca pendiente tambi¨¦n. Buen ritmo, escapadas permitidas, pero trabajadas (Bettini, David Etxebarria, Bartoli, Iv¨¢n Guti¨¦rrez, C¨¢rdenas...) Poca diferencia. Todo controlado. En el pelot¨®n se disparan las preguntas sobre las razones del abandono de Moreau, el favorito de los franceses, que se queda sin aire en el primer puerto y desaparece -a?aden los periodistas: y lleva dos d¨ªas sin querer hablar con la prensa-. Contra el viento, por la meseta de Sault, a 1.000 metros de altura, el pelot¨®n, en abanico frontal, se dirige al punto clave del d¨ªa. Y no es una subida. Es el descenso del col de Chioula, el pen¨²ltimo puerto, el que deja a todos al pie de Bonascre.
All¨ª, apareci¨® Armstrong. A su ruso s¨®lido y rodador, el veterano Ekimov, Armstrong le pide que se lance todo lo r¨¢pido que pueda hacia la base de Bonascre. El pelot¨®n se enfila. La carretera es estrecha y peligrosa. Algunos pierden posiciones. 'Yo vi que Armstrong se lanzaba y comprend¨ª que estaba muy fuerte, as¨ª que me puse a su rueda', explic¨® luego Ullrich. 'Yo me despist¨¦ y me qued¨¦ atr¨¢s', confes¨® Sevilla. 'Y conmigo estaba Beloki'. 'Beloki estar¨ªa el noveno en el descenso', corrige su director, Manolo Saiz, que lo vio desde el coche. 'Yo iba delante', asegura el vasco del ONCE-Eroski. 'No, Armstrong no tir¨®', miente Bruyneel, su director. 'S¨ª, Armstrong me mand¨® acelerar', promete Ekimov. Resumen: terminada abruptamente la bajada, comienza el puerto, lo m¨¢s duro del puerto. All¨ª, Ullrich ataca como si en ello le fuera la vida. All¨ª, Armstrong, que estaba delante, el segundo, le responde. All¨ª no se ve a los espa?oles. A Beloki, que lucha por el podio. A Sevilla, el mejor joven. 'Beloki no habr¨ªa podido seguir a Ullrich aunque hubiera estado a su rueda', dice Saiz. 'No s¨¦', contradice Sevilla. 'Desde que arrancaron hasta que nos pudimos mover atr¨¢s, adelantando a tanta gente que se quedaba en medio, y la carretera era muy estrecha, pas¨® bastante tiempo. Fue definitivo. Nunca les vimos'.
S¨ª que les vio Laiseka, extraordinario escalador, que sali¨® de atr¨¢s, adelant¨® y remach¨®. No pudo alcanzar a C¨¢rdenas, el ¨²ltimo de los que se hab¨ªan escapado por la ma?ana. Y mientras Sevilla y Beloki aunaban sus fuerzas para limitar las p¨¦rdidas, Armstrong, insolente, atac¨® a Ullrich. Para comerle la mora, simplemente. Para ganar unos segundos m¨¢s, tambi¨¦n.
Por cierto, Simon y Kivilev, los resistentes, aguantan delante. Quedan dos Pirineos y una contrarreloj. Algunos deber¨¢n acelerar.

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