Llanto feliz
La audacia del festival La Mar de M¨²sicas ha sido recompensada. Dedicar la s¨¦ptima edici¨®n a las artes de un pa¨ªs tan desconocido para nosotros como Mal¨ª parec¨ªa un delirio, pero ha funcionado gracias a una astuta programaci¨®n. Por ejemplo, Taj Mahal y su banda hawaiana garantizan un lleno -Murcia es una regi¨®n donde el blues ha sido asimilado por numerosos grupos- y proporcionan p¨²blico para Kasse Mady.
Aunque Mady ya es conocido para el sector m¨¢s atento de los oyentes espa?oles -particip¨® en el volumen 2 de Shongai, aquellas esplendorosas colaboraciones entre Ketama y el maestro del kora Toumani Diabate-, no es un m¨²sico que se prodigue en conciertos y grabaciones, dicen que debido a un car¨¢cter afable poco adecuado para las batallas en el competitivo negocio de la world music. Pero Mady cuenta con la devoci¨®n de periodistas como Lucy Dur¨¢n, que fue catalizadora del proyecto Shongai y ha asesorado inteligentemente el cartel de este Mar de M¨²sicas.
Taj Mahal / Kasee Mady
Auditorio Parque Torres, Cartagena. 20 de julio.
Mady abandon¨® las luces de Par¨ªs y regres¨® a Mal¨ª, donde, para su deleite, comprob¨® que estaba en alza la m¨²sica tradicional con la que creci¨®. As¨ª que ha vuelto a grabar y, significativamente, lo ha hecho en Kela, su aldea natal: el sello mexicano Coras¨®n le va a editar el disco resultante, que pretende ser una autobiograf¨ªa sonora.
Su presentaci¨®n en Cartagena sirve de adelanto de su nueva etapa y cuenta con espectadores llegados desde lejos, desde Andy Kershaw, pionero en exploraciones africanas para la BBC, a Sean Barlow, responsable del programa de radio estadounidense Afro pop. Mady no decepciona: tiene una voz pur¨ªsima y un conmovedor modo de bambolearse. Con el acompa?amiento del ngoni, el r¨²stico instrumento que algunos consideran el antecesor del banjo, m¨¢s la percusi¨®n y ese xilof¨®n africano llamado balaf¨®n, desgrana profundas piezas tradicionales y canciones que le han acompa?ado en sus viajes. Cuentan que le dieron el nombre de Kasse (llanto) por el efecto que causaba entre sus convecinos y hay motivos para creerlo.
Tambi¨¦n ocurre uno de esos momentos m¨¢gicos que deber¨ªan ser plato obligado en festivales ¨¦tnicos y que, sin embargo, rara vez se materializan: el di¨¢logo musical entre culturas. Taj Mahal enchufa su guitarra e improvisa relajadamente con los m¨²sicos de Mal¨ª sobre estructuras de blues. Cierto que Taj Mahal ya ha intimado con los creadores malinenses durante la elaboraci¨®n de Kulanjan, su disco de 1999 (?otra idea impulsada por Lucy Dur¨¢n!) y es un defensor de la idea de recomponer el cord¨®n umbilical entre el folclor del ?frica occidental y el blues del sur de EE UU. Y s¨ª, resulta que un trovador pol¨ªgloto como Taj Mahal encuentra inmediatamente terreno com¨²n con un jali mandinga como Kasse Mandy. Vieja geograf¨ªa, nueva evidencia: las aguas del r¨ªo N¨ªger desembocan en las del Misisip¨ª.
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