Globalizaci¨®n y antiglobalizaci¨®n
A estas alturas, todo quisque tiene su opini¨®n sobre la globalizacion. ?ste es el principal m¨¦rito del movimiento global contra la globalizaci¨®n: el haber puesto sobre el tapete del debate social y pol¨ªtico lo que se presentaba como v¨ªa ¨²nica e indiscutible del progreso de la humanidad. Como es lo propio de todo gran debate ideol¨®gico, se plantea en medio de la confusi¨®n y la emoci¨®n, muertos incluidos. Por eso me pareci¨® que, en lugar de a?adir mi propia toma de posici¨®n a las que se publican cada d¨ªa, podr¨ªa ser m¨¢s ¨²til para usted, atento lector en su relajado entorno veraniego, el recordar algunos de los datos que enmarcan el debate. Empezando por definir la globalizaci¨®n misma. Se trata de un proceso objetivo, no de una ideolog¨ªa, aunque haya sido utilizado por la ideolog¨ªa neoliberal como argumento para pretenderse como la ¨²nica racionalidad posible. Y es un proceso multidimensional, no solo econ¨®mico. Su expresi¨®n m¨¢s determinante es la interdependencia global de los mercados financieros, permitida por las nuevas tecnolog¨ªas de informaci¨®n y comunicaci¨®n y favorecida por la desregulaci¨®n y liberalizaci¨®n de dichos mercados. Si el dinero (el de nuestros bancos y fondos de inversi¨®n, o sea, el suyo y el m¨ªo) es global, nuestra econom¨ªa es global, porque nuestra econom¨ªa (naturalmente capitalista, aunque sea de un capitalismo distinto) se mueve al ritmo de la inversi¨®n de capital. Y si las monedas se cotizan globalmente (porque se cambian dos billones de d¨®lares diarios en el mercado de divisas), las pol¨ªticas monetarias no pueden decidirse aut¨®nomamente en los marcos nacionales. Tambi¨¦n est¨¢ globalizada la producci¨®n de bienes y servicios, en torno a redes productivas de 53.000 empresas multinacionales y sus 415.000 empresas auxiliares. Estas redes emplean tan s¨®lo a unos 200 millones de trabajadores (de los casi 3.000 millones de gentes que trabajan para vivir en todo el planeta), pero en dichas redes se genera el 30% del producto bruto global y 2/3 del comercio mundial.
Por tanto, el comercio internacional es el sector del que depende la creaci¨®n de riqueza en todas las econom¨ªas, pero ese comercio expresa la internacionalizaci¨®n del sistema productivo. Tambi¨¦n la ciencia y la tecnolog¨ªa est¨¢n globalizadas en redes de comunicaci¨®n y cooperaci¨®n, estructuradas en torno a los principales centros de investigaci¨®n universitarios y empresariales. Como lo est¨¢ el mercado global de trabajadores altamente especializados, tecn¨®logos, financieros, futbolistas y asesinos profesionales, por poner ejemplos. Y las migraciones contribuyen a una globalizaci¨®n creciente de otros sectores de trabajadores. Pero la globalizaci¨®n incluye el mundo de la comunicaci¨®n, con la interpenetraci¨®n y concentraci¨®n de los medios de comunicaci¨®n en torno a siete grandes grupos multimedia, conectados por distintas alianzas a unos pocos grupos dominantes en cada pa¨ªs (cuatro o cinco en Espa?a, seg¨²n como se cuente). Y la comunicaci¨®n entre la gente tambi¨¦n se globaliza a partir de Internet (nos aproximamos a 500 millones de usuarios en el mundo y a una tasa media de penetraci¨®n de un tercio de la poblaci¨®n en la Uni¨®n Europea). El deporte, una dimensi¨®n esencial de nuestro imaginario colectivo, vive de su relaci¨®n local-global, con la identidad catalana vibrando con argentinos y brasile?os tras haber superado su localismo holand¨¦s. En fin, tambi¨¦n las instituciones pol¨ªticas se han globalizado a su manera, construyendo un Estado red en el que los Estados nacionales se encuentran con instituciones supranacionales como la Uni¨®n Europea o clubes de decisi¨®n como el G-8 o instituciones de gesti¨®n como el FMI para tomar decisiones de forma conjunta. Lejos queda el espacio nacional de representaci¨®n democr¨¢tica, mientras que los espacios locales se construyen como resistencia m¨¢s que como escal¨®n participativo. De hecho, los Estados nacionales no sufren la globalizaci¨®n, sino que han sido sus principales impulsores, mediante pol¨ªticas liberalizadoras, convencidos como estaban y como est¨¢n de que la globalizaci¨®n crea riqueza, ofrece oportunidades y, al final del recorrido, tambi¨¦n les llegar¨¢n sus frutos a la mayor¨ªa de los hoy excluidos.
El problema para ese horizonte luminoso es que las sociedades no son entes sumisos susceptibles de programaci¨®n. La gente vive y reacciona con lo que va percibiendo y, en general, desconf¨ªa de los pol¨ªticos. Y, cuando no encuentra cauces de informaci¨®n y de participaci¨®n, sale a la calle. Y as¨ª, frente a la p¨¦rdida de control social y pol¨ªtico sobre un sistema de decisi¨®n globalizado que act¨²a sobre un mundo globalizado, surge el movimiento antiglobalizaci¨®n, comunicado y organizado por Internet, centrado en protestas simb¨®licas que reflejan los tiempos y espacios de los decididores de la globalizaci¨®n y utilizan sus mismos cauces de comunicaci¨®n con la sociedad: los medios informativos, en donde una imagen vale m¨¢s que mil ponencias.
?Qu¨¦ es ese movimiento antiglobalizaci¨®n? Frente a los mil int¨¦rpretes que se ofrecen cada d¨ªa para revelar su esencia, los investigadores de los movimientos sociales sabemos que un movimiento es lo que dice que es, porque es en torno a esas banderas expl¨ªcitas donde se agregan voluntades. Sabemos que es muy diverso, e incluso contradictorio, como todos los grandes movimientos. Pero ?qu¨¦ voces salen de esa diversidad? Unos son negros, otros blancos, otros verdes, otros rojos, otros violeta y otros et¨¦reos de meditaci¨®n y plegaria. Pero ?qu¨¦ dicen? Unos piden un mejor reparto de la riqueza en el mundo, rechazan la exclusi¨®n social y denuncian la paradoja de un extraordinario desarrollo tecnol¨®gico acompa?ado de enfermedades y epidemias en gran parte del planeta. Otros defienden al planeta mismo, a nuestra madre Tierra, amenazada de desarrollo insostenible, algo que sabemos ahora precisamente gracias al progreso de la ciencia y la tecnolog¨ªa. Otros recuerdan que el sexismo tambi¨¦n se ha globalizado. Otros defienden la universalizaci¨®n efectiva de los derechos humanos. Otros afirman la identidad cultural y los derechos de los pueblos a existir m¨¢s all¨¢ del hipertexto medi¨¢tico. Algunos a?aden la gastronom¨ªa local como dimensi¨®n de esa identidad. Otros defienden los derechos de los trabajadores en el norte y en el sur. O la defensa de la agricultura tradicional contra la revoluci¨®n gen¨¦tica. Muchos utilizan algunos de los argumentos se?alados para defender un protecteccionismo comercial que limite el comercio y la inversi¨®n en los pa¨ªses en desarrollo. Otros se declaran abiertamente antisistema, anticapitalistas desde luego, pero tambi¨¦n anti-Estado, renovando los v¨ªnculos ideol¨®gicos con la tradici¨®n anarquista que, significativamente, entra en el siglo XXI con m¨¢s fuerza vital que la tradici¨®n marxista, marcada por la pr¨¢ctica hist¨®rica del marxismo-leninismo en el sigloXX. Y tambi¨¦n hay numerosos sectores intelectuales de la vieja izquierda marxista que ven reivindicada su resistencia a la oleada neoliberal. Todo eso es el movimiento antiglobalizaci¨®n. Incluye una franja violenta, minoritaria, para quien la violencia es necesaria para revelar la violencia del sistema. Es in¨²til pedir a la gran mayor¨ªa pac¨ªfica que se desmarque de los violentos, porque ya lo han hecho, pero en este movimiento no hay generales y aun menos soldados. Tal vez ser¨ªa m¨¢s productivo para la paz pedir a los gobiernos que se desmarquen de sus polic¨ªas violentos, ya que, seg¨²n observadores fiables de las manifestaciones de Barcelona y G¨¦nova, la polic¨ªa agrav¨® la confrontaci¨®n. No se puede descartar que algunos servicios de inteligencia piensen que la batalla esencial est¨¢ en ganar la opini¨®n p¨²blica y que asustar al pueblo llano con im¨¢genes de feroces batallas callejeras puede conseguir socavar el apoyo a los temas del movimiento antiglobalizaci¨®n. Vano intento, pues, en su diversidad, muchos de esos mensajes est¨¢n calando en las mentes de los ciudadanos, seg¨²n muestran encuestas de opini¨®n en distintos pa¨ªses.
Dentro de esa diversidad, si un rasgo une a este movimiento es tal vez el lema con el que se convoc¨® la primera manifestacion, la de Seattle: 'No a la globalizaci¨®n sin representaci¨®n'. O sea, que, antes de entrar en los contenidos del debate, hay una enmienda a la mayor, al hecho de que se est¨¢n tomando decisiones vitales para todos en contextos y en reuniones fuera del control de los ciudadanos. En principio, es una acusaci¨®n infundada, puesto que la mayor¨ªa son representantes de gobiernos democr¨¢ticamente elegidos. Pero ocurre que los electores no pueden leer la letra peque?a (o inexistente) de las elecciones a las que son llamados cada cuatro a?os con pol¨ªticos que se centran en ganar la campa?aa de imagen y con gobiernos que bastante trabajo tienen con reaccionar a los flujos globales y suelen olvidarse de informar a sus ciudadanos. Y resulta tambi¨¦n que la encuesta que Kofi Annan present¨® en la Asamblea del Milenio de Naciones Unidas se?ala que 2/3 de los ciudadanos del mundo (incluyendo las democracias occidentales) no piensan que sus gobernantes los representen. De modo que lo que dicen los movimientos antiglobalizaci¨®n es que esta democracia, si bien es necesaria para la mayor¨ªa, no es suficiente aqu¨ª y ahora. As¨ª planteado el problema, se pueden reafirmar los principios democr¨¢ticos abstractos, mientras se refuerza la polic¨ªa y se planea trasladar las decisiones al espacio de los flujos inmateriales. O bien se puede repensar la democracia, construyendo sobre lo que conseguimos en la historia, en el nuevo contexto de la globalizaci¨®n. Que se haga una u otra cosa depende de usted y de muchos otros como usted. Y depende de que escuchemos, entre carga policial e imagen de televisi¨®n, la voz plural, hecha de protesta m¨¢s que de propuesta, que nos llega del nuevo movimiento social en contra de esta globalizaci¨®n.
Manuel Castells es profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
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