Caballos bajo el Micalet
Los jacos aguardan pacientes a las familias de visitantes enganchados a coches dieciochescos
Cocean a la sombra protectora del minarete musulm¨¢n reconvertido en El Micalet y aqu¨ª, en la plaza de la Reina se echa de menos a los cartelistas republicanos como Renau para dibujarlos. Si el maestro valenciano resucitara ver¨ªa a los jacos sufridores salidos de sus cuadras de la Fonteta de San Lluis bajo el sol inmisericorde de agosto esperando a los viajeros. Han pasado dos largos veranos bajo el sol, que no la luna, de Valencia. Esos jacos aguardan pacientes a los visitantes, enganchados a coches dieciochescos y amarrados a bridas que manejan cocheros magrebies o eslavos. S¨ª, aunque parezca un chiste del fallecido Gila, los carricoches de la plaza de la Reina, espacio de una presunta remodelaci¨®n, est¨¢n en decadencia.
El responsable es el autob¨²s rojo de dos pisos, por mal nombre conocido Albufera que se lleva a los turistas a recorrer el casco antiguo a precio m¨¢s barato. Pero ese recorrido en el Albufera Touristic Bus que parte de la Santa Catalina de este verano, casi una performance de Christo cubierta de gasas, y transita bajo la Llotja, la Paz, Cavallers, Serrans y San Esteban, es menos emocionante tras los cristales que sobre el cabriol¨¦ de cochera antigua. Asegura Manolo, 62 primaveras, encargado de los coches, que esa maldita guagua roja les quita audiencia. Est¨¢ dejando en el paro a El Fara¨®n, la Marisol, el Gallo, la Princesa y as¨ª hasta los trece jamelgos que hacen servicio completo.
Son las cinco de la tarde y cae sobre la Reina un sol de madre y se?or m¨ªo. Pero entre vendedores de regaliz y mecheros a veinte duros la media docena, siguen llegando familias enteras de europeos que preguntan por el precio de un paseo. -'?Cu¨¢nto costar viaje?'- pregunta el pater familias tras el que se agitan emocionados churumbeles albinos en pantal¨®n corto, reci¨¦n regresados al rojo vivo de las playas ind¨ªgenas. -'Son mil duros y la voluntad, y 45 minutos de recorrido por lo mejor de la urbe. Precio ¨²nico, para uno que para media docena mister'- contesta el cochero sin consultar a los jacos. -'OK'- sonr¨ªe el guiri apretando nervioso su mariconera repleta de euros inminentes. Claro que a los caballos de La Fonteta no se les consulta. '?Y porqu¨¦ no hay cocheros ind¨ªgenas, compadre?'. 'Ch¨¦, mante, nadie quiere hacer este trabajo. Por eso todos son inmigrantes' responde Manolo, que es de L'Horta. El amo no est¨¢. 'Claro que hay tradici¨®n de carricoches en el centro. Fue en realidad Rinc¨®n de Arellano quien motoriz¨® la ciudad. No hace tantos a?os que Valencia estaba repleta de cocheras, m¨¢s que en Sevilla, las hab¨ªa para todos los gustos, desde las f¨²nebres, como Viv¨® en la calle Jes¨²s, hasta las carrozas para la difunta Feria de Julio; pero, bueno, amigo, estamos hablando de los a?os 50'.
Nadie fustiga a los caballos de la plaza de La Reina. Cualquiera dir¨ªa al verlos que saben el momento exacto en que tienen que iniciar el recorrido. Ni siquiera un ?arre!, acaso un ?au! que el currante ucraniano o argelino de turno aprendi¨® a chillar. 'Ya no hay casi faena, periodista. Si pusieran ese jodido autob¨²s rojo bajo Serrans, donde debe estar, no estar¨ªan los animales padeciendo bajo el sol y nosotros escondiendonos donde podemos. Escr¨ªbalo amigo. Ese autob¨²s nos est¨¢ matando'. Los v¨¢stagos de percherones ancestrales no dicen nada. S¨®lo piafan esperando que se escuchen sus cascos por el casco antiguo. Los caballos bajo el Micalet est¨¢n definitivamente cascados este verano. A cinco mil el servicio completo, suba quien suba.
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