Pendientes del IRA
Una vez m¨¢s, el proceso de paz del Ulster est¨¢ contra las cuerdas. La causa, como en otras ocasiones desde 1998, la indefinici¨®n del IRA sobre el compromiso alcanzado entonces para entregar su arsenal, que ha provocado la dimisi¨®n de David Trimble, ministro principal y l¨ªder del partido mayoritario protestante, los Unionistas del Ulster. El IRA, el m¨¢s armado y mort¨ªfero de los varios grupos terroristas de la provincia, ha permitido inspecciones de sus dep¨®sitos de armamento por dos observadores internacionales, pero no ha ido m¨¢s all¨¢. De manera que el foco sobre el punto muerto actual est¨¢ en el eventual gesto que los paramilitares cat¨®licos puedan hacer antes de que el lunes expire el plazo dado a los partidos de Irlanda del Norte por los Gobiernos brit¨¢nico e irland¨¦s para que se pronuncien sobre su reciente propuesta. Como en situaciones anteriores de suspense, el IRA aut¨¦ntico, una banda disidente y fundamentalista que se opone a los acuerdos del Viernes Santo, ha sembrado el terror en Londres con un coche bomba.
La ¨²ltima iniciativa de Londres y Dubl¨ªn, etiquetada como lo tomas o lo dejas, prev¨¦ progresivas retiradas del Ej¨¦rcito brit¨¢nico de Irlanda del Norte, promete abandonar la persecuci¨®n de los terroristas convictos huidos al extranjero y mantiene su prop¨®sito de reformar la polic¨ªa, abrumadoramente protestante, para incluir agentes cat¨®licos, en la l¨ªnea de las recomendaciones del Informe Patten. Sobre el punto crucial del desarme del IRA, los primeros ministros Tony Blair y Bertie Ahern son deliberadamente vagos: se limitan a constatar que es parte esencial del compromiso de paz.
El Sinn Feinn, brazo pol¨ªtico del IRA, se reuni¨® ayer para estudiar el documento y ha pedido detalles sobre el plan de desarme. Los Unionistas del Ulster lo har¨¢n el mismo lunes. Si el dimitido Trimble no retoma su puesto antes del 12 de agosto, las reglas del Parlamento establecen la elecci¨®n de su sustituto. Pero sin una se?a del IRA, el moderado dirigente probrit¨¢nico naufragar¨¢ definitivanente y a Londres s¨®lo le quedar¨¢n dos opciones, ambas malas. Una, volver a suspender el Gobierno auton¨®mico, que ahora comparten protestantes y cat¨®licos, para retomar la administraci¨®n de la provincia, como entre 1969 y 1998. La otra, convocar nuevas elecciones al Parlamento regional; comicios que, sin duda, debilitar¨ªan m¨¢s a los moderados de ambos bandos en beneficio del Sinn Feinn y de los radicales del Partido Democr¨¢tico, del cura Ian Paisley. De hecho, la victoria de ¨¦ste sobre el de Trimble en las elecciones de junio pasado puso ya al debilitado primer ministro norirland¨¦s en el disparadero de la dimisi¨®n, antes de hacerla efectiva en julio a prop¨®sito del IRA.
En Irlanda del Norte se han conseguido muchas cosas desde el acuerdo de Belfast de 1998. El grado de violencia ha decrecido espectacularmente, aunque persistan actos terroristas aislados; las medidas de seguridad son menos aparatosas y el Gobierno compartido entre las dos comunidades desde hace a?o y medio ha comenzado a dar paso a cierto grado de entendimiento b¨¢sico. Nadie tiene nada que ganar y s¨ª mucho que perder con la voladura de un pacto que, con todas sus limitaciones, est¨¢ devolviendo lentamente a la regi¨®n a niveles civilizados de convivencia, muy alejados del sangriento sectarismo que durante 30 a?os ha ocasionado casi 4.000 muertos. Las dos partes deber¨ªan considerar estos logros como un valor supremo por el que vale la pena dar un paso atr¨¢s. Y en el caso del IRA, valorar que se han cumplido con exceso todos los plazos razonables para seguir jugando al rat¨®n y al gato con sus arsenales clandestinos.
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