La vida a la velocidad de la luz. ?Estamos mejor?
Todo el mundo se apresura a unirse a la Revoluci¨®n de la Era de la Informaci¨®n. Todos quieren estar conectados. De hecho, desde hace un tiempo creemos que el ¨²nico debate que vale la pena sostener en la 'nueva era' es c¨®mo garantizar que todos tengan acceso al mundo del ciberespacio. Ahora empieza a perfilarse una pregunta igualmente importante: ?es demasiado acceso tan problem¨¢tico como demasiado poco? ?Es posible que la revoluci¨®n de la informaci¨®n y de las telecomunicaciones est¨¦ acelerando la actividad humana a un ritmo tan alarmante que nos estemos arriesgando a causar un grave da?o a nosotros mismos y a la sociedad?
Dos incre¨ªbles experimentos publicados recientemente por la comunidad cient¨ªfica deber¨ªan darnos a todos nosotros una raz¨®n para detenernos por un momento a pensar ad¨®nde nos dirigimos en esta nueva era de conexiones electr¨®nicas mundiales instant¨¢neas. En el primero, dos equipos cient¨ªficos diferentes asociados con la Universidad de Harvard consiguieron reducir la velocidad de la luz hasta pararla en seco, retenerla en un limbo y permitirle a continuaci¨®n seguir su camino. La luz viaja a una velocidad de 300.000 kil¨®metros por segundo y se piensa que es la forma de energ¨ªa m¨¢s r¨¢pida del universo. ?sta es la primera vez que se ha parado la luz y se ha almacenado temporalmente, y los investigadores esperan que esto conduzca a un nuevo tipo de revoluci¨®n tecnol¨®gica denominada inform¨¢tica cu¨¢ntica y comunicaci¨®n cu¨¢ntica. Las tecnolog¨ªas cu¨¢nticas podr¨ªan acelerar enormemente la inform¨¢tica y las comunicaciones en el pr¨®ximo siglo.
En el segundo experimento, cient¨ªficos del Instituto de Investigaci¨®n NEC de Princeton, Nueva Jersey, consiguieron, por primera vez, que un p¨²lsar de luz viajase a varias veces la velocidad de la luz. Aunque los investigadores se apresuraron a se?alar que nada con 'masa' puede superar la velocidad de la luz, los cient¨ªficos creen ahora que un 'p¨²lsar' de luz s¨ª puede. Los f¨ªsicos que han realizado el experimento esperan que su trabajo conduzca a una gran aceleraci¨®n de las velocidades de transmisi¨®n ¨®ptica.
Estos experimentos nos llevan al comienzo de una nueva era en la historia humana: estamos empezando a organizar la vida a 'la velocidad de la luz'. Cada d¨ªa, se introducen nuevos programas inform¨¢ticos y tecnolog¨ªas de la informaci¨®n para comprimir el tiempo, acelerar la actividad y procesar mayores cantidades de informaci¨®n. Vivimos cada vez m¨¢s en la cultura del nanosegundo.
Los maestros de la tecnolog¨ªa nos hab¨ªan prometido que el acceso instant¨¢neo har¨ªa la vida m¨¢s c¨®moda, nos liberar¨ªa de tareas innecesarias, aligerar¨ªa nuestras cargas y nos conceder¨ªa m¨¢s tiempo. Ahora, despu¨¦s de todos los miles de millones de d¨®lares de inversi¨®n en las nuevas tecnolog¨ªas, empieza a aflorar una inc¨®moda pregunta: ?es posible que las propias maravillas tecnol¨®gicas que supuestamente nos iban a liberar hayan empezado, por el contrario, a esclavizarnos en una red de conexiones cada vez m¨¢s aceleradas de la que no parece haber escapatoria f¨¢cil?
Un nuevo t¨¦rmino, 24/7 -actividad permanente, 24 horas al d¨ªa, 7 d¨ªas a la semana-, ha entrado en el vocabulario en los ¨²ltimos seis meses y est¨¢ empezando r¨¢pidamente a definir los par¨¢metros de la nueva frontera temporal. Nuestros aparatos de fax, correo electr¨®nico, buz¨®n de voz, ordenadores, agendas electr¨®nicas y tel¨¦fonos m¨®viles; nuestros mercados de valores de 24 horas, los servicios instant¨¢neos, las 24 horas, de cajero autom¨¢tico y banca, los servicios de comercio electr¨®nico e investigaci¨®n que funcionan durante toda la noche, programas informativos y de entretenimiento en televisi¨®n las 24 horas, servicios de restaurante, farmac¨¦uticos y de mantenimiento las 24 horas, todos intentando atraer nuestra atenci¨®n.
Y a pesar de haber creado todo tipo de aparatos para ahorrar esfuerzo y tiempo, y actividades para cubrir las necesidades y los deseos de todos en esta nueva esfera, estamos empezando a tener la sensaci¨®n de que tenemos menos tiempo para nosotros que cualquier otro humano de la historia. Eso se debe a que lo ¨²nico que consigue la gran proliferaci¨®n de servicios para ahorrar esfuerzo y tiempo es aumentar la diversidad, el ritmo y el flujo de actividad comercial y social que nos rodea. Por ejemplo, el correo electr¨®nico resulta muy c¨®modo. S¨®lo que ahora nos encontramos con que nos pasamos la mayor parte del d¨ªa respondiendo fren¨¦ticamente a los mensajes que nos enviamos unos a otros. El tel¨¦fono m¨®vil ahorra mucho tiempo. S¨®lo que ahora estamos siempre potencialmente al alcance de cualquiera que desee nuestra atenci¨®n. En varias ocasiones he o¨ªdo por casualidad a hombres de negocios que respond¨ªan a llamadas de trabajo mientras estaban sentados en un retrete p¨²blico. ?Duda alguien de que el tiempo se est¨¢ convirtiendo r¨¢pidamente en el recurso m¨¢s escaso?
Hoy, nos encontramos insertos en un mundo temporal mucho m¨¢s complejo e interdependiente, compuesto de redes de relaciones y actividades humanas siempre cambiantes; un mundo en el que cada minuto disponible se convierte en una oportunidad para realizar otra conexi¨®n. La m¨¢xima de Descartes 'pienso, luego existo' ha sido sustituida por otra nueva: 'Estoy conectado, luego existo'.
?Qu¨¦ ocurre cuando nuestras vidas se ven inmersas en relaciones de 24 horas que se mueven a la velocidad de la luz? Los signos que indican nuestra nueva angustia por el tiempo est¨¢n en todas partes.
Las enfermedades relacionadas con el estr¨¦s est¨¢n aumentando dr¨¢sticamente en todo el mundo. Seg¨²n los expertos, buena parte de ello es atribuible a la sobrecarga de informaci¨®n y al agotamiento que experimentan cada vez m¨¢s personas al sentirse incapaces de soportar el ritmo, el flujo y la densidad de la actividad humana posibilitados por las nuevas tecnolog¨ªas que avanzan a la velocidad del rayo. En Estados Unidos adquiri¨® proporciones epid¨¦micas en la pasada d¨¦cada. El 43% de todos los adultos sufren efectos adversos para la salud debido al estr¨¦s, y se calcula que el estr¨¦s en el trabajo cuesta miles de millones de d¨®lares a la econom¨ªa estadounidense a causa del absentismo, el descenso de la productividad, la rotaci¨®n de trabajadores y los costes m¨¦dicos.
Seg¨²n un informe reciente de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), uno de cada 10 adultos de todo el mundo sufre estr¨¦s, depresi¨®n y agotamiento. La OIT predice un aumento dr¨¢stico del estr¨¦s al introducirse tecnolog¨ªas incluso m¨¢s r¨¢pidas y acelerarse la mundializaci¨®n. Enfermedades relacionadas -como la depresi¨®n, las enfermedades coronarias, los derrames cerebrales, el c¨¢ncer y la diabetes- est¨¢n aumentando con tanta rapidez que, seg¨²n algunos especialistas, el estr¨¦s se puede convertir en la principal causa de baja m¨¦dica de la Era de la Informaci¨®n.
La nueva sociedad de 24/7 y de ritmo acelerado est¨¢ teniendo otras consecuencias profundas para la vida de las personas. La actividad comercial y social durante las 24 horas ha conducido a un grave descenso del n¨²mero de horas dedicadas al sue?o. En 1910, el adulto medio segu¨ªa durmiendo entre 9 y 10 horas diarias; ahora, el adulto medio de los pa¨ªses altamente industrializados duerme menos de siete horas diarias. Esto se traduce en 500 horas m¨¢s despiertos al a?o. El problema es que los relojes biol¨®gicos humanos est¨¢n adaptados a la rotaci¨®n del planeta y a los ritmos temporales diarios, mensuales y estacionales. Estamos biol¨®gicamente dise?ados para dormir cuando se pone el sol y despertar al amanecer. Una falta masiva de sue?o, producida por el nuevo ritmo de vida fren¨¦tico, se asocia cada vez m¨¢s a enfermedades graves como la diabetes, el c¨¢ncer, los derrames cerebrales y la depresi¨®n.
En ning¨²n sitio est¨¢ teniendo la sociedad a 'la velocidad de la luz' m¨¢s impacto que en la generaci¨®n electr¨®nica. A millones de ni?os (especialmente varones) se les diagnostica en Estados Unidos Alteraci¨®n Hiperactiva por D¨¦ficit de Atenci¨®n (AHDA), y el fen¨®meno est¨¢ comenzando a aparecer en Europa y en otras partes del mundo. Los ni?os afectados de AHDA se distraen f¨¢cilmente, son incapaces de centrar la atenci¨®n, excesivamente impulsivos, y se frustran f¨¢cilmente. ?Acaso es de extra?ar? Si un ni?o crece en un ambiente rodeado por el r¨¢pido ritmo de la televisi¨®n, los videojuegos, los ordenadores y la constante estimulaci¨®n de los medios, y se acostumbra a esperar una gratificaci¨®n instant¨¢nea, tiene muchas posibilidades de que su desarrollo neuronal le condicione a un lapso de atenci¨®n corto. Si aumentamos el ritmo, nos arriesgamos a aumentar la impaciencia de una generaci¨®n.
Los conservadores sociales, a su vez, hablan del descenso del civismo, y lo achacan a la p¨¦rdida de una br¨²jula moral y de los valores religiosos. ?Se ha molestado alguien en preguntar si la cultura de la hipervelocidad nos est¨¢ haciendo a todos m¨¢s impacientes y menos dispuestos a escuchar y aplazar, a considerar y reflexionar? Ya est¨¢n comenzando a aparecer nuevos patrones de comportamiento antisocial relacionado con el estr¨¦s, y con implicaciones alarmantes. 'Furia en el trabajo', 'furia en la carretera' y 'furia en el aire' se han convertido en parte del l¨¦xico popular conforme m¨¢s y m¨¢s gente manifiesta su estr¨¦s con brotes de violencia en el trabajo, en el coche o incluso en los aviones. En la cultura del clic, clic, no deber¨ªa sorprendernos el que todos nos inclinemos cada vez m¨¢s hacia una respuesta violenta.
Quiz¨¢ debamos preguntarnos qu¨¦ tipo de 'conexiones' cuentan realmente y qu¨¦ tipo de 'accesos' importan verdaderamente en la era de la econom¨ªa electr¨®nica. Si esta nueva revoluci¨®n tecnol¨®gica es s¨®lo cuesti¨®n de velocidad e hipereficiencia, podr¨ªamos perder algo incluso m¨¢s precioso que el tiempo: nuestro sentido de lo que significa ser un ser humano bondadoso.
Hasta ahora s¨®lo nos hemos planteado la cuesti¨®n de c¨®mo integrar mejor nuestra vida en la nueva revoluci¨®n tecnol¨®gica. Ahora debemos plantearnos una pregunta m¨¢s profunda: ?c¨®mo podemos crear una visi¨®n social que convierta a estas tecnolog¨ªas de 'velocidad de la luz' en un poderoso complemento de nuestra vida, sin permitirles que se apoderen de ella?
Jeremy Rifkin es autor de La era del acceso (Paid¨®s, 2000) y presidente de la Fundaci¨®n sobre Tendencias Econ¨®micas, con sede en Washington DC.
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