Entre guerrilleros y paramilitares
Hablar de una zona 'complicada' en Colombia puede resultar parad¨®jico, pero lo cierto es que Sur de Bol¨ªvar es una regi¨®n especialmente dif¨ªcil.
Ba?ada por el r¨ªo Magdalena, autopista fluvial de riquezas minerales, combustibles y madereras, campamento tradicional del n¨²cleo duro del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN), objetivo fundamental en la estrategia paramilitar... la regi¨®n ha centrado el debate sobre la zona desmilitarizada necesaria para comenzar las negociaciones con el ELN.
Los municipios de San Pablo y Cantagallo no quieren convertirse en el segundo San Vicente del Cagu¨¢n (donde est¨¢ la zona 'despejada' en la que se hacen fuertes desde hace casi tres a?os las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC). Seg¨²n la prensa nacional y numerosos movimientos sociales, la presi¨®n de movimientos paramilitares provoc¨® el nacimiento de movimientos como Asocipaz (Asociaci¨®n Civil por la Paz) o No al despeje.
En este momento el panorama es t¨¦trico para los habitantes de la zona. Los cascos urbanos de estos municipios est¨¢n controlados por fuerzas paramilitares y, de hecho, en municipios como San Pablo es obvia esa presencia; la zona rural es territorio de las guerrillas (el plural tiene sentido porque, adem¨¢s del ELN, las FARC tambi¨¦n est¨¢n en la zona); y, por si los combates entre unos y otros no fueran suficientes, el plan antidroga que Colombia ejecuta con la ayuda de Estados Unidos ha supuesto la fumigaci¨®n del 40% de las hect¨¢reas plantadas con hoja de coca, ¨²nica fuente de ingreso de muchas familias que optan por el llamado oficio de raspachines.
Una jornada de trabajo en la pesca supone un ingreso que no llega a los 5 d¨®lares, unas 1.000 pesetas, mientras que raspando coca se pueden ganar unos 15 d¨®lares. S¨®lo en San Pablo, malviven unos 6.000 raspachines desplazados de las zonas rurales tras producirse las fumigaciones, que adem¨¢s de quemar los cultivos de coca, arrasan con los cultivos legales y dejan enfermedades de piel y respiratorias.
'Aqu¨ª aprendemos a vivir entre amenazas, no hay nadie que no est¨¦ amenazado por uno u otro bando. La muerte es cotidiana, as¨ª que para vivir aqu¨ª hay que estar pilas [alerta]', comenta un joven de San Pablo.
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