Fuego
Estampas y postales
ALFONS LLOREN?
El Sol era un carro de fuego. Caballos encendidos como tizones, ruedas incandescentes, riendas llameantes gobernadas por un inflamado joven, plet¨®rico en verano, con fogosa cabellera de hilos de oro y aureola de potente resplandor, heroico vencedor, seg¨²n anunciaban sus gallos, sobre la noche y el invierno, el triunfo que despertaba a los osos. Con su inteligente luz apol¨ªnea germin¨® el universo, la energ¨ªa de su calor dionis¨ªaco origin¨® la vida. No hubo religi¨®n sin l¨¢mparas y brasas, sin un dios luminoso presidiendo la hermandad sindical de sus divinidades, ni templo que no dirigiese su ¨¢bside hacia oriente -oriens, naciente- y a occidente -occidens, muriente- su puerta. Hasta un profeta iconoclasta como Jes¨²s de Nazaret tuvo que asolearse para consolidar su divinizaci¨®n, y de lunar y pascual devino navide?o y solar.
La Can¨ªcula es su reino y epifan¨ªa. Aumenta su ardor, borra lo infecundo, y todo el mundo vive. Su hoguera ecum¨¦nica provoca la vehemencia y el ¨¦xtasis, funde la moral puritana e induce a una desnuda ¨¦tica humana, calienta la sangre e hincha el amor y el deseo de libertad, introduce en el vivir instantes de goces infinitos, de plenitud paradis¨ªaca. Una ebullici¨®n interior, una exaltaci¨®n y una ansia, que desborda los cuerpos hasta estallar en el gozo intenso y plural. Se manifiesta con resplandores de rel¨¢mpagos y lluvias de huidizas estrellas, las l¨¢grimas solares de san Lloren? de esta noche. Divinas como todos los fuegos, celestiales o infernales; regenerador, destructor, demiurgo. A la fresca del est¨ªo el abuelo contaba los viajes et¨¦reos del prometeico jilguero para traernos rayos de m¨ªstico fuego de las alturas; de los dioses, pero adquirido por los humanos; con su robo se humaniz¨® el hombre. Y, en el templo familiar del hogar, ante una olla hirviendo, por nutricia, gra¨¢lica, se nos relataba, la haza?a de Joan de l'?s, hijo del fecundo Oso y de la primaveral Roseta, quien, tras un inici¨¢tico combate, esclavizaba al demonio del fuego y difund¨ªa las artes del bien cocer. Y, as¨ª, alimentados, gracias a ese vital sacramento, buscar nuevos soles y esperanzas m¨¢s radiantes.
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