Cerebro de gran maestro
Un gran maestro y un aficionado utilizan zonas distintas del cerebro para jugar al ajedrez. A esa conclusi¨®n han llegado unos investigadores de la Universidad de Constanza (Alemania) tras experimentar con 20 jugadores. El hallazgo confirma lo que ya se supon¨ªa: la memoria de los ajedrecistas avezados no es fotogr¨¢fica, sino l¨®gica, salvo excepciones.
En el estudio de Ognjen ?dmizic y sus colegas, publicado por la revista ‘Nature’, se deduce que los grandes maestros recurren a las cortezas central y parietal del cerebro –donde se cree que est¨¢ el almac¨¦n de recuerdos consolidados-, mientras los aficionados utilizan m¨¢s el l¨®bulo temporal medio, como si se enfrentaran a un hecho nuevo en cada posici¨®n de la partida. En su trabajo, los cient¨ªficos se sirvieron de las t¨¦cnicas m¨¢s vanguardistas de resonancia magn¨¦tica para estudiar los cerebros de 20 jugadores cuando disputaban una partida contra un ordenador.
?dmizic y su equipo refuerzan as¨ª lo que otros cient¨ªficos sospecharon hace mucho tiempo. Por ejemplo, Tij¨®mirov y Pozny¨¢nskaya estudiaron los movimientos de los globos oculares de varios ajedrecistas mientras pensaban ante el tablero, y publicaron sus conclusiones en el art¨ªculo "Una investigaci¨®n de la b¨²squeda visual como medio de an¨¢lisis heur¨ªstico" ('Soviet Psychology', 1966-67). Siete a?os m¨¢s tarde, Michael Cherington demostr¨® c¨®mo una lesi¨®n parietal influ¨ªa decisivamente en la calidad del juego de un ajedrecista. En su defensa de la lobotom¨ªa (extirpaci¨®n de los l¨®bulos prefrontales), como medio para controlar la conducta violenta, el neurocirujano F.L. Golla escribi¨® en 1943: "Creo que si los sujetos operados hubieran sido ajedrecistas, su capacidad de c¨¢lculo no habr¨ªa variado tras la operaci¨®n". Seis a?os m¨¢s tarde, R. Pakenham-Walsh lleg¨® a la misma conclusi¨®n, pero tambi¨¦n a otra: "Los jugadores de estilo agresivo se transfiguran en otros mucho m¨¢s calmados tras sufrir la lobotom¨ªa". ?sta t¨¦cnica dej¨® pr¨¢cticamente de usarse cuando fue sustituida por tratamientos con f¨¢rmacos.
Lo m¨¢s interesante del experimento de la Universidad de Constanza quiz¨¢ sea que concuerda perfectamente con los resultados de otros mucho m¨¢s sencillos. Si a un ajedrecista se le muestra durante un minuto una posici¨®n de 20 piezas colocadas sobre el tablero sin ninguna l¨®gica, aleatoriamente, lo m¨¢s probable es que sea incapaz de reproducirla de memoria. Pero si la posici¨®n de las mismas 20 piezas proviene de una partida entre dos jugadores de cierto nivel, el ajedrecista la recordar¨¢ sin problemas tras s¨®lo un minuto de observaci¨®n: la diferencia est¨¢ en que la segunda posici¨®n se basa en la conexi¨®n l¨®gica de las piezas, que se atacan o defienden y forman estructuras t¨ªpicas de una partida de alta competici¨®n; basta memorizar la ubicaci¨®n de tres o cuatro para recordar por deducci¨®n d¨®nde est¨¢n las dem¨¢s.
Lo mismo ocurre en el ajedrez a ciegas cuando lo practican jugadores videntes: ¨¦stos no retienen una fotograf¨ªa mental de la posici¨®n de todas las piezas, sino que la reproducen en su mente a partir de los elementos m¨¢s importantes en cada momento. Por ejemplo, si est¨¢n atacando al rey, primero ‘ven’ d¨®nde est¨¢n las piezas ofensivas; y desde esa imagen recuperan la situaci¨®n de todas las dem¨¢s por las conexiones entre ellas. Tal como subraya ?dmizic, ello se debe a que han disputado miles de partidas con esquemas similares. Claro que hay excepciones: la historia recoge haza?as de muchas partidas simult¨¢neas a ciegas. Pero sus protagonistas eran superdotados con memoria fotogr¨¢fica.
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