Parejas
Se tumb¨® junto a la piscina y entorn¨® los ojos, mientras acariciaba voluptuosamente el agua. Todo su cuerpo exhalaba un olor a amoniaco y a tequila a?eja de zapalote. La noche anterior, estuvieron en el chal¨¦ de su vecino, el subsecretario y compa?ero de facultad, tomando margaritas, hasta la madrugada. Luego, abandonaron la lujosa urbanizaci¨®n, burlaron a los bandarras de la seguridad, y se ba?aron desnudos en la cala, a la que se acced¨ªa por un camino privado. Recordaba vagamente el sabor a cangrejo de los pechos de su esposa, los jadeos de Mariv¨ª y los gritos patri¨®ticos del subsecretario: los mismos que de estudiante profer¨ªa en el prost¨ªbulo de la madama Duchamp, cuando se pon¨ªa ciego de garraf¨®n y se cepillaba a una de las pupilas: en la plenitud del orgasmo, no soltaba berridos de placer, sino un ?Arriba Espa?a! tan estent¨®reo que pon¨ªa a la madama en vilo: Hijo, d¨¦jate ya de adhesiones, que estamos en eso de la transici¨®n, y me pueden desgraciar el negocio. Y no veas, ahora que tengo una parroquia forrada de pasta, formal y democristiana.
Cuando la criada filipina le llev¨® el inal¨¢mbrico, escuch¨® la voz tr¨¦mula del subsecretario: Salgo para Madrid, me han llamado urgentemente del Ministerio, no s¨¦ para qu¨¦, pero imag¨ªnatelo. Las ¨²ltimas noticias eran inquietantes, aunque el propio subsecretario lo tranquiliz¨®: Mira, hay otros clientes especiales y hasta algunos intocables, como para que reviente el ingenio. Se levant¨®, fue al dormitorio y despert¨® a su esposa. Nos van a meter en un buen esc¨¢ndalo. ?Por lo de las parejas? Que va, por lo de las maletas. El subsecretario los hab¨ªa iniciado en aquel juego er¨®tico de los intercambios. Es muy excitante, ya ver¨¢s. Meses despu¨¦s, lo persuadi¨® de lo de las maletas con dinero negro. Es mucho m¨¢s excitante: poseer¨¢s el poder. Sin embargo, estaba espantado, y como era de obediencia vaticana, pidi¨® al Santo Padre que as¨ª como hab¨ªa evaporado el infierno, evaporara tambi¨¦n Gescartera. Pero eso ya era m¨¢s que un milagro: eso era la letrina nacional, rebosante de inmundicias y peristas p¨²blicos.
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