Comunismo
Yo estaba en Roma cuando una bala entr¨® sin permiso en el cr¨¢neo de Carlo Giuliani. Cada noche, en el televisor del hotel, contemplaba aquel carrusel confuso de piernas, humo, balcones entrevistos, tanques que taponaban las calles, m¨¢scaras y sangre. Por todas partes, en las pantallas de los bares, en los altavoces de las radios que viajaban en los taxis, se repet¨ªa el mismo nombre, como un ensalmo que pod¨ªa evitar una cat¨¢strofe: G¨¦nova, G¨¦nova, G¨¦nova. Pero esa presunta magia no evit¨® nada. Llegaron las fotograf¨ªas del joven con el cerebro derramado junto a un furg¨®n de polic¨ªa, las denuncias, la imagen incontestable de un batall¨®n entrando en la Escuela Diaz y probando sus porras contra los bultos abandonados en una cancha de baloncesto. Yo sol¨ªa comer en un restaurante barato de la Via del Corso, junto a los ministerios; una noche, veinte o treinta personas se manifestaron contra la brutalidad de las fuerzas del orden y enarbolaron pancartas a lo largo de toda la calle: los rodeaban, por detr¨¢s, por delante, por los extremos, un reba?o met¨¢lico de hombres con cascos, escudos, pistolas, que apartaban a los turistas haciendo gala de una sospechosa prepotencia chilena. La descompensaci¨®n entre manifestantes y polic¨ªa pod¨ªa dar risa, pero a m¨ª me dio miedo.
El caballero Silvio Berlusconi salta a los estrados a alertar de los peligros del comunismo, cuyos tent¨¢culos se ocultan quiz¨¢ detr¨¢s de todas las maniobras de antiglobalizaci¨®n. Un amigo m¨ªo italiano me cuenta que el pasatiempo favorito de este se?or es celebrar debates en sus cadenas privadas para estudiar por qu¨¦ el comunismo ten¨ªa que llegar a su fin y por qu¨¦ se ha asfixiado; en sus ratos libres redact¨® con una serie de expertos intachables un Libro negro del comunismo, donde se revelan todas las lacras de una ideolog¨ªa que s¨®lo ha dado p¨¢bulo a criminales, genocidas, mentes enfermas y dolor. Bravo nuevo mundo es ¨¦ste nuestro, donde el mal consist¨ªa en una nociva religi¨®n de banderas rojas que erradicaron un hombre que viv¨ªa en una casa blanca y un anciano polaco: el resto, disparos en los ri?ones de muchachos suecos, adolescentes desangrados, gente aporreada mientras duerme y detenidos ilegales no son m¨¢s que minucias sin importancia.
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